Argentina finalmente sigue su camino en la Copa América. Está en semifinales, como el periodismo y los hinchas le pedían al equipo de Martino y a Messi y compañía. ¿Saldo? Es polémico. Nos podemos quedar con la mitad del vaso lleno o con la mitad del vaso vacío. Depende del lugar dónde se ubique el observador.

1624055-34478891-2560-1440Voy a prescindir de las opiniones de los demás, del deber ser tan arraigando en el ambiente argentino que dice que para ganar o ser campeón hay que jugar mal o, al menos, poner el acento en el aspecto defensivo. Me niego sistemáticamente a caer en la trampa del resultadismo. Para dejarlo claro: si Colombia hubiera eliminado a la Argentina por penales, seguramente, se elogiaría el pragmatismo de Pekerman para colgarse del travesaño durante los 90 minutos. Se diría: Colombia hizo un partido inteligente. Pero como perdió, ya no hay nada que hacerle. Colombia fue un desastre.

Cualquiera hubiera sido el resultado en la definición por penales, quien firma esta nota diría exactamente lo mismo. En la cancha hubo un solo equipo que hizo algo para ganar (Argentina) y otro, tal como hace habitualmente Pekerman en las instancias decisivas, que salió a aguantar el partido.

Argentina fue un equipo compacto durante los 90 minutos. Creó no menos de seis situaciones claras de gol y no recibió ninguna. Sólo en una ocasión el equipo quedó mal parado en un centro atrás que James Rodríguez no pudo controlar y Romero sólo atajó dos pelotas en todo el partido (un cabezazo y el penal).

El sistema de definición es injusto por donde se lo mire porque pone en similares condiciones a los equipos mejor clasificados en la zona de grupos y a aquellos que ingresaron en