Era muy difícil encontrar en el fútbol argentino un club con un karma tan grande como el de San Lorenzo. La Copa Libertadores lucía en las vitrinas de todos los otros equipos grandes, de algunos medianos y hasta de algún chico también. Pero no en la de San Lorenzo que, pese a su enorme historia, sentía el peso de esa carga. Y las cargadas de los rivales, claro. Edgardo Bauza fue contratado específicamente para eso, para acabar con la angustia del pueblo azulgrana. Pequeña faena…
Juan Antonio Pizzi se había dejado tentar por el dinero rápido del Valencia y abandonó a San Lorenzo después de haber ganado el título a finales del 2013. El hincha se sintió golpeado por el desplante y porque los buenos momentos que había mostrado el equipo en el torneo permitían pensar que al año siguiente la Libertadores era una opción real.
A las apuradas, los dirigentes debieron maniobrar para resolver un panorama que se había oscurecido inesperadamente. Lammens y Tinelli optaron por el pragmatismo. Bauza no era su entrenador favorito, pero el antecedente con la Liga de Quito les hizo creer que era una buena alternativa para ese momento.
El principal trabajo del Patón fue ganarse a los dirigentes, a los hinchas y cambiarles la cabeza a los futbolistas. Porque él no era Pizzi y mucho menos su estilo. Apenas llegó, el técnico aclaró que al equipo le faltaba equilibrio. O sea: ataca más y defiende menos de lo que a mí me gusta. En esa tarea, San Lorenzo sufrió mucho la primera rueda de la Copa. Pero gracias a una carambola de resultados pasó de fase con el corazón en la mano. De a poco, el equipo de Pizzi iba desapareciendo mientras surgía el de Bauza.
El resto de la historia es conocido: San Lorenzo fue campeón y Bauza merecía un monumento. La segunda parte del 2014, San Lorenzo vivió relajado y con la cabeza en el Mundial de Clubes, donde podía vérselas con el poderoso Real Madrid. Pero de tanto estar relajado y de tanto pensar en el Madrid, San Lorenzo no pudo llegar en forma a la gran cita. Le ganó con lo justo a un equipo de Nueva Zelanda y no estuvo a la altura en la final.
Bauza fue muy criticado (por nosotros también) por el planteo ante el Real Madrid porque la actitud de San Lorenzo fue la de un equipo que salió a perder por poco. Perdió por poco pero se quedó con la espina de saber qué habría pasado si hubiera jugado con un poco de valentía.
Ese partido y el de la Recopa con River empezaron a dividir las opiniones del hincha de San Lorenzo. Por un lado, los agradecidos incondicionales para los que Bauza ya era Dios y por el otro, los que se permitían discutir la manera de jugar del equipo pese al reconocimiento al técnico por lo conseguido. También pasó algo parecido con la prensa.
Y ahí fue donde se vio el verdadero estilo del Patón: afuera de la cancha y con las críticas encima después de haber logrado algo por lo que muchos hinchas de San Lorenzo habrían dado, como mínimo, un dedo. Bauza siempre explicó lo que hizo y por qué. Se podía estar de acuerdo o no, pero el tipo tenía sus razones y las contaba. Sin rencores por las críticas. Y a nosotros, que muchas veces no disfrutamos del juego de San Lorenzo (o que pensábamos que el equipo estaba para algo más), siempre disfrutamos de su dialéctica. Era aprender por qué una persona hace las cosas de una forma distinta a la que las haríamos nosotros.
Su “A ver…” para tomar impulso antes de responder cualquier pregunta no lo vamos a olvidar. Su manera de burlarse de sí mismo (ejemplo: un día, ante el cuestionamiento de un planteo defensivo, dijo “si fuera por mí pondría dos arqueros”) y de las críticas recibidas engrandecieron a Bauza. Bauza es lo que es, lo demostró en la cancha y lo confirmó en cada declaración: un tipo coherente. Con su salida ya anunciada, Boedo le regaló la ovación que merecía. El grito “que de la mano del Patón Bauza…” no fue un grito a futuro. Fue un grito de GRACIAS POR TODO, NUNCA TE VAMOS A OLVIDAR. Y a nosotros nos gustaría hacer lo mismo porque Bauza no sólo dejó un sello en San Lorenzo sino que fue un aprendizaje para todo el fútbol argentino. Por eso: ¡Gracias, Patón!