Ya con la derrota digerida, podemos empezar a elaborar ciertas explicaciones de lo ocurrido ante Croacia. Eso sí, aclaramos, no vamos a patear al caído. Si buscan sangre, vayan a otra parte. No es el estilo de esta revista. Trataremos de pensar sin dejarnos llevar por las emociones violentas.
Antes que nada, digamos que la derrota de Argentina no fue sólo por los errores cometidos durante ese partido. La pifia de Caballero, la ausencia sin aviso de Messi, los problemas defensivos, la falta de coordinación en el medio y la soledad de Agüero en el ataque son preexistentes al 0-3.
Por supuesto que se exhibieron públicamente durante el partido con Croacia, pero fueron consecuencia de los desaciertos que vivió el equipo en el último año y, más precisamente, en los últimos dos meses.
Tranquilos: no nos vamos a remontar a la muerte de Grondona, al festival de estupideces que se vivió en la AFA durante tres años, a la falta de proyectos en los juveniles o a los saltos de Martino a Bauza y de Bauza a Sampaoli.
Vamos a hablar concretamente del último tiempo. De la era Sampaoli. De un entrenador que llegó para convencer a sus dirigidos y que, por lo menos hasta Croacia, terminó confundiéndolos como nadie. Todos suponíamos que contaba con los avales para hacerlo, pero él mismo fue se fue enredando en una telaraña que lo desdibujó y de la cual ya no pudo salir.
Y esa confusión del entrenador, especialmente desde hace dos o tres meses, fue la que arrastró a los jugadores. Y todo porque Sampaoli jamás se sintió con la suficiente libertad o autoridad para hacer lo que se le antojaba, para plasmar sus ideas, para imaginar un sistema de juego. Y, cuando lo hizo, ya no era el momento oportuno, no había tiempo y no tenía aceitados los diferentes circuitos para llevar adelante un plan de juego. El mismo entrenador lo admitió luego de la derrota en la conferencia de prensa.
Y aquí llega la pregunta que nos hacemos desde hace meses: ¿a qué juega Argentina? Y nadie la puede responder. Y estoy seguro que hoy tampoco lo podría hacer ni el propio Sampaoli.
Porque no es un equipo que defienda bien pero tampoco es uno que se desequilibra por atacar a lo loco o con mucha gente. No le cabe ese asunto de la manta corta de Tim.
No tiene control de pelota en la mitad de la cancha ni cambia de ritmo para conseguir desbordar a sus rivales.
No es un equipo ni corto ni largo. Algunas veces puede ser ancho y la mayoría de las veces se despatarra por la cancha.
No busca asfixiar a su rival en la salida pero tampoco se repliega para tratar de recuperar en campo propio para después elaborar algún contraataque.
Cambia abruptamente de sistema y de jugadores cuando la racionalidad dice que se debe hacer lo contrario: jugó con cuatro defensores y dos volantes de contención contra Islandia y pasó a tres defensores, una contención y tres recuperadores que tampoco eran recuperadores natos contra Croacia. Probó un mes con Lo Celso y no lo puso ni un minuto. Y podríamos seguir con la lista de cambios de estilos y apellidos si analizamos los partidos contra Uruguay, Venezuela, Perú, Ecuador, Italia o España, es decir los últimos que disputó. Y todo para conseguir nada. Porque jamás profundizó una idea o un concepto. Nunca algo lo convenció al DT o a los jugadores.
El entrenador puso a un arquero para jugar con los pies pero, según comentó el periodista Martín Arévalo en TyC Sports, a los 15 minutos del primer tiempo le pidió que reventara todas las pelotas que pasaban por sus pies. Y encima, como frutilla, está la tragedia del primer gol.
Ubicó a Salvio y a Acuña para desbordar pero no armó ninguna asociación que los ayudara a cumplir ese cometido. Y si quería ir por afuera, ¿por qué no puso a Pavón de entrada como lo probó en los entrenamientos para descartalo a último momento? Pavón, no tenemos dudas, es tal vez el único jugador con Messi capaz de romper en el uno contra uno. Y ya vimos en los partidos del Mundial que sólo marcan goles aquellos equipos que lo consiguen.
Colocó a Meza y a Enzo Pérez para que lo ayudaran a Messi a desequilibrar en la mitad de la cancha pero jamás se juntaron. Jugaban a 25 metros uno del otro.
Y con todos estos problemas no hay equipo que resista. O Messi que te salve.
Dice Sampaoli en su libro Mis latidos: “Si estás inseguro, nervioso, tenso, eso el jugador lo percibe. Si el jugador no te cree es imposible que después puedas lograr algo tan importante como una organización táctica, colectiva.”
Sampaoli estuvo inseguro, nervioso y tenso. Y el jugador lo percibió. No hay dudas.
Dice Sampaoli en su libro Mis latidos: “Cuando veo un equipo, miro que centrocampista tiene. Cuando sé que centrocampista posee, sé qué equipo voy a ver. Por ahí pasan las decisiones del juego. El mejor equipo de los últimos tiempos tiene al mejor centrocampista. Barcelona y Busquets. (…) Es difícil encontrar alguien en esa posición que se desenvuelva como uno quiere. Prepararlo en esta época con el poco tiempo que hay, es más difícil. Hay que tratar de elegir al ideal, pero a veces está y otras veces no. En un club, tal vez se puede gestionar y comprar. En una selección, no. No solo la cuestión pasa por si el centrocampista ataca o defiende, sino por la sumatoria de pases que genera en la mitad de la cancha o en la resolución de jugar más directo. Hay equipos que no saben a qué juegan en base al centrocampista que tienen. Si querés ser rápido y directo, ¿para qué poner a un 5 de corte? Yo de un centrocampista quiero que sea el eje del juego, que tenga control. (…) No me ato a un solo 5. Puedo dividir la cancha con dos centrocampistas de juego porque quiero tener la mayor cantidad posible de jugadores que pasen bien la pelota. En las posiciones que suman pases en las zonas de bienestar quiero jugadores que la pasen bien, porque a los equipos los junta el pase. Si tenés jugadores de destrucción, perdés uno que la puede pasar mejor y no sólo interrumpir.”
Ya sabemos qué “cincos” eligió para el Mundial y los “cincos” que descartó. O sea que la respuesta al problema que vivió Argentina la describió el propio Sampaoli en un libro que publicó hace meses.
Dice Sampaoli en su libro Mis latidos: “Yo no planifico nada. Todo surge en mi cabeza cuando tiene que surgir. Brota naturalmente en el momento oportuno. Odio la planificación. Si planifico me pongo en el lugar de un oficinista.”
Se notó que la poca planificación que hubo, falló. Y es muy difícil jugar un Mundial respaldado sólo por la intuición.
Dice Sampaoli en su libro Mis Latidos: “A veces analizo rivales, miro tres partidos y sé que en un momento mi mente me dice: ¿qué querés mirar? ¿Cuánto vas a ver de estos tipos? Yo le doy más valor al protagonismo de mi equipo, pero como tengo que saber del rival me informo, aunque le doy mucho más valor a lo mío. Ahí entra mi dicotomía de ver tanto del otro. Con este escudo, tenemos que esperar que el rival se adapte mucho más nosotros que nosotros a ellos. Hay que ser responsable de cada partido que nos toque disputar. Puede haber modificaciones posicionales pero lo determinante es protagonizar el mundial. Vamos a sostener el estilo y la forma, pese a que podemos cambiar de dibujo. Siempre vamos a jugar a atacar. Eso es lo que tenemos que tener claro.”
Argentina nunca jugó a atacar. Y lo que es peor, si lo hizo, no se notó. Lo que profundiza aún más los problemas.
Otro tema curioso fue la falta de sensibilidad del entrenador para leer los partidos. O, más grave aún, para hacer los cambios. ¿Alguien me explica por qué se hizo el cambio de Higuain por Agüero al minuto de haber recibido el gol en contra? La humanidad se dio cuenta de que ese cambio era razonable con el 0-0 pero al pedo con el partido 0-1. ¿No era mejor esperar y pensar con claridad? Evaluar otras opciones. Incluso se podía analizar la variante de dejar a Agüero e Higuain juntos. No lo sé. Pero lo único seguro fue que ese cambio se hizo en un momento inapropiado.
Cuando escribo estas líneas Argentina no está eliminada del torneo. Incluso en algunos canales de TV se dice que los jugadores andan con ganas de echar al entrenador y, en el colmo de los papelones, se especula con que podría asumir Burruchaga. Todos parece una gran boludez, claro.
Decía, Argentina depende de resultados más o menos razonables para pasar de ronda. Hay que reconocer, igualmente, que el equipo, además de todo lo expuesto, está meado por una manada de elefantes, porque de otra manera no se explica el penal fallado por Messi, el gol que se perdió Enzo Pérez, el cagadón de Caballero o las piernas que evitaron goles en los remates de Meza. Con esto querernos decir que si algo puede salir mal, seguramente saldrá mal. No me extrañaría, en medio de esta plaga que nos está asolando, que Islandia le gane a Nigeria. Pero bueno. Hoy por hoy todavía no estamos afuera. Pero también debemos decir que se hace muy complejo imaginar una recuperación anímica en tan poco tiempo. Como también es fácil pensar que estos futbolistas son incapaces de soportar la menor adversidad.
Deseo fervorosamente que no echen a Sampaoli para evitar un papelonazo. También deseo que el DT pueda poner el lavarropas en el lavadero, el inodoro en el baño, la cama en el dormitorio y la mesa en la cocina. Y que los jugadores, si se obtiene cierto orden, hagan lo que mejor saben: jugar a la pelota. Estoy convencido que el DT no es un boludo y que los jugadores no son ineptos. Pero que deben salir de su propia trampa. Sólo así, y se esa manera, sentiremos un poquitito de sol en esta larga noche que nos abraza. La vemos difícil porque no hay certeza de que haya tiempo. Aunque lo último que se pierde es la esperanza.