Bielsa es noticia todo el tiempo. Es más, al momento de escribirse estas líneas está por jugar el Marsella y seguramente habrá más Bielsa alimentando la maquinaria de los medios.

Bielsa se ha convertido en una mercancía codiciada, rendidora. Sin embargo, rara vez son los méritos del equipo al que le impuso su exitoso modelo táctico y su ética los que están en el centro de la escena.

No. El entrenador, muy a su pesar, con sus calientes contrapuntos, su vehemencia muchas veces innecesaria en las conferencias, no sólo se convierte en un personaje pintoresco (el piadoso pintoresquismo de los chiflados, aunque se tornen agresivos). También fomenta un rasgo que detesta en la relación mano a mano con sus entrevistadores: el desvío, la insistencia en cuestiones que él considera de escasa relevancia.

Hay situaciones en las que su barroquismo sólo irrita. Por qué no argumentar más claramente por qué no le gusta el futbolista en cuestión. Porque es petiso, porque es lento en los cierres, porque necesito un zurdo y es derecho (o viceversa), porque en Brasil no votó a Lula, porque tiene tres testículos… Si mediara una buena traducción, todos comprenderían al instante una respuesta concreta y fundamentada. Haga la prueba, Bielsa, los periodistas son estúpidos, pero no tanto.

En el último episodio creo que perdió la línea por completo. Se le preguntó por qué no incluye al brasileño Doria, un defensor de alta cotización que el rosarino ha postergado. La pregunta es sencilla, directa y merecía una respuesta idéntica.

Pero Bielsa leyó un intento velado por hacerle decir frases fuertes dignas de un título impactante (como si no las dijera todos los días) y se enojó como un chico. Tantos años de experiencia tendrían que haberle enseñado que una contestación sincera y respetuosa (él puede darla) es mucho más eficaz para sus fines (discutir de fútbol, eludir el puterío) que un escándalo principista.

Cuando se le suelta la cadena, el DT suele plantar la barricada a buena distancia de los periodistas, a quienes acusa (esta vez volvió a hacerlo) de ignorantes. Aunque no alcancen su estatura intelectual ni compartan su vocación científica, tampoco hace falta un doctorado para manifestar una inquietud por la ausencia de un jugador.

Bielsa se encabrita y acude a su presunta superioridad para decir: “Pongo al que creo que resuelve mejor la situación de cada partido”. Una vaguedad que debe haber dejado atónitos a los periodistas.

Hay situaciones en las que su barroquismo sólo irrita. Por qué no argumentar más claramente por qué no le gusta el futbolista en cuestión. Porque es petiso, porque es lento en los cierres, porque necesito un zurdo y es derecho (o viceversa), porque en Brasil no votó a Lula, porque tiene tres testículos… Si mediara una buena traducción, todos comprenderían al instante una respuesta concreta y fundamentada. Haga la prueba, Bielsa, los periodistas son estúpidos, pero no tanto. Una razón categórica ayuda a cerrar el tema y evita los dividendos de mugre que la prensa acostumbra buscar y que usted le está sirviendo en bandeja con sus berrinches.