Que el Bambino Pons te parezca gracioso, vaya y pase. Ahora, si te tomás en serio lo que dice, estás de acuerdo y encima lo festejás, entonces revisá tus gustos porque, probablemente, el fútbol no te guste mucho. Ni hablar de que lo entiendas.
El otro día se nos quedó la tele en Fox Sports (después de ver la Champions, porque si no es por fútbol o tenis en vivo esa cadena no sirve para mucho) y pescamos un noticiero con unos periodistas que criticaban a un equipo que salía jugando y le robaban la pelota. Ellos, que se creían graciosos, parafraseaban a su mentor Pons: “Ay, no entienden que no se sale jugando, hay que sacarla lo más lejos posible”, decían estos (in)comunicadores.
Nosotros estamos del lado de Paco Jémez. ¿De quién?, se preguntarán esos periodistas de Fox. Es el entrenador del Rayo Vallecano, que, con un presupuesto limitadísimo, intenta jugar, jugar y jugar. Y para muestra vale una anécdota.
“Para sacar el balón jugado hace falta un adiestramiento y un convencimiento. Me decía un ex compañero: “¿Cómo le has enseñado a Toño (el arquero) a jugar con los pies en tan poco tiempo?”. Y no es una cuestión de que yo le haya enseñado a jugar con los pies. La cuestión es que en los sitios donde ha estado nadie le ha exigido a Toño que haga lo que está haciendo ahora. Al final es un tema más de convicción. Es muy sencillo. Yo le digo: “Mira, Toño, cada vez que te llega el balón lo tenemos nosotros. ¿Verdad?”. “Sí”. “Pues cada vez que le pegas para arriba, ¿de quién es el balón?”. “Pues no lo sé”. “¿A que tampoco sabes cuál es el balón que te va a costar el partido y cuál el que te va a hacer ganar? Entonces cuidaremos todos los balones que tengamos”. “¿Pero y si fallo el pase?”. “Ese es un riesgo que tenemos que correr. Los partidos se pierden de cualquier manera. Es más: se pierden más regalando balones con pelotazos largos que perdiéndolos por un pase mal dado. Porque si tú miras el cómputo general del año, los goles que nos hacen por errores nuestros en la salida del balón no son ni el 5 por ciento de los goles que recibimos. Cometemos unos siete errores en el año y nos cuestan tres o cuatro goles. No es una cantidad como para que nos planteemos que esto nos está llevando a la ruina”.
Ahora volvamos a la Argentina. ¿Cómo llegó Olimpo al empate en el Monumental? Muy fácil: por la pifia de Funes Mori, es la respuesta sencilla y evidente. Sin embargo, si repasamos lo que sucedió antes, podemos entender que hay otro responsable: Maidana. River venía controlando la pelota sin mayores apuros. Olimpo ni lo presionaba. Pero Maidana, de pronto, parece que se cansó de tenerla y, aunque tenía opciones de pase, prefirió rifarla. Justo lo que decía Jémez. “Cada vez que le pegas para arriba, ¿de quién es el balón? Pues no lo sé”. Y fue de Olimpo, que con un simple cabezazo de su marcador central terminó dando una asistencia.
Acá lo pueden ver para tenerlo más claro.
Y terminó siendo un justo castigo para un equipo que traicionó sus convicciones. El tema es ¿por qué? Depende de cuál sea la respuesta, River seguirá siendo el equipo que enamoró o el que nos aburre por la monotonía de la convivencia. Lo explica Menotti: “Un entrenador genera una idea, luego tiene que convencer de que esa idea es la que lo va a acompañar a buscar la eficacia, después tiene que encontrar en el jugador el compromiso de que cuando venga la adversidad no traicionemos la idea”.
Ah, de paso, que les quede claro: por sacarla a cualquier lado no vas a ganar nada.