Muchas cosas llaman la atención. La primera por buena y hay que remontarse a los últimos cuatro años y la relación que tuvo el tenis argentino con la Copa Davis. Cuando en aquel momento los dirigentes decidieron confiar en Daniel Orsanic como capitán del equipo pareció una gran apuesta. Un señor (no por género, sino por forma de manejarse) desconocido para el gran público pero que trabajaba desde hace mucho tiempo en el tenis de base. Ese apellido poco pronunciado fue capaz no sólo de ganar la Ensaladera sino de llevar las riendas de su gestión con coherencia y con una unión nunca vista entre jugadores que casi siempre, por h o por b, tienen algún problema.

Antes de las elecciones que ganó Agustín Calleri, el pecado de Orsanic fue apoyar a la otra lista, la de José Luis Clerc. Evidentemente, Calleri mantiene el ego del tenista aunque ya lleve varios años como ex y no pudo soportar la falta de respaldo del capitán. Entonces decidió prescindir de él. Lo que llama la atención es que lo hizo a falta de una serie, en poco más de un mes. ¿Tanto costaba un pequeño diálogo para terminar en la cancha lo que empezó en la cancha? Para Orsanic, dejar al equipo en Primera (se juega ese lugar frente a Colombia) habría sido tan importante como haber ganado la Davis.

Hasta Juan Martín Del Potro, desde México, se tomó un ratito para declarar en contra de la decisión: “Fue un poco sorpresivo. Estando acá, en Los Cabos, me levanté una mañana con la noticia. Creo que fue desprolijo, no era la manera de sacar al único capitán que nos dio la Copa Davis. Ni él, ni Mariano Hood ni su cuerpo técnico merecían este final. Le dio un triunfo histórico al tenis argentino y merecía un final acorde a ello, como jugador no estoy para nada de acuerdo con la forma en que se dio”.

El comunicado de la AAT: “La salida del capitán se decidió en base a las diferencias de proyecto deportivo entre ambas partes y con la intención de garantizar un clima de armonía de cara a la trascendental serie de septiembre frente a Colombia, donde Argentina se jugará su regreso al Grupo Mundial. Consideramos que ésta es la mejor manera de ponerle fin a un ciclo exitoso y agradecemos a Orsanic por su trabajo. Como tenemos la serie contra Colombia a la vuelta de la esquina, nos movimos rápido para encontrar la solución. Confiamos en que este equipo, que trabajará ad honorem, va a devolver a la Argentina al lugar que se merece”, afirmó Calleri.

“Como tenemos la serie con Colombia a la vuelta de la esquina nos movimos rápido para encontrar una solución”. El tema es que no había ningún problema Pero así es la política: se inventa un problema para después solucionarlo. Y así vamos. O no: no vamos a ningún lado. O peor: vamos para atrás. En todos los ámbitos.

Y si es por cosas que llaman la atención el colmo son los nombres que reemplazarán a Orsanic: Guillermo Cañas, Gastón Gaudio y Guillermo Coria. Como dice el padre de uno de nuestros compañeros: “Las cosas que se hacen bien puede terminar bien o mal, pero las cosas que se hacen mal, van a terminar mal”. ¿Gaudio y Coria juntos? ¿En serio? ¿Los dos tomando las mismas decisiones? Vamos a darles el beneficio de la duda por un tiempo, pero…

Para terminar reproducimos el comunicado de despedida de Daniel Orsanic, que deja más o menos en claro qué clase de persona.

“Manejaba hacia el microcentro, donde están las oficinas de la Asociación Argentina de Tenis, y  pensaba en los detalles de la que sería mi última serie como capitán del equipo argentino de Copa Davis. Claro que sólo en mi cabeza y en la del subcapitán Mariano Hood estaba la idea de que esa fuera la última. Siempre tratamos de no precipitarnos y de poner nuestra energía en el objetivo más inmediato. En alguna de las pocas veces que hablamos sobre el tema, coincidimos en que el ascenso podría ser el cierre de un proyecto que nos comprometió durante cuatro años. Pero el equipo estaba primero. Y naturalmente, tampoco lo habíamos hablado con la dirigencia, que hace menos de tres meses me había ofrecido continuar en ese cargo de manera indefinida. Me recibieron Mariano Zabaleta y José Acasuso. La ausencia del presidente hizo aún más remota la idea de que esa reunión fuera el fin de un ciclo.

Otra vez me encontraba en el auto, ahora camino a un club en Palermo, donde mi hijo jugaba un torneo de Menores. Ahí estaba. Quizás ese viernes de lluvia fui más introspectivo que de costumbre y en un improvisado balance me pregunté si cambiaría algo en esta historia.

Cuando asumimos la capitanía, casi cuatro años atrás, sólo algunos meses después de que comencé a trabajar en Desarrollo con Sebastián Gutiérrez, nos propusimos que la Copa Davis fuera un medio para transmitir un mensaje que potenciara a los más chicos. Estábamos convencidos de que depender exclusivamente de los resultados para generar identidad en los juniors era limitante. Debíamos ir más allá. La identificación debía estar en el trabajo; en el proceso y no en los resultados. Nos propusimos que este fuera un deporte de valores, de trabajo en equipo, de compromiso y de respeto. Basado en el diálogo. ¿Trabajo en equipo y respeto? ¿Diálogo? ¿En el tenis? Sí, en el tenis.

Seguí pensando mientras la lluvia en Buenos Aires interrumpía los partidos. Nuestra esencia es ser auténticos y frontales, más allá de las diferencias. En cada una de las series nos miramos a la cara y nos dijimos todo lo que pensábamos. Jugadores, cuerpo técnico y dirigentes. Fuera bueno o malo. Nos lleváramos mejor o peor. Nunca hicieron falta garantías. Creo en el honor de las personas y en el valor de la palabra. Y seguiré creyendo. Nada de esto cambiaría. Y tampoco cambiaría el repechaje en Kazajistán. Aquella vez, el deporte nos puso a prueba nuevamente. Puso a prueba esa identidad que construimos en 2015 y consolidamos en 2016, cuando nos consagramos campeones por primera vez en la historia. Puso a prueba nuestra unión como grupo ante la derrota. Puso a prueba el mensaje. Nos dio la oportunidad de demostrar y demostrarnos que lo importante es el proceso. “Contra quien sea, donde sea”. Prueba superada. Créanme que el orgullo que sentí vale tanto como una victoria.

Pero sí pienso que este final debió ser diferente. Cuando me tocó agarrar el micrófono después de levantar la Ensaladera, quise transmitir equilibrio. Las pocas palabras que pude decir en medio de tanta emoción salieron de mi corazón, pero como capitán, en ese momento de tremenda exposición, debía ser un ejemplo de mesura. Y también debo serlo ahora en este cierre de ciclo, que me hubiese gustado que fuera dentro de una cancha de tenis, trabajando, con la ilusión de completar el regreso al Grupo Mundial.

Todavía siento en el estómago la ansiedad del debut en aquella primera serie contra Brasil, durante el partido más largo de la historia; en la piel, el aliento de la hinchada argentina en Croacia. Nada tengo que reprocharle a la historia o al deporte. Sí tengo para agradecerle: a mi cuerpo técnico, por estos años de compromiso y respeto; a la dirigencia, que confío en mí y me dio libertad para trabajar, y sobre todo a los jugadores, por ser el ejemplo de entrega y humildad que el tenis necesitaba. Gracias, por supuesto, a esa hinchada, la mejor del mundo.

Con aciertos y errores, fuimos nuestra mejor versión. O por lo menos siempre buscamos serlo. Y con esta filosofía de poner el foco en el proceso, nada más que eso puedo pretender de mí y de mi equipo. Dimos todo lo que teníamos y más. El propósito estuvo, aún está y siempre estará por sobre los nombres propios. Y mi compromiso con el desarrollo del tenis es incondicional, por lo que esto no es un adiós, sino un hasta luego. Hoy, en septiembre y siempre: ¡vamos, Argentina!”.

Que cada uno saque sus propias conclusiones.