Las excusas en el fútbol argentino son moneda corriente. Los entrenadores y los jugadores son maestros en el arte de responsabilizar a los otros de los problemas o de achacar las derrotas a cuestiones externas. Nunca se reconoce que un equipo jugó mal o que, simplemente, fue superado por el otro.
Tomemos como ejemplo lo que viene ocurriendo con San Lorenzo.
Hace un par de semanas, tras la derrota ante Gimnasia, el entrenador Edgardo Bauza dijo que estaba “recaliente por el mal momento que pasaba el equipo”, al tiempo que justificó cierto bajón por “el cansancio físico y mental de los jugadores”.
Dicho esto vamos ver cuántos partidos jugó San Lorenzo del Mundial para acá:
17 de julio San Lorenzo 2-0 A. Brown Copa Argentina
23 de julio San Lorenzo 5-0 Bolívar Copa Libertadores
30 de julio Bolívar 1-0 San Lorenzo Copa Libertadores
6 de agosto Nacional 1-1 San Lorenzo Copa Libertadores
13 de agosto San Lorenzo 1-0 Nacional Copa Libertadores
17 de agosto San Lorenzo 1-2 D. y Justicia Copa Argentina
20 de agosto Racing 2-0 San Lorenzo Primera A
24 de agosto San Lorenzo 0-2 Banfield Primera A
28 de agosto Quilmes 0-3 San Lorenzo Primera A
31 de agosto San Lorenzo 1-3 River Primera A
7 de sep. Rosario C. 1-1 San Lorenzo Primera A
13 de sep. San Lorenzo 2-1 Godoy Cruz Primera A
22 de sep. D. y Justicia 1-3 San Lorenzo Primera A
27 de sep. San Lorenzo 0-2 GELP Primera A
1° octubre San Lorenzo 2-0 Olimpo Primera A
4 octubre San Lorenzo 0-2 Tigre Primera A
Esto quiere decir que en 86 días jugó 16 partidos. Ganó 7, perdió 7 y empató 2. Marcó 22 goles y le anotaron 18. Estamos hablando de un promedio de un juego cada 5,37 días. O sea, y para decirlo sin medias tintas, un promedio muy bajo de actividad.
Hace un par de días, el entrenador cambió de opinión y se enojó ante una pregunta que hacía referencia a la supuesta mala condición física de sus jugadores y respondió: “Desde que empezamos a trabajar en enero llevamos 50 partidos y solamente tres jugadores tuvieron problemas musculares. Uno fue Matos, que se lesionó a raíz de una patada. Otro fue Barrientos, que venía de poca actividad, y el último es Verón, que hacía siete meses que no jugaba. Nos quieren hacer creer que tenemos problemas físicos y no los tenemos. Acá el único problema que tenemos es futbolístico. Vamos a llegar bien a diciembre para el Mundial de Clubes.”
Para ser precisos, en 2014, San Lorenzo jugó 48 partidos en 247 días, con un promedio de un partido cada 5,14 días. Ganó 19, empató 13 y perdió 16. Marcó 53 goles y le anotaron 45. Sacó 70 puntos sobre 144 posibles, con lo que alcanzó una efectividad del 48,61 por ciento. Los números, está claro, son pobres.
Y ni que hablar del funcionamiento del equipo. Jamás jugó en gran nivel. Ni siquiera en la Copa Libertadores que ganó. Tres partidos, por su importancia, se destacan sobre el resto: la goleada 3-0 a Botafogo (el 9 de abril) cuando estaba contra las cuerdas y casi queda eliminado en la fase de grupos, el 5-0 sobre Bolívar (23 de julio) en la primera semifinal y el 1-1 ante Nacional (el 6 de agosto), en Paraguay, en la primera final. No hay más recuerdos agradables en los otros 45 partidos. Y eso que, para muchos (no es mi caso, aclaro), San Lorenzo cuenta con uno de los mejores planteles del fútbol argentino.
En la semana que pasó, San Lorenzo otra vez dejó pasar de largo la posibilidad de quedar a tres puntos de River. Perdió dos partidos como local ante Gimnasia y Tigre, ambos por 2-0. Partidos más que accesibles para un equipo que, supuestamente, tiene ambiciones.
Pero San Lorenzo, en verdad, no va ni para atrás ni para adelante. No defiende bien y no ataca correctamente. En cada partido sale a hacer lo que puede, a improvisar, sin delinear una identidad. Si de River o Lanús, para citar dos ejemplos, se conoce perfectamente qué es lo que hacen adentro de la cancha, San Lorenzo es el caso contario.
Así está San Lorenzo a un par de meses de jugar el Mundial de clubes. Navegando entre las excusas del entrenador, quien no termina de dar pie con bola con el armado de un equipo serio. Hay tiempo de enderezar el rumbo y trabajar para encontrar una forma de juego. A esta altura del partido ni siquiera se le pide una actitud audaz. Sólo se le pide que juegue a algo. Pero convencido de ese algo. No hay mejor entrenamiento para el Mundial de clubes que poner a punto a los jugadores en la competencia local. Caso contrario, ya es hora de comenzar a preocuparse por lo que pueda llegar a ocurrir en diciembre.