Está claro que la final de Copa Argentina entre Boca y Rosario Central sigue generando comentarios en la mayor parte de las mesas de café en las que se habla de fútbol. El tema, prácticamente inevitable, es la justicia, o la injusticia encarnada en la persona del árbitro Diego Ceballos.

De las muchas opiniones vertidas en los medios, la que más nos llama la atención en Un Caño es la que asegura que Boca no tuvo nada que ver, como si los jugadores no pudieran intervenir en las decisiones del juez. ¿Acaso en los picados de barrio no se llega a un acuerdo entre partes, sin réferi y con intereses en juego desde ambas partes?

Los futbolistas se cansan de reclamar cuando sienten que son perjudicados por un fallo en contra. Sin embargo, cuando les regalan un cobro a favor, se quedan bien callados y perjudican al rival.

No es cuestión de caerle a Boca, solamente. El hecho es universal en el fútbol argentino, y bien podría aplicarse a Rosario Central en el partido de campeonato frente a Boca: tras una agresión al DT del rival, los hombres del Canalla pidieron calma a su estadio, en lugar de levantar todo e irse a los vestuarios como bien podrían haber hecho en solidaridad con Arruabarrena y en repudio al loco que entró a tirarle una camiseta. Lo mismo podría decirse del momento en que Central enfrentó a Tigre, por el Torneo de 30 equipos: cuando a Gustavo Alfaro le embocaron una piedra en la cabeza, el plantel rosarino le mostró su apoyo a medias y dijo: “Que decida él si seguimos”. Una locura avalada por el árbitro: ese duelo debió haberse suspendido, posiblemente desde una iniciativa de los futbolistas.

Pero es así: mientras sea a favor, la trampa sirve, la ayudita sirve, la continuidad del juego se defiende.

¿Queda alguna esperanza de juego limpio en el fútbol profesional? Nosotros creemos que sí, y pensamos en casos concretos. En marzo del año pasado, sin ir más lejos, un jugador de Wolfsburgo se cayó en el área al trabar con un defensor del Núremberg. El árbitro cobró penal, ante la indignación del supuesto agresor, que no lo había tocado. Lejos de aprovecharse de esa situación, el delantero –de nombre Aaron Hunt- enseguida se levantó y le dijo al colegiado que no era falta. El defensor se acercó a felicitar su gesto. También los compañeros de equipo. El defensor en cuestión era nada menos que Javier Pinola, el hombre de Central que estuvo en la cancha cuando Peruzzi cayó fuera del área y Lodeiro festejó su gol tras el penal mal cobrado haciendo la seña de silencio a las tribunas. Lo pueden ver en este video, con los pelos para arriba.

Dirán que no es lo mismo, porque el árbitro ya había cobrado el penal para Boca. ¿Qué querían que hiciera Lodeiro, que lo tirara afuera? Bueno, no era una mala idea. Acá un par de ejemplos.

Claro que bien podría haber sucedido lo que alguna vez ocurrió con Robbie Fowler en Liverpool, que aceptó que no fue penal uno que le cobraron, pero igual lo pateó como si hubiera sido.

Algunos colegas cínicos aseguran que, incluso si un jugador boquense se acercaba a decirle a Ceballos que en realidad el penal no había sido, penal, el árbitro se habría escudado en una frase para justificar la para nada nimia cuestión reglamentario-monetaria: “Ya cobré”.

Una última historia para graficar cómo viene cambiando el fútbol. En 1999, Arsenal jugó un partido de FA Cup contra Sheffield United. Los muchachos de Sheffield tiraron una pelota afuera para que atendieran a un jugador, un hombre del Arsenal intentó devolverla, pero el nigeriano Nkwanko Kanu –debutante en el fútbol inglés- fue a buscar la bola y mandó un centro que terminó en el 2-1 de Arsenal, para vergüenza de sus compañeros e indignación de sus rivales.

El DT de entonces y de ahora en los Gunners, Arsene Wenger, arregló ahí mismo que se repitiera el partido. Lo jugaron de vuelta. Lo volvió a ganar el Arsenal.

El entrenador del Sheffield, Steve Bruce, destacó lo hecho por el rival y dijo: “Me parece muy noble, y no querían ganar el partido así”.

Ahí parece estar la clave. ¿Boca quería ganar el partido así?

Bueno, en la última fecha de Champions League, Arsenal jugó con Bayern Múnich y Mesut Özil empujó con la mano una pelota que terminó dentro del arco de los alemanes. El teutón del Arsenal lo festejó a lo loco, antes de darse cuenta de que el árbitro lo había anulado. Los del equipo inglés intentaron protestar.

En el banco, Wenger no dijo una palabra. Se ve que el tiempo pasa y el fútbol cambia.