El programa Fútbol para Todos ya tiene redactada su partida de defunción. Su deceso está pautado para el 1° de enero de 2017. Así termina una forma horizontal de transmitir el fútbol. Como escuché alguna vez por radio, en este último lustro daba lo mismo ser un jeque árabe alojado en el Four Season que ser un cosechero en el medio del campo para tener garantizado el derecho de ver fútbol. Era igual para ambos sujetos. Los dos podían disfrutarlo por el mismo precio: cero. No importaba demasiado la gordura de la billetera de uno y la flacura de la del otro. El jeque se ahorraba 18 dólares de sus 500 millones de patrimonio. El cosechero no gastaba 300 pesos de su magro salario de 8 mil por mes. ¿Para quién era el beneficio mayor?
Debo hacer una salvedad. Cuando escuché esa reflexión no se la hacía para defender a Fútbol para Todos sino para criticarlo. Era una aberración que ambos no pagaran, se decía. Y la aberración se debía subsanar. El Estado, se agregaba, no podía subsidiar a un jeque árabe. El detalle, es que ese mal menor beneficiaba también al cosechero. El jeque árabe se ahorraba el 0,0000038 por ciento de su patrimonio, el cosechero no gastaba el 3,75 por ciento de su presupuesto mensual. ¿A quién le costaba más pagar para ver un partido de Boca?
Bueno, ahora el tema estará solucionado: desde el 1° de enero pagarán los dos. El jeque podrá hacerlo. El cosechero verá si llega a fin de mes. Porque su prioridad será comer. Ya que el fútbol gratis, frente a las otras urgencias, obviamente, es una soberana pelotudez. Y el Estado ya no estará presente para subsanar una carencia. ¿Por qué debería hacerlo? ¿Es necesario? ¿Sabés cuántas escuelas se puede hacer con los mil 800 millones que de destinaban a que la gente más humilde (y el jeque) pudieran ver fútbol gratis? Un montón. Ponele 50. O sea que dentro de tres años, cuando termine el Gobierno de Cambiemos, tendremos 150 escuelas nuevitas, todas nacidas del ahorro de la plata que se gastaba en esa estupidez del fútbol.
Alguien se preguntará: ¿y la equiparación de derechos? Y la respuesta será la misma que escuchamos para tantísimas otras cosas: vivimos en una sociedad capitalista. O el Gobierno está para ocuparse de las cosas importantes. ¿Quién dijo que era importante que la familia se juntara frente a la tele para ver Boca-River?
Como el capitalismo manda, por suerte ahora se van a ahorrar mil 800 millones de pesos al año del erario público para destinarlo a otras prioridades. Por ejemplo a paliar el agujero que dejaron los 16 mil millones de pesos que dejó de recibir el Estado por haber quitado y/o bajado las retenciones a los sectores concentrados del campo. O los 3 mil 500 millones de pesos que ya no pagan las empresas mineras de impuestos. O para cancelar los 247 mil millones de pesos de intereses de la nueva deuda externa que creció en 10 mil millones dólares en un año. Pero como, ¿no era para escuelas? ¿O para hospitales? ¿Acaso viviendas? ¿Caminos? Bueno, bueno. Ya veremos. Hay otras urgencias. Siempre hay otras urgencias.
Ya se anunció que un abono de cable estará entre los 200 y los 400 pesos por mes, en el mejor de los casos y con viento a favor. Se calcula que el 70 por ciento de la gente que ve fútbol, lo podrá pagar. Se dice que son los mismos que hoy tienen cable. El 30 por ciento de la población se quedará afuera del asunto. Porque el cable no llega a su zona de influencia o por no poder pagarlo. Otra vez lo decimos: es el precio del capitalismo. ¿A alguien le importa ese 30 por ciento? No. A nadie. Especialmente porque nosotros, los periodistas, los comunicadores, estamos entre los que podremos pagar. Opinamos con la panza llena. Opinamos desde la habitación lindante con la del jeque árabe en el Four Season y nos olvidamos del cosechero que está en el medio del campo poniendo el lomo y que, dicho sea de paso, tampoco se benefició con la quita de retenciones.