Las agencias de apuestas lo dan como amplio favorito al Real Madrid. El equipo paga 1,10 aproximadamente. Es decir, si pones 100 pesos y los españoles ganan, te llevás 110. El empate ronda los 8 pesos. Y San Lorenzo paga entre 18 y 29, depende de la casa de apuestas que elijas. O sea, si apostás 100 pesos y gana San Lorenzo, cobrás entre 1800 y 2900 pesos.

Es verdad. Real Madrid es favorito. No hay con qué darle al diagnóstico. Es mejor equipo, posee individualidades de gran nivel y, para como, está en un gran momento. San Lorenzo llega disminuido y tiene muy pocas chances de superar a su adversario.

Dicho esto, no quiero dejar pasar una frase de Sergio Ramos: “¿San Lorenzo es el equipo del Papa? Bueno, Real Madrid es el equipo de Dios y del mundo”, dijo el día anterior a la final.

Si hay algo que no tiene lugar en el deporte, y tal vez mucho menos en el fútbol, son las actitudes soberbias. Los que se saben superiores nunca cancherean. Nunca se jactan de su grandeza, de su capacidad, de su talento. Sergio Ramos cometió una torpeza. Juega en un gran equipo y tiene todo para ganar, pero los partidos se ganan en la cancha, nunca fuera de ella.

Soy uno de los que piensan que este San Lorenzo sólo le puede ganar al Real Madrid un partido en cien. Pero todos deben saber, y especialmente Sergio Ramos, que es uno por ciento existe. Que los jugadores del Real Madrid, más allá de sus habilidades, son falibles, son humanos. Y que los de San Lorenzo, más allá de sus problemas, son hombres que van a vender cara la derrota.

Estamos a muy pocas horas de la final del Mundial de clubes. Todos esperamos ansiosos un partido que tranquilamente puede cambiar la historia de San Lorenzo. Es difícil, casi imposible. Pero la historia de la humanidad está plagada de misiones imposibles que alguna vez culminaron con éxito. San Lorenzo tiene a la mano su cita con el destino. Y la oportunidad de cerrarle la boca al soberbio de Sergio Ramos.