Chile y Uruguay se despidieron del Mundial y, en ambos casos, sus salidas fueron saludadas por el periodismo vernáculo como epopeyas fantásticas que sólo terminaron en derrota por fatalidad o por algún tipo de conspiración maléfica. Los periodistas argentinos, tan afectos al resultadismo y a hacer leña del árbol caído en el caso de la Selección Nacional, tienen una vocación componedora cuando se trata de otros equipos. La síntesis, en general, y siendo generoso es que Chile estuvo cerca de la hazaña y que a Uruguay no le alcanzó con su rebeldía. En todos los casos se da por segura la superioridad de Brasil y Colombia y se destacan las actuaciones de los perdedores, para mi gusto, excesivamente.
Quiero que se me permita disentir con estas opiniones. Sin hablar, por supuesto de las cuestiones sicológicas, sino refiriéndome específicamente a la cuestión futbolística.
Chile, por un lado, jugó un partido correcto en el primer tiempo, muy bueno durante 30 minutos del segundo y decididamente malo de ahí hasta el final del alargue. Aquel remate de Pinilla, a los 120 minutos que se estrelló en el travesaño de Julio César, sirve para engañar un poco. Porque en realidad, Chile, desde los 30 minutos del segundo tiempo en adelante, decidió (porque no le daba el físico, el fútbol o por convicción, eso no lo sabemos) bajar la persiana e ir a los penales.
En un partido con una altísima cuota de dramatismo por lo que estaba en juego pero de muy bajo nivel técnico (las individualidades jugaron pésimo), Chile le jugó de tú a tú el primer tiempo a Brasil, pero fue dominado por el equipo de Scolari con la simple estrategia de esperar en su campo y presionar la salida del rival.
De no ser por una fatalidad (el grosero error de Hulk en un lateral), Chile se iba a ir en desventaja en esa etapa y se le iba a hacer cuesta arriba empatarlo. ¿Brasil? Poco y nada para un equipo que quiere ser campeón del mundo. Prolijo para defender pero con muy poca ambición ofensiva, especialmente por la muy baja prestación de Neymar y porque Fred y Oscar parecen más una carga que una salvación. Oscar no juega y Fred es una heladera parada en el medio del área adversaria. Sólo Hulk y la buena ejecución en las pelotas paradas (así llegó el 1-0) estuvieron a la altura de las circunstancias.
En el segundo tiempo, en esos primeros 30 minutos, llegó lo mejor de Chile. Manejó el partido a voluntad pero se olvidó de una parte importante del juego: atacar. Usó ese control de pelota para defenderse, pero jamás lastimó a Julio César. Y, salvo que históricamente nos hayan engañado, los partidos se ganan con goles.
Se nos podrá decir que Chile dio todo lo que tenía. Y es cierto. Pero por eso debemos convenir que el resultado del partido está bien, ya que ganó el mejor. Porque Brasil, jugando pésimo, tuvo bastante más ambición para ganar que Chile jugando al máximo de sus posibilidades.
Vamos ahora a Uruguay, el otro eliminado.
El día anterior su DT, Oscar Tabárez, dijo que el equipo tenía “rebeldía” para salir a ganar el partido y sentenció, “más que nunca, vamos que vamos”. Digamos que Uruguay “fue que fue” muy poco y sólo se decidió a atacar a este buen equipo colombiano cuando ya todo parecía perdido, en los últimos 15 minutos del partido.
¿Por qué Uruguay sólo atacó cuando estaba prácticamente afuera del Mundial si tenía potencial para hacerlo antes? Porque esta actitud fue una constante en la era Tabárez: esperar al rival para contraatacar. Con esta postura le fue muy bien en el Mundial anterior (fue cuarto), ganó la Copa América en la Argentina y clasificó a los octavos de final de Brasil 2014. Entonces, ¿para qué cambiar? Perdió en su ley. Y no porque le sacaron de juego a Luis Suárez, como muchos se empeñan en sostener. Uruguay, con Suárez o sin Suárez, hubiera jugado igual. Como lo hizo con Costa Rica (perdió), con Inglaterra (ganó) y con Italia (ganó).
¿Y Colombia? Jugó un buen partido, aunque nada extraordinario. Se puso en ventaja con un golazo de James Rodríguez y liquidó el partido con otro gol del volante después de una extraordinaria jugada colectiva. Después fue bastante parecido a los equipos de Pekerman (es un elogio): mucho control de la pelota en mitad de cancha, nunca desprotegerse en defensa, poca llegada hasta el arco adversario (de hecho sólo lo hizo en dos ocasiones, en los goles) y elaboración de juego paciente.
Sólo hay que mencionar como un alerta lo que Colombia hizo en los últimos 15 minutos, cuando el entrenador decidió cambios defensivos (un clásico de Pekerman), le entregó la pelota al rival y un poco porque Uruguay empujaba y otro poco porque Colombia se fue para atrás, dependió de las buenas atajadas de Ospina, ya que esa decisión de cerrar el partido y defender el cero en su propio arco, sólo le salió bien porque el arquero estaba en una muy buena tarde. Uruguay, con muy poquito, lo complicó mucho.
No pasó, pero si Uruguay por alguna de esas casualidades le llegaba a empatar, Colombia quedaba con un equipo descompensado para el alargue. Algo parecido le pasó a Pekerman hace 8 años, cuando apostó a sostener el 1-0 sobre Alemania en los cuartos de final del Mundial 2006 y le empataron. A esa altura ya había puesto a Cambiasso por Riquelme y a Cruz (para defender los centros alemanes en el área propia) por Crespo y había dejado a Messi en el banco de suplentes. Esperemos que Pekerman no tropiece dos veces con la misma piedra.
Uruguay y Chile, en definitiva, se fueron del Mundial con justicia y sin entregar actuaciones épicas. Hacerlo hubiera sido rebelarse en serio contra sus adversarios. En el caso de Chile, haberse decidido a atacar a Brasil en esa media hora del segundo tiempo cuando tuvo tanta superioridad, y en el de Uruguay, salir a jugarle a Colombia de igual a igual y no con la convicción de ser inferior. A Chile le cuestiono haberle perdonado la vida a Brasil cuando lo tenía contra las cuerdas y eso no se hace un rival como Brasil. Y a Uruguay que, pese a sus muy buenas individualidades, decidió sentirse inferior cuando en la realidad no lo es.
Ambos jugaron sintiendo que sus rivales eran superiores. Y eso no habla bien de las ambiciones. Porque a un Mundial se va a ganar y no a durar. Y salir a buscar el empate o conformarse con definir por penales es pan para hoy y hambre para mañana.