Desde hace cuatro o cinco partidos digo lo mismo: no pasa nada, Argentina va a clasificar al Mundial. Es más, antes del partido con Perú, le dije a Damián Didonato, mi compañero de Un Caño y probablemente el más futbolero y fanático de la Selección que haya conocido en mi vida, que el equipo le iba a ganar sin problemas a Perú. ¿Por qué estaba tan seguro? Porque suponía que el maleficio de no acertarle al arco se iba a quebrar en ese partido.

238645Argentina no marca un gol desde la fecha 13 (penal de Messi contra Chile, a los 16 minutos del primer tiempo). Después vinieron: 0-2 con Bolivia, 0-0 con Uruguay, 1-1 con Venezuela (no lo contamos, el gol lo hizo Feltscher en contra) y 0-0 con Perú. Son 434 minutos sin anotar. Y eso sí que es mucho, especialmente si tenemos en cuenta que el equipo cuenta con el mejor jugador del mundo y con estupendos delanteros.

La verdad, el partido contra Perú salió más o menos como lo esperaba salvo por la falta de gol: Argentina yendo a buscar y Perú esperando que le saliera una que otra contra. Acertó una vez por una distracción del fondo que se quedó pidiendo posición adelantada y Farfán se perdió un gol insólito, casi tan insólito como el cabezazo desperdiciado por Benedetto. Después, la mayor parte del tiempo, el equipo de Gareca aguantó el partido. Bien, pero sólo aguantó. Es de esos clásicos planteos que si se obtiene el resultado buscado (en este caso ocurrió con el 0-0), los periodistas lo definen como “inteligente”. Pero que si se pierde, esos mismos periodistas tildan al técnico de amarrete.

Messi, como siempre ocurre desde hace años, se cargó el equipo al hombro y le entregó cinco pases de gol a sus compañeros (tres para Benedetto y otras para el Papu Gómez y Rigoni), estrelló una pelota en el poste, le sacó astillas al vertical en un tiro desde afuera y los defensores le taparon dos remates con destino de red. O sea, desde Messi salieron nueve situaciones claras de gol y que por una u otra razón no cambiaron el marcador como hubiera sido lógico.

nintchdbpict000358450770Sigo pensando que por peso estadístico, la mufa se va a romper en algún momento. Otro amigo, Christian Colonna, con buen tino, me alertó al decirme que Ecuador lleva seis derrotas consecutivas y que esa tendencia también se tiene que romper en algún momento. O sea que hay dos maleficios en puja. Y frente a esta disyuntiva, siempre me inclino por el que juega mejor a la pelota. Y ese quipo es Argentina, que desde que asumió Sampaoli y más allá de una que otra desinteligencia o decisión cuestionable del DT (¡basta de Di María, por ejemplo!), siempre superó a sus rivales: fue mejor que Uruguay en el Centenario hasta que se conformó con el empate, le pudo hacer cuatro goles a Venezuela en el primer tiempo y superó durante los 90 minutos a Perú. O sea que me inclino a pensar que la tendencia que se va a romper es la de la sequía de gol de Argentina.

También es cierto que se pueden romper las dos. Es decir, que Argentina marque uno o dos goles pero que no le alcance para ganar si su adversario hace más. Es probable, pero ya no quiero complicar tanto la cosa. Y la verdad, ante el abanico de posibilidades, es imposible no sentirse un tanto abrumado.

Otra razón que tengo para pensar que el equipo va a llegar al Mundial de Rusia es que es casi un milagro que, pese a la falta de resultados positivos de las últimas cuatro fechas (3 puntos sobre 12), todavía dependa de sí mismo para clasificar. Si gana está adentro, al menos en el repechaje. Y visto y considerando el nivel exhibido por Ecuador, obtener el triunfo no parece una misión imposible.

Ustedes dirán que la presión le va a jugar en contra al equipo. Puede ser. Pero sobre este punto en particular considero que estos futbolistas están capacitados para soportarla. Más allá de que hayan flaqueado en las últimas tres finales disputadas (no marcaron ni un solo gol en 360 minutos) y que tampoco hayan podido superar a Venezuela y a Perú, como locales.

Quiero, como tantos otros, que Argentina clasifique. Y me parece que tiene buenas posibilidades de hacerlo. Muchas veces no sé si el deseo tapa el análisis o si efectivamente los argumentos que esgrimo son sólidos.

Tampoco importa tanto. Es un partido de fútbol. Es un mundial más o un mundial menos. No hay que dramatizar. Porque hay algo que sí quisiera disfrutar: y es que en el triunfo o en la derrota, nos comportemos como seres civilizados y no salgamos, al día siguiente, a levantar estatuas para los héroes o a pedir las cabezas de los responsables de una hipotética eliminación. Los jugadores, cualquiera fuera el resultado que obtuvieren, no serán ni próceres ni asesinos seriales.

Durante el partido hay que sufrir, gritar y hasta putear. Hay que creer que es lo más importante de todo. Pero siempre debemos recordar que es un juego. Y que no nos va la vida en esto.