En octubre de 2012, cuando las Eliminatorias europeas recién comenzaban, esta revista lanzó una advertencia: cuidado con Bélgica. En una nota titulada “La auténtica revolución belga”, enumeramos las virtudes de una generación que tenía todo para asombrar al mundo en el corto plazo. Casi dos años más tarde, la amenaza se cumplió y los Diablos Rojos llegan al Mundial como una de las Selecciones que todos quieren ver. A pesar de esto, y justo antes de la Copa del Mundo, llegó el momento de que Un Caño se baje de este barco que acompañó desde el principio: Bélgica no brillará en Brasil.
Sí, vimos la concepción de la criatura, la acompañamos en sus primeros pasos y disfrutamos con su crecimiento, sin embargo, no creemos que este sea el momento del Seleccionado belga. Además, aquello que podía ser una revelación ya es imposible que lo sea, porque a esta altura, y con todo lo que se habló, nadie se sorprendería con una buena campaña de Bélgica. O sea, sería una especie de oxímoron: una sorpresa que todos esperan.
Así las cosas, Un Caño le suelta la mano a Bélgica. Pero no sólo para ir contra de la corriente -aunque también para eso-, sino por varias razones futbolísticas: varios de sus mejores jugadores llegan cansados tras la exigente temporada europea; uno de sus delanteros titulares se perderá el Mundial; se espera un cruce de octavos de final muy complicado y Marc Wilmots no parece haber encontrado un funcionamiento acorde al nivel individual del equipo.
Es verdad que todos los equipos afrontan y afrontarán muchos problemas físicos. La temporada es larga y extenuante y casi no hay tiempo de descanso antes del Mundial. Quizás la tarea más importante de los preparadores físicos y de los entrenadores es encontrar un esquema de trabajo que no les exija aún más a los futbolistas y que sea efectivo. Volviendo al caso puntual de Bélgica, muchos de sus jugadores llegan con una cantidad de partidos muy grande y eso puede pesar en Brasil.
Christian Benteke era, hasta su rotura del tendón de Aquiles, el delantero más peligroso de los Diablos Rojos. Su baja es un problema grave para Wilmots, a pesar de que parece haber encontrado en Romelu Lukaku un reemplazante de categoría. Benteke tenía experiencia y ya había demostrado toda su capacidad goleadora en el equipo nacional, algo que Lukaku todavía no hizo. Además, el hombre de Everton podía ser un recambio de lujo, y ahora deberá jugar desde el inicio. Parece una dificultad menor, pero en realidad es algo para tener muy en cuenta.
Bélgica tuvo suerte en el sorteo mundialista, de eso no hay dudas. Cayó en el grupo H, el que todas las cabezas de serie esperaban por los pocos viajes a realizar, y además tendrá dos rivales “accesibles” y a un europeo duro pero ganable. Argelia no parece ser un adversario capaz de poner en aprietos a casi nadie, Corea del Sur ha mejorado su nivel año tras año pero no llega en su mejor momento y Rusia podría complicar a cualquiera, pero no es temible ni mucho menos. Ahora bien, en octavos de final el adversario no saldría de Alemania, Ghana, Estados Unidos o Portugal, cuatro Selecciones de buen nivel que llegaría fortalecidos tras haber superado el grupo más duro de la Copa. Es decir que los octavos de final serían una parada de muchísimo riesgo para nuestros queridos belgas.
Por último, el funcionamiento. Parece ser el punto más discutible, porque no hay que ser un sabio para darse cuenta que Bélgica juega bien. Y a veces muy bien. Sin embargo, nos queda un sabor a poco cuando vemos al equipo de Wilmots. Creemos que puede demostrar aún mucho más. Por eso pensamos que en Brasil no se verá lo mejor de esta generación. Que incluso podría decepcionar a la multitud que espera verla en el mismo lugar en el que estuvo Obdulio Varela hace 64 años. Para ver a la revolución belga habrá que esperar cuatro años más.