Hace apenas tres años Gastón Cogorno era elegido presidente de Racing y decía: “Quiero agradecer a Molina porque confió en mí”. Eran tiempos donde una parte no menor del periodismo nos mostraba a estos dos señores como la nueva generación política. Dos años después, Rodolfo Molina intentó un golpe de estado. Fueron varios días de papelón institucional, con mensajes cruzados a través de los medios y de las redes sociales, que terminó con los dos afuera del club y con Víctor Blanco, que era el vice segundo, como presidente.
Antes se habían ido Zubeldía (a quien le confiaron un proyecto re serio que duró… cinco partidos) y Fabián Ayala, que hizo las veces de un manager con piolines de títere. Ya casi nadie se acuerda del paso de Ischia porque duró menos que un pancho (“los jugadores no me entienden”, fue generoso el Pelado en su despedida). Blanco, recién llegado, buscó al nombre fácil para ahorrarse por un tiempo cualquier puteada: Mostaza Merlo. Lo que terminó pasando entre el técnico y los hinchas (porque el equipo jugó a nada) fue parecido a lo que pasó con Bianchi en Boca. Y la salida fue inevitable pese a que Merlo intentó maquillar su performance porque había salvado al equipo del descenso y para eso lo habían traído.
Igual que River y Boca, en Racing quisieron acabar con el viejazo y apuntaron, una vez que se les cayó Gareca para irse al Palmeiras (de donde ya lo echaron), tres nombres de la nueva camada: Arruabarrena, Gallardo y Cocca. Paradojas del fútbol, los dos primeros están en Boca y en River y Racing se quedó con un entrenador que supo darle un estilo a Defensa y Justicia: un estilo y, claro, resultados, ya que ascendió muy cómodo.
A priori, parecía una buena jugada. Si le sumamos la vuelta de Diego Milito y un buen puñado de refuerzos, había motivos para creer que, con cierto tiempo, de ahí podía surgir algo bueno. Sin embargo, antes de que el equipo saliera a la cancha, ya se habían enturbiado las aguas. Christian Bragarnik, el representante de Cocca, también representaba a unos cuantos jugadores que; oh, casualidad; eran del gusto de Cocca. Los medios, nosotros incluidos, contamos esta historia que, finalmente, no fue tan grande como parecía. De los futbolistas que se nombraron como posibles refuerzos, varios se cayeron (el colombiano Humberto Osorio, Damián Pérez, Bertoglio…) y sólo Acevedo y Bou (y Cocca) son los que cargan con la responsabilidad de compartir representante.
A ver: ¿está bien esto? No es prolijo, pero mal no está. ¿Los jugadores sirven o son unos paquetes? Nuestra humilde opinión es que Acevedo en Defensa y Justicia mostró cualidades de un buen 5 mixto y que a Bou, en Olimpo, lo vimos jugar de bien a muy bien. Dicho esto, para acabar definitivamente con el tema, Cocca debió salir a cortarlo de cuajo públicamente lo más pronto posible. Hoy, cuando las cosas no salen, los medios sacan a relucir este tema y cualquiera no muy informado cree que absolutamente todos los jugadores de Racing son representados por el mismo empresario que, a su vez, es el representante del entrenador. Repetimos: son sólo dos.
Como todo en esta vida, los resultados hacen olvidar los malos asuntos. Racing arrancó el torneo con dos victorias como para, esta vez sí, ilusionarse. Pero a la primera aparición masiva de sus jugadores sacando chapa en los medios, llegó Tigre para pegarle cuatro cachetazos y bajarle el copete. Inmediatamente, una ayuda arbitral de las que sirven le permitió a Racing ganarle a Arsenal antes del clásico. Había vuelto la paz… Pero como esto es Racing, si las cosas van bien para qué vamos a dejar que sigan bien si las podemos empeorar, podría inventarse Murphy una nueva ley académica. Previo al clásico, Cocca no tuvo mejor idea que no ponerle filtro a sus pensamientos. Dijo algo así como que prefería perder con Independiente si después iba a pelear el torneo. Pensemos un poco: ¿está mal el razonamiento? No. ¿Tenía sentido decirlo? Tampoco. Fue una boludez grande como el Cilindro. Porque el clásico para los hinchas es sagrado pero, fundamentalmente, porque nadie le puede asegurar que por perder el clásico luego fuera a pelear el campeonato.
Aunque el técnico salió rápidamente a aclarar que lo que había querido decir era… bla bla bla… El daño en el corazón de la gente ya estaba hecho. ¿Significó esa frase que Racing saliera a jugar con Independiente para perder? Obvio que no. Pero perdió. Y pese a que el arbitraje esta vez lo perjudicó, los hinchas estaban tan calientes con el referí como con su técnico. O sea: cuando Cocca debió hablar, no lo hizo. Cuando debió cerrar la boca, la abrió bien grande. Sin hablar de méritos futboleros, al entrenador se le fue medio tanque de crédito por cómo se manejó (o no) con los micrófonos.
Racing arrancó el partido contra Lanús con distintas banderas en las tribunas. Hubo frases para Saja, para Cocca y para el equipo en general. A nosotros, menos pasionales, no nos parece la mejor forma de protestar, mucho menos antes de un partido por los puntos. Es como llamar a pudrirla. Y a veces, sin mucha explicación lógica, se juntan un cúmulo de cosas que transforman lo bueno en malo. Racing metió, al minuto, un golazo que si lo hiciera el River de estos días todavía le estaríamos contando la cantidad de toques. Racing jugaba más o menos bien y justificaba el 1 a 0. Podrían haberle dado uno de esos penales que no se suelen dar (agarrón a Lollo) y no se lo dieron. Debieron darle un penalazo por falta a Centurión y tampoco. Y acá queremos detenernos unas líneas. Hasta el socio más joven de Racing sabe que Centurión se suele tirar. Sin embargo, en este caso es preocupante la inutilidad de Merlos porque la forma de caer del delantero no te puede hacer creer en una simulación (y si lo creyó “se olvidó” de mostrarle la amarilla, que hubiese sido expulsión porque ya tenía otra por festejar sacándose la camiseta (una tontería que es capítulo para otro día)).
Seguimos con el cuentito de final cantado titulado “Esto es Racing”. A la jugada siguiente, Díaz hace un penal que ni un nene de guardería y unos minutos más tarde González emboca un zapallazo. Racing estaba para irse al descanso 2-0, pero siempre le aparece algo para torcerle el destino. Aunque perdió a Hauche por lesión, jugó un buen segundo tiempo y mereció, mínimo, empatar. Pero en vez de empatar, Romero le metió el tercero en un contraataque fulminante. ¿Cambió algo ese gol? No en los números, pero sí en las sensaciones. Hace que todo se vea peor y hasta en algunos medios hasta se habla de crisis. No nos parece que sea para tanto, pero sería contradecir al mismo Racing, que parece empeñado en destrozar cualquier esperanza.