Andrea Pirlo lo expresó con mucha claridad en su autobiografía: “Después de la rueda, la PlayStation es el mejor invento de todos los tiempos”. El elogio del crack italiano a esa consola no es un anuncio encubierto de Sony, aunque podría serlo, sino una oda generacional a los videojuegos de fútbol. Una sinécdoque de época. Jugar a la play es jugar a algún jueguito de fútbol. Y casi todos lo hacemos con cierta devoción.
Durante las casi cuatro décadas desde el primer videojuego de fútbol -el alemán Cassette 24: Fussball de 1978– hasta hoy, todas las empresas que desarrollaron algún producto futbolero intentaron reproducir el deporte con la mayor fidelidad posible. Cada año, con gráficos más reales, dan un paso más en esa dirección.
La televisión, el medio masivo por el que se consume fútbol, aceptó hace tiempo el liderazgo estético de los videojuegos. En busca de la aceptación del público joven, las transmisiones de TV, que en un comienzo fueron el punto de referencia para las consolas, asumieron el estilo visual de los jueguitos. Los círculos de colores a los pies de los futbolistas, los nombres sobreimpresos, los planos panorámicos, y demás recursos, presentan el partido de un modo familiar para el espectador moderno.
Ese éxito técnico, a simple vista ya no es tan fácil distinguir en la TV un partido virtual de uno real, fue acompañado por un enorme suceso comercial. Este año, sin tener en cuenta las versiones 2017 que ya se comercializan, la saga FIFA vendió 150 millones de copias en todo el mundo, según la revista Forbes. Pro Evolution Soccer (PES) más de 80 millones y Football Manager (FM) está entre los juegos de PC más vendidos. Los números del mercado de copias ilegales, se imaginan, son mucho mayores.
Pero la gran novedad de la época es que la incidencia cultural de estos videojuegos es tan grande que han comenzado a influir en ese fútbol real que, desde un comienzo, se planteaban imitar. El periodista Rory Smith afirma en un interesante artículo de New York Times que “juegos como FIFA, que fueron diseñados para reflejar la realidad del deporte, han contribuido a alterarla influenciando a los jugadores profesionales y a los clubes”. Veamos.
El artículo de NYTimes pone como ejemplo a un joven futbolista de Arsenal, Alex Iwobi de 20 años. El nigeriano nació en Lagos el año en que FIFA lanzó la primera versión de su saga. Muchas cosas cambiaron desde el FIFA96 hasta acá, salvo Francesco Totti que es el único que estuvo en todas las versiones. Mientras Totti soñó con ser futbolista en algún potrero romano, Iwobi armó sus ilusiones en la calle y en la consola. Horas y horas jugando al fútbol, con los pies y con las manos. Cuando llegó a Primera y se enfrentó a rivales desconocidos los videojuegos, lejos de ser una distracción, fueron la fuente de su conocimiento. “Miraba el nombre del rival y trataba de recordar cuan bueno era en el FIFA”, contó el nigeriano.
Los ejemplos de futbolistas fanatizados por los videojuegos son muchos y variados. “No se cuántos partidos virtuales jugué, pero deben ser por lo menos cuatro veces la cantidad de partidos reales”, cuenta Pirlo en su libro. Y le dedica un par de párrafos a recrear sus duelos en AC Milán. “Pirlo contra Nesta era un clásico en Milanello. Nos levantábamos temprano, desayunábamos a las nueve y nos encerrábamos para jugar a la Play hasta las 11. Después entrenábamos y volvíamos a los jueguitos hasta las cuatro de la tarde. Una verdadera vida de sacrificio”, bromea.
Lionel Messi, se sabe, es otro de los tantos adictos. Víctor Vázquez, uno de sus compañeros en La Masía, afirma que Lio “jugaba tres o cuatro horas sin parar”. Zlatan Ibrahimovic, que nunca es menos, asegura que cuando era joven “podía jugar diez horas seguidas”. Gerard Piqué, otro producto de la cantera catalana, admitió hace poco que todavía juega al FIFA cuando viaja con Barcelona. Para el central los jueguitos ahora también son un negocio. Su empresa de programación, Kerad Games, lanzó una app para celulares que se llama Golden Manager.
