En la mesa de Un Caño suelen aparecer preocupaciones nostálgicas. Sobre todo cuando hablamos de fútbol, nos ponemos insondablemente viejos y tendemos a pensar –de manera falsa pero reconfortante- que todo tiempo pasado fue mejor. Nos calzamos los ruleros y nos quejamos. De cómo puede ser. Que ahora los futbolistas ya no tienen números del 1 al 11. Que los botines son de colores, antes eran negros y habrase visto. Que antes (¡¡¿CUÁNDO?!!) la familia podía ir al estadio.

En fin, cosas.

Esta semana uno cayó con una queja recurrente: fíjate vos, los pibes ahora cuando les preguntás de qué cuadro son, ya no te dicen de River, de Boca, de San Lorenzo o de Platense. Ni siquiera te hablan del equipo del barrio. No. Ahora te dicen directamente: “Soy del Barcelona”. Del Inter. Del Real Madrid. Del PSG. Indignación general. Cómo puede ser. Ruleros.

dSin embargo esta cuestión particular, innegable en los niños, evidenciada en los picados de la plaza (las camisetas y los pantaloncitos hoy son de equipos europeos) nos hizo pensar un poco. ¿A qué distancia le queda Boca a un chico que vive, por ejemplo, en Comodoro Rivadavia? ¿Y a qué distancia le queda el Barcelona? Están igual de lejos. Porque se ha dado un doble fenómeno: Barcelona está mucho más cerca y Boca está cada vez más lejos. No sabemos si por suerte o por desgracia. Pero es así. Y más que quejarnos podríamos razonar por qué sucede.

La primera cuestión es la cancha. El pibe de Comodoro no va a la cancha a ver a Boca. Y tampoco al Barcelona. Los dos le quedan lejos, a un avión de distancia. Pero el pibe que vive en San Nicolás, que está a unos kilómetros en auto de la Bombonera, tampoco suele ir a la cancha. Puede hacerlo alguna vez, es cierto, pero para él significaría un plan de fin de semana, recorrido largo, con algún adulto o amigos, siempre y cuando sean socios y paguen su cuota para la posibilidad de ese viaje eventual (si es que lo dejan hacerse socio, porque hay lista de espera). Y el que vive en la Boca, muchas veces, tampoco va a la cancha. Porque no hay entradas en venta salvo que tengas alguna categoría especial de socio o seas Angelici. E incluso si sos socio no podés verlo de visitante. Pero la Liga te la pasan por ESPN.

Entonces el pibe de más cerca y más lejos no va al estadio a ver a Boca ni tampoco a ver al Barça. Los mira por TV. Segunda cuestión, fundamental: hoy se ve todo en la tele. Si antes era imposible seguir la campaña de un equipo europeo, ahora es una cuestión cotidiana. Están los noventa minutos a una encendida de control remoto, de Italia, Inglaterra, España o Alemania. Muy conveniente si uno vive en San Nicolás, y ni te cuento en Comodoro.

Para colmo existen los diarios y radios online, de acá y de allá, que siguen tanto a Boca como al Barcelona. Y entonces cualquier fanático que se precie conoce las formaciones, las tácticas, los cambios, las lesiones y los avatares de su equipo. Sea argentino o extranjero. Más todavía: el fútbol de acá es más caro para ver que el fútbol de allá, porque hay que pagar el codificado. Y la prensa de acá es más difícil de consumir que la de allá, porque los diarios te obligan a registrarte y te ponen un cupo máximo de notas para leer.

Pero además, en Europa uno sigue a un equipo que normalmente mantiene sus planteles y jugadores durante muchos años, que suele tener un estilo de juego reconocible durante más tiempo y que genera otra identidad. Ideal para un niño crecer con sus ídolos, que mantienen la camiseta a lo largo de las temporadas y hacen goles siempre para él. Mientras tanto, Tevez recorre Europa, vuelve cuando quiere, se va a China –cuando quiere- y vuelve a volver cuando vuelve a querer.

bebe-bocaLa ropa deportiva es otra cuestión. ¿Cuánto sale una casaca de Boca y cuánto una del Barcelona? Básicamente lo mismo. Empate en precio. Y Messi juega en el Barcelona. Porque –se habrán dado cuenta- todavía no tocamos el tema de la calidad. Ni de los jugadores, ni de los equipos. Ni de la televisación, ni de los diarios, si a ello vamos. Ni de las camisetas. Pero podríamos hacerlo así, de paso, como para destacar lo obvio: Barcelona es mejor equipo que cualquier argentino.

La falta de un rol social real de los clubes también juega en contra de un fanático joven. Antes se podía colonizar el barrio con actividades alternativas. Hoy los clubes son equipos de fútbol con lastre: todo lo que no sea gastar en refuerzos se considera dinero desperdiciado. Las finanzas dependen de la TV y de vender a los mejores futbolistas. Y los que sólo miran fútbol prefieren un fútbol mejor: siguen, justamente por TV, a los vendidos, en lugar de a los que están por venderse.

Alguno irá por el lado del nacionalismo para decir: acá juegan compatriotas. Allá también. Y allá están los de la Selección.

Alguno irá por el lado de la herencia y me dirá: pero mi papá es de Boca, como mi abuelo y mi hermano.

Qué querés que te diga, a mi papá no le gusta el fútbol. Y acá en Comodoro vemos sólo al Barcelona.