“Lo hablé con mi mujer y me dijo que si quería marcharme de Barcelona me iría solo, porque ella se quería quedar acá”. Así habló Javier Mascherano hace más de un año cuando su papel en el equipo no era tan contundente y las voces de las sirenas del Napoli de Rafa Benítez se hacían cada vez más insistentes y sonaban más dulces. Para suerte del Barça, el Jefecito decidió quedarse en el club blaugrana y la llegada de Luis Enrique le acabó otorgando aún más peso dentro del vestuario. El técnico asturiano puso las cosas muy claras desde el primer momento: Mascherano iba a ser el líder de la defensa para tomar el relevo del retirado Carles Puyol a nivel anímico en cuanto a garra y espíritu combativo.

FBL-EUR-C1-BAYERN-BARCELONADespués del excelente rendimiento en el mundial de Brasil, Mascherano tomó las riendas también del Barcelona y el DT lo eligió como el único imprescindible en la defensa en detrimento de un jugador como Piqué, que siempre fue central defensivo y no es un jugador adaptado como el rosarino. Con los galones ya en el bolsillo, el Jefecito fue el más constante en la cancha incluso en los peores día del Barça, cuando los desencuentros entre Messi y el técnico hicieron temblar el ambiente.

Sexto en la plantilla por presencias, Mascherano volvió a dar a Piqué la confianza perdida el año pasado (cuando solía ser al revés) y ayudó a Mathieu a integrarse en los esquemas defensivos, además de volver a desempeñarse con creces como mediocentro sustituyendo a Busquets en alguna ocasión.

Sexto en la plantilla -primero entre los defensores- por presencias, Mascherano volvió a dar a Piqué la confianza perdida el año pasado (cuando solía ser al revés) y ayudó a Mathieu a integrarse en los esquemas defensivos, además de volver a desempeñarse con creces como mediocentro sustituyendo a Busquets en alguna ocasión. Con casi 31 años el rosarino se encuentra en su mejor momento de siempre: maduro y contundente, no baja de nivel cambiando de posición en la cancha y mantiene siempre alta la tensión de un equipo en el que su voz es la más fuerte, siendo Xavi, Iniesta y Messi tres capitanes silenciosos.

El Barça de Luis Enrique no sería el mismo sin él, un caudillo capaz tanto de indicar a ter Stegen dónde Agûero iba a patear un penal como de mandar la defensa de un equipo casi totalmente volcado al ataque.  Su capacidad de anticipación del rival, combinada con una excelente posición y el rigor táctico, hacen que su apodo de Jefecito ya le quede pequeño. Para gloria de Luis Enrique, consciente de que su Barça no tendría el mismo equilibrio físico y psicológico sin el aporte de un argentino que solía ser mediocampista y hoy es un poco de todo.