¿Alguien vio a algún jugador de Boca ir a buscar la pelota para patear el penal en el Monumental? ¿Alguien vio a algún jugador de Boca pidiéndole a Gigliotti la pelota que había agarrado? Nosotros, no.
No es Gigliotti un delantero que nos guste especialmente. La mayoría de los que hacemos esta revista (la seguimos sintiendo así aunque seamos una web) creemos que está sobrevalorado. De hecho, después de haberle metido dos goles a Tigre charlamos sobre lo que son las circunstancias del fútbol: Gigliotti había hecho todo mal pero la estadística dirá que esa tarde metió dos goles.
Cuando vimos que él iba a patear el penal no nos pareció la mejor opción. El tema es que ningún compañero de Gigliotti se ofreció como alternativa. Igualito a un equipo que está cagado y todos sus futbolistas se esconden. Gigliotti asumió la responsabilidad. Y al asumir una responsabilidad también se asume un riesgo. Y, méritos de Barovero al margen, Gigliotti pateó muy mal el penal. Lejos de hundirse, fue el propio Gigliotti el único de Boca que estuvo cerca del gol. Tan cerca que hasta metió uno. Pero el asistente había anulado la jugada previa. Pocos jugadores dieron la talla aquella noche en Núñez. Muy pocos. ¿Ninguno?
Sin embargo, los imbéciles anónimos decidieron caerle al único que se animó a patear el penal. ¿Quiénes fueron los responsables de colgar en La Boca los pasacalles que decían “Gigliotti no merecés usar esta camiseta”? Es muy difícil no sospechar de la dirigencia, pero lo único seguro es que, los que hayan sido, en caso se poder patear un penal tan decisivo, se harían pis encima.
¿Y por qué es difícil no sospechar de la dirigencia? Luego de lo que pasó con Andrés Merlos en Lanús-Arsenal, Daniel Angelici declaró: “Si Merlos fuese empleado de una de mis empresas ya tendría el telegrama de despido en su casa”. Con esa lógica… Unas horas más tarde, el presidente aseguró: “Yo lo banco a Gigliotti. Hay que tomar la decisión de agarrar la pelota y patearlo. No se lo puede crucificar. Que se lo atajen es parte del juego”. Con la misma lógica de Angelici, él ya debería tener una colección de telegramas de despido en su hogar. El presidente de Boca ya le cayó a Riquelme, a Ledesma y, más cerca, a Bianchi porque “en los refuerzos le hicimos demasiado caso al entrenador”. De hacerse cargo de una seguidilla de torneos sin festejos, ni mu.
Los imbéciles anónimos decidieron caerle al único que se animó a patear el penal. ¿Quiénes fueron los responsables de colgar en La Boca los pasacalles que decían “Gigliotti no merecés usar esta camiseta”? Es muy difícil no sospechar de la dirigencia, pero lo único seguro es que, los que hayan sido, en caso se poder patear un penal tan decisivo, se harían pis encima
Tres días después de haber vivido una de las noches más gloriosas de los últimos tiempos, el hincha de River volvió a su cancha para jugar por el torneo local. Exigente y desagradecido, no bancó ni a los propios pibes del club cuando River no podía ganarle a Banfield. Y uno de los blancos fáciles fue Augusto Solari.
El pibe fue tan decisivo en ataque como en defensa. Se mandó un cagadón al voltear a Bertolo adentro del área pero antes le sirvió el gol a Carlos Sánchez. En el segundo tiempo, Gallardo, para intentar dar vuelta el resultado, lo mandó a jugar de 4 cuando Solari es 8. ¿Es responsable el Muñeco? Claro que no. Fue una decisión valiente del entrenador porque había que arriesgar, pero parte de arriesgar tenía que ver con que Augusto hiciera algo que no está acostumbrado.
Lejos de bajonearse por los murmullos que escuchaba cada vez que tocaba la pelota, Solari se mandó la jugada del partido (con permiso de Bertolo) para que Bianchi Arce, un defensor, le cometiera un penal tan tonto como el que él había cometido. Y, sobre todo, para que River ganara un partido que se le había complicado y lo dejaba afuera de la pelea una fecha antes cuando parecía que iba a ganar el torneo (no perderlo) tres fechas antes.
Los necios, los que nunca se equivocan, los que son los mejores en sus trabajos, los genios de las redes sociales… En fin, los imbéciles anónimos, se la agarraron con un pibe del club que trata de hacer lo mejor que puede. Pero no, ellos, escudados en la masa, seguramente lo harían mucho mejor. Porque desde afuera somos todos cracks.
Por esto, Solari festejó su gran jugada solo, agitando sus brazos con los puños apretados. No quiso saber nada de la gente. Fue un merecido desahogo ante tanta estupidez. Una estupidez que no sabe nada de camisetas.