¿A quién se le puede ocurrir llamarle revancha? Vistiendo la celeste y blanca, van a jugar los mismos que perdieron la final en el Maracaná, menos Messi. Vistiendo la camiseta de Alemania, no sé. Pero lo que cuenta es la camiseta. Con la infausta fecha tan cerca y con tanta similitud en la escena, más que un desquite, parece una secuela o un recordatorio.
La única novedad del partido de mañana en Düsseldorf es Martino. Pero Martino, como gesto de respeto a la conducción precedente y aceptación de un legado, citó al mismo plantel del Mundial. Ojalá no les pida que repitan la faena del partido ante Alemania.
Entiendo que la vocación por reproducir formaciones y rivales sugiere un segundo capítulo. Pero este va en broma. O así habría que tomárselo para proteger el honor. Ganar, aun por goleada y con baile, no suavizará la frustración de hace menos de dos meses. Imaginar una compensación tan chota suena a burla.
Es como si a algún estratega de guerra se le ocurriera vengar la derrota de Vilcapugio o Cancha Rayada a través de un videojuego en el que sí vencemos a las fuerzas realistas.
Si el Tata hubiera llamado a todos jugadores de la liga argentina o a un mezcladito de juveniles con futuro de Selección, podríamos prestarle atención al amistoso de mañana. Podríamos vislumbrar el futuro, la inauguración de un capítulo diferente y promisorio. Pero con los mismos personajes, significa revolver la herida. Regresar a un pasado triste.
Si se trata de calentar motores, de que el flamante cuerpo técnico y el plantel intimen y se saquen mutuamente la ficha, por qué no elegir cualquier otro adversario que no obligue a reminiscencias desgraciadas. Debe haber un millón de seleccionados en el mundo. Entre nacionales, provinciales, vecinales, universitarios, vecinales… Qué digo un millón, diez millones. Y optamos por Alemania.
Entiendo que la vocación por reproducir formaciones y rivales sugiere un segundo capítulo. Pero este va en broma. O así habría que tomárselo para proteger el honor. Ganar, aun por goleada y con baile, no suavizará la frustración de hace menos de dos meses. Imaginar una compensación tan chota suena a burla.
Es cierto que un poco de nacionalismo deportivo de vez en cuando no le viene mal al plantel. Semejantes estrellas podrían olvidarse de los orígenes, de sus deberes como representantes de un pueblo futbolero y todo eso. El mundo no termina en las sociedades anónimas que tan bien los atienden. Refrescarles esa idea con un amistoso internacional, con una Fecha FIFA, como les dicen a estas galas, quizá sea una forma (rebuscada) de encontrarle una razón a esta invitación a los malos recuerdos.
Sin embargo, lo mejor del partido de Düsseldorf es la coartada que les ofrece a los periodistas para subirse a un avión y cruzar la zanja hasta el primer mundo. En solidaridad con los colegas ávidos de millas, apruebo la movida. Ahora bien, mañana (¿a qué hora juegan?) estaré mirando otro canal o paseando a mi perra Dalila. A los alemanes sólo tiene sentido reencontrarlos en el próximo Mundial. Habrá que esperar hasta entonces para hablar de revancha.