Quizá la contraposición con su padrino y mentor –el desbordante Marcelo Bielsa–, lo silenció desde el vamos. Al lado del ex entrenador del Olympique de Marsella, cualquiera parece tímido, inexpresivo. Así que Claudio Vivas, mientras secundaba al Loco en la Selección en calidad de asistente, alimentaba el misterio sobre sus dotes. Parco, refugiado en la monumentalidad de su jefe, se minimizó voluntariamente y fue difícil no sólo saber qué pensaba sino de dónde había salido.
Si Bielsa lo había elegido como interlocutor desde las épocas de Newell’s, debía ser una enciclopedia táctica. Además, si sobrellevaba sin crisis una compañía volcánica y, a los ojos del vulgo, por momentos caprichosa, el tipo sin duda había pasado por las cátedras más insignes de Psicología.
Con el tiempo, y una vez que Bielsa lo echó a volar, supimos algo más. Hizo un trabajo que muchos juzgan brillante en las inferiores de Estudiantes entre 2004 y 2007. Leo por ahí que treinta de esos jóvenes llegaron a Primera, muchos están en Europa y dos, Marcos Rojo y Federico Fernández, jugaron el último Mundial. Luego se lanzó a Primera. La suerte, en la Argentina y en el extranjero, fue regularcita. Las explicaciones quizá sean mixtas: un poco los resultados y otro tanto –otro mucho– una personalidad reticente a las exigencias de carisma, casi apagada. Eso sí, profesional y sincera. El anti Caruso Lombardi. Es difícil creer que Vivas la pasara bien en el banco de Argentinos o de Racing.
Finalmente Banfield lo devolvió a su territorio familiar, el fútbol de inferiores. Y Vivas, cuya inteligencia le impide perder de vista sus verdaderas condiciones y los lugares propicios para ejercerlas, se comprometió con la especialidad. Se decidió a ser formador de chicos, lo que para muchos sería un retroceso. Si no un consuelo de loser. Porque no olvidemos que la educación –al igual que en el pavimento político– encabeza los discursos pero cede vertiginosamente su valor a la hora de los hechos.
Para demostrar que su elección por la docencia no es chamuyo, ahora que conduce con buen paso a los mayores por la salida de Matías Almeyda, ratificó que su rol es pasajero. Regresará a las inferiores a fin de año. De hecho, al tiempo que entrena a la Primera, asiste a los partidos de las divisiones menores y, según reveló a un medio partidario, también elabora la lista de jugadores libres. Con prudente anticipación para que los chicos que no sigan en el club “puedan tener tiempo suficiente para encontrar alternativas”.
La biografía de Vivas parece una incesante búsqueda del lugar propio. De joven, revistaba en Newell’s pero se sabía un futbolista mediocre. Sólo estaba allí para contentar a su padre, un reconocido dirigente cercano al semillero. El propio Vivas hizo famosa la escena en la que Bielsa se acercó para decirle lo que todos le ocultaban debido a las resonancias políticas de su apellido: que le daban la baja. Lejos de frustrarse, Vivas agradeció la liberación y se puso a estudiar.
Al cobijo de un gurú como el Loco, el camino cantado era la dirección técnica. Un próspero derrotero sembrado con la verba científica del gran Marcelo. Pero no. “En Argentina me ha ido mucho mejor como formador de juveniles que con equipos de Primera. En las inferiores de Banfield estoy muy contento. No me siento incómodo, pero no tengo intenciones de quedarme en el plantel profesional. Debo volver al lugar que me corresponde”, le dijo a la página Banfield Ponga Juego hace unos días. Donde otros ven una transición o un mero rebusque, Vivas encuentra su meta. Un tipo raro, ¿no? Y necesario.