Dejemos en claro lo obvio: esta Bolivia no está en condiciones de competir con Argentina de igual a igual ni aunque juegue con 13 jugadores. Muy pero muy rápido todo el mundo (incluidos los americanos que todavía no le encuentran la vuelta a este deporte) se dio cuenta de que el rival de la Selección era una sombra. Que, probablemente, un picado entre los propios futbolistas argentinos podía ser más productivo que un partido chatarra contra Bolivia. Pese a esta realidad tan contundente se puede sacar una conclusión.
Mascherano se va a retirar de la Selección cuando él quiera. Ningún técnico va a tener el valor ni el buen gusto para sacarlo del equipo. En un tiempo, el primero, Kranevitter demostró el ritmo que debe imponer un número 5 en un equipo que se precie de tal. Cuando está Mascherano, sus compañeros se sienten obligados a pasársela. Y rara vez Mascherano aclara alguna jugada, cuando no se entretiene demasiado con la pelota. Kranevitter, desde la humildad del “nuevo”, supo cómo ir para acá, cómo ir para allá y también cómo ser profundo. Es cierto: un socio como Banega fue fundamental para esa tarea.
En ese tándem se vio un poquito de fútbol argentino. Y no hablamos sólo de este partido sino de toda la primera ronda. El contraataque fue el arma para ganarle a Chile y Messi, sólo Messi, armó la goleada contra Panamá. Pero…
¿Dónde están los delanteros de Argentina? Agüero fue titular por primera vez y jugó de cualquier cosa menos de 9. Higuaín, mientras, parece haber dejado todo lo que sabe en Napoles. Entonces, cuando llegan los goles, llegan de cualquier manera menos como tienen que llegar. Porque en esta Copa América la Selección tiene más gol que juego.
Con Brasil y Uruguay afuera y un fixture que parece de lo más accesible, Argentina quedó como el gran candidato para llevarse el torneo. Por ahora sólo porque se llama Argentina y porque tiene nombres de sobra. ¿Habrá tiempo para que esos nombres se transformen en los futbolistas que suelen ser y entre todos armen un equipo?