El español César Azpilicueta es uno de los millones de afectados por el Football Manager. Lo descubrió cuando vio a un compañero jugando en el micro. Lo probó y se obsesionó. “No venía la hora de irme a casa para empezar mi carrera de DT”, recuerda. El FM es una enfermedad común entre jugadores. Miles Jacobson, su creador, envía copias del juego a 1500 futbolistas para que prueben la versión beta cada año. Uno de ellos es el francés Paul Pogba. Hace uno tiempo, cuando todavía estaba en Juventus, aparecieron fotos suyas muy concentrado jugando al FM, era el DT de un Chelsea virtual y se tenía a él mismo como titular, lógicamente.
En las pretemporadas reales de Chelsea, su capitán John Terry organiza torneos de PES entre sus compañeros para unir al grupo. Para otros jugadores, los videojuegos parecen ser un escape. Ciro Immobile, ahora delantero de Lazio, ignora por completo a su novia-modelo cuando se pone frente a la consola. Algunos podrán culpar a los juegos otros al matrimonio. Ustedes sabrán.
Lo que está claro es que los videojuegos, presentes en la concentración de cualquier equipo, de cualquier país, y de cualquier categoría, son ahora una parte esencial en la vida de los futbolistas. No solo para distraerlos, también para entrenarlos. Zlatan asegura que “veía soluciones en los juegos que luego trasladé a la vida real”. Mats Hummels, central de Bayern, comparte la idea y la amplía fuera del profesionalismo. “Mucha gente usa lo que aprende en FIFA cuando está adentro de una cancha”, afirma.
Iwobi, otra vez, es el mejor ejemplo. En su adolescencia, cuando jugaba al FIFA, su equipo favorito era Barcelona porque estaba Ronaldinho. “Tenía un montón de trucos, cosas que ni él intentaba en la vida real”, recuerda. Esos firuletes virtuales que lograba con complejas combinaciones de botones después se iba al jardín de su casa para tratar de replicarlos con una número cinco. La consola fue su impulso para mejorar su técnica. “Su concepción de lo que es posible y lo que no se forjó en la fantasía”, plantea el NYTimes.
Y así como los jugadores, también los clubes han comenzado a caer bajo la influencia de los videojuegos. El punto de entrada es la estadística, la gran vedette en un programa como el Football Manager. Ese enorme simulador del fútbol, que en su versión 2017 ya incluye un futuro Brexit y todos sus dolores de cabeza, parecería ir un par de temporadas por delante de las instituciones que nos permite jugar a manejar.
En los últimos años se hizo común que equipos importantes incorporen analistas de datos a sus estructuras. “Muchas personas que trabajan en los clubes crecieron en los 90, cuando FM se volvió muy popular”, dice un directivo de la empresa de datos deportivos Opta. “La cronología entre la popularidad del juego y el uso de números en el fútbol es muy similar”, agrega. Como ustedes con sus partidas; Ancelotti, Mourinho o Sampaoli, cada vez toman más decisiones mirando una planilla de estadísticas.
El creador de FM lo confirma: “Hay gente trabajando para equipos que juegan la Champions que comenzaron recopilando información para nosotros”. Incluso, varios entrenadores contactan a sus desarrolladores para saber que opinan sobre posibles fichajes. Mientras, la empresa de datos ProZone que trabaja para ese juego lanzó un programa para buscar talentos. Aunque no es el único disponible, le auguran un éxito seguro porque su interfaz es muy familiar para cualquiera que haya jugado al FM.
La ficción ha superado a la realidad. Los jugadores completan su carrera real con una imaginaria más satisfactoria, más cercana al éxito constante. La TV nos muestra lo real desde el paradigma virtual. Los clubes se apoyan en simulaciones matemáticas para elegir jugadores. Nosotros, los consumidores, ya no esperamos al Messi real en la consola, ahora queremos ver al Messi de la Play en la realidad, siempre. Que hermoso juego el fútbol, en lo que nos tiene metidos. No parece real. ¿No?