La imagen de Eylan Kurdi, las patitas flacas y la ironía de su inercia con las zapatillas puestas, nos llama a confrontar la basura cotidiana de la derecha berreta y abrumadora en la Europa atontada de racismo y ajustes perversos. De la Europa entregada con resignación a la progresión infinita del recorte digital de la vida, con la potencia de una foto, huella de un periodista que decidió dejar un testimonio “heroico” tras haber fracasado en ayudar en los intentos de revivir al pibito.
Como sostiene Horacio González: “No para declarar el triunfo final de la imagen, sino para descubrir también qué tiene la foto en su peculiar lenguaje, que nos llama también a revisar procedimientos de la conciencia política colectiva, así como ella también –en tanto foto– es un procedimiento de la conciencia de los medios de comunicación”.
Para no salir del barrio ni alejarnos tanto de la pelota, tomemos dos ejemplos que hacen resonar la muerte de un niño con el festival de golpismo perverso y corrupción infame de nuestra derecha, tan berreta como la europea, que suelta globos amarillos y bate cacerolas que nunca besaron el fuego.
El niño sirio se parece tanto a los pequeños que manosea y utiliza en sus spots el ex presidente de Boca -que predican obscenamente el trabajo infantil y la explotación burda- ; más preocupado por el honor de su socio, el comentarista de Nueva Chicago, abastecido con dineros públicos en el pasado, el presente ¿y el futuro? que por tres negritos del sur profundo de la ciudad de Buenos Aires.
Historia conocida, aquí y allí: el éxito de los negocios privados es la sublimación de pretéritos saqueos de fondos públicos. El éxito así entendido es la única garantía de distinción de una derecha que ya no produce a Borges ni a Victoria Ocampo, tan sólo hinchas VIP que se diferencian del resto por cuán altas son sus llantas y por cuántas manzanitas exhiben sus dispositivos electrónicos.
Probablemente, el gesto de algunos jugadores del Bayern Münich, con Javi Martínez a la cabeza, yendo a saludar a los refugiados sirios y afganos nos suene extraño en nuestro planeta redondo, en el que los jugadores prefieren visitar a los barras en los garajes de hoteles de Puerto Madero.
Los refugiados huyen de las secuelas del terrorismo que los países de Europa se ufanan en combatir, con mucha más liviandad para asignar fondos a presupuestos de armas y guerra total que a la ayuda humanitaria a las víctimas de los victimarios terroristas. Y nadie se puede hacer el distraído. ¿Era necesaria aquella foto para sensibilizar? No. Antes también era una tragedia.