Si usted es futbolero y vive en este planeta, es difícil que haya dejado de escuchar que Egipto se clasificó el último fin de semana para jugar el Mundial de Rusia. Salah, con la presión de un país y 86 mil personas en la cancha, pateó (y metió) un penal en el minuto 94 que le aseguró al equipo del argentino Héctor Cúper un lugar en el torneo de 2018.
Lo que sucedió de allí en adelante fue pura locura. Gritos, llanto, emoción. Incluso lo que pasó un poquito antes también fue increíble: fíjense en este video cómo se festeja el penal cobrado. Como si fuera un gol, más que si fuera un gol: como si fuera la clasificación misma al Mundial anhelado.
La cosa no terminó adentro del estadio. Después del partido, la gente salió a gritar su alegría en la calle. Miles de autos, banderas y lugares comunes de la celebración popular ocuparon El Cairo, Alejandría y todas las ciudades que no conocemos del país africano.
Es cierto que cuando pise la cancha en Rusia, Egipto va a haber completado 28 años sin Mundiales. Como increíble dato de color podemos agregar: sólo había jugado los de Italia, el de 1934 y el de 1990. Es decir que se trata de un regreso tras mucho tiempo, en un país que es evidentemente futbolero. Pero también es cierto que se trata de la clasificación. Solamente la clasificación, apenas la clasificación, diríamos desde Argentina, con una naturalidad que a todas luces resultaría inconcebible en Egipto. Ellos tienen las pirámides y nosotros vamos al Mundial. Es la ley de la vida.
Resultaría muy raro ver gente que salga al obelisco para festejar la sufrida clasificación de Argentina, si ésta llegara a darse.
Para nosotros es lógico ir al Mundial. Es más: lo transformamos en una obligación. Es más: ni siquiera nos alcanza con ir, hay que pasar de fase, lo transformamos en una obligación. Si no sos el desastre de Suecia o Bielsa, “el protagonista del fracaso más grande de la historia de la Selección”. Es más: ni siquiera nos alcanza con pasar de fase, hay que ganarlo, lo transformamos en una obligación. Si no sos un pechofrío pierdefinales.
Pero en Egipto, no. En Egipto es un hecho digno de festejarse. Una alegría que no se da por sentada.
Hace poco, un amigo se quejaba de su mala fortuna porque andaba a pata: “¡Tengo los dos autos en el taller!”, esgrimió. Por supuesto, recibió el repudio general de la mesa. Algunos no pueden ni soñar con tener UN auto. Si tenés dos, no te podés quejar porque están en el taller, ¿no?
Argentina se clasificó a todos los Mundiales menos a uno. Jugó el 25 por ciento de las finales del torneo. Quizá se quede afuera de éste. Y bueno, muchachos. Alguna vez los dos autos tienen que ir al taller. No es un drama. No puede ser un drama. No debe ser un drama.
Pero es un drama.
Algo muy gráfico acerca de esta cuestión. El hincha argentino que se hizo viral fue el Tano Pasman, que se quejaba amargamente y a los gritos por el descenso de River, en 2011. El hincha egipcio que se hizo viral es este señor, el egipcio Pasman, que se conmueve y te conmueve hasta las lágrimas. Porque grita en su sillón, sí. Pero de alegría por la sencilla causa de que su equipo va a jugar un Mundial. Ojalá pudiéramos.
¿Saben por qué amamos tanto al fútbol? Por festejos como este hombre tras la clasificación de Egipto al Mundial😪 pic.twitter.com/TMS5yUb0Ok
— 365Scores (@App365Scores) 8 de octubre de 2017