Se conceptualiza en términos generales al chivo expiatorio como el individuo en el que se depositan todos los elementos negativos del grupo, a diferencia del líder que porta todo lo positivo. En la figura del chivo, sociedades enteras en diferentes épocas, han lavado culpas y encontrado excusas para justificar el fracaso. Y este comportamiento también se trasladó a los grupos y a las instituciones y, en este sentido, el fútbol no es ajeno a esta situación.
¿Por qué se aplica en el fútbol la figura del chivo expiatorio? Como expresé antes, nombrar a un solo culpable es más sencillo que realizar una autocrítica grupal o institucional cuando no se consiguen los objetivos propuestos. Y, en nuestro fútbol, esta situación se observa en forma permanente.
En instituciones como River o Independiente, tanto Daniel Passarella o Javier Cantero fueron señalados como los únicos responsables del declive futbolístico y económico de los clubes, lo que permitió, más allá de las responsabilidades de éstos en sus respectivas gestiones, lavar las culpas del resto de los dirigentes, tanto de los que los acompañaron como de las anteriores administraciones.
Es decir, cargar las tintas en un solo responsable ofició como una especie de “punto final”, evitando de esa manera llegar a las verdaderas causas que originaron el deterioro de ambas instituciones.
En el bajo rendimiento colectivo e individual de la Selección ante Irán, se exaltó la claridad del liderazgo de Messi dentro de la cancha y fue necesario buscar culpables que justifiquen el resultado agónico.
Y como siempre, el primer fusible y siempre a mano, es la figura del entrenador, a quien se le endilga la lentitud en los cambios, el no tener capacidad en romper la línea defensiva que opuso el rival y el no haber elegido los jugadores acordes a tal situación.
También se optó en culpar a “la defensa” como un bloque único y grupal que no supo contrarrestar las escasas situaciones de gol que generó el oponente, pero no se consideró de la misma manera el juego de los delanteros argetinos, quienes con nombres propios de mayor peso, no recibieron la crítica colectiva.
Esto provoca analizar en forma compartimentada al equipo y no como un todo que no supo dentro de la cancha plasmar lo que seguramente se pensó fuera de ella para ganar con autoridad el partido.
Lo expresado queda refrendado con la discusión interesante y sana que se produce con el planteo del primer tiempo contra Bosnia; allí los protagonistas “exponen” hacia fuera del equipo sus diferencias, las reconocen y la asumen, cortando con los rumores y voces en off que dañan la convivencia.
Por estas razones, exaltar a un solo protagonista (al líder indiscutido) y denostar a otro (sea entrenador y/o jugador) deja desnudo al grupo en cuanto a su capacidad de autocrítica y juego colectivo.
Un equipo debe ser un solo cuerpo para conseguir objetivos. Analizar nada más que una parte de ese bloque puede promover la creación de la figura del chivo expiatorio para que todos cuando apoyen la cabeza en la almohada puedan dormir tranquilos (excepto el chivo).
* La autora de la nota es abogada y Licenciada en Psicología Social