Tal como nos ha sido impuesta, la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Para soportarla, no podemos pasarnos sin lenitivos. Los hay quizá de tres especies: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas que la reducen; narcóticos que nos tornan insensibles a ella. Alguno cualquiera de estos remedios nos es indispensable. Sigmund Freud, El Malestar de la Cultura.
En el párrafo siguiente de este libro, Freud escribe que “el más crudo, pero también el más efectivo de los métodos destinados a producir tal modificación es el químico”. Claro que para los que manejan el mundo fomentar la intoxicación entre la población no es una opción. Son ellos los que deciden qué se puede y qué no. Por eso, aunque ya esté comprobado que el tabaco le hace más daño al organismo que la marihuana, el tabaco es legal y la marihuana, no. Todo será hasta que las tabacaleras sean también marihuaneras.
Volvamos a Freud y a su primera opción para poder soportar la vida: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria. Eso es el Mundial, ni más ni menos. Todo lo que suceda durante el Mundial será menos noticia. Lo que sea. Porque mientras haya Mundial, es (casi) lo único que importa. Acá y en cualquier parte del mundo. Pensemos: ¿cuántos mexicanos vieron el partido de octavos con Holanda? Todos. ¿Y cuántos holandeses? Lo mismo: todos. Y así la respuesta siempre sería la misma, con cualquier partido. Es el Mundial. El Mundial es una droga.
El tachero puede estar con las manos en el volante diez horas, pescar nada más que tres viajes y terminar el día en negativo. Pero cuando se suba a su auto después de una victoria de Argentina, lo hará más feliz. Hasta tocará bocina para celebrar, probablemente. Su vida seguirá siendo la misma, pero la droga Mundial se la hace ver de otra manera. Igual le pasará a la enfermera, al periodista, al mozo o al empresario.
Un mes cada cuatro años, casi una nada dentro de una vida, nos olvidamos de que los poderosos del mundo (las petroleras, el sistema financiero, los laboratorios, el Vaticano, la FIFA, Hollywood…) tienen todo montado en beneficio propio. Se trabaja cinco días y se descansa dos (aunque en muchos casos son seis y uno). Se trabaja once meses y se descansa uno (con mucha suerte). Se cobra menos de lo que se merece. Pero nada de eso importará. Porque hay fútbol. Porque hay Mundial. Porque estamos drogados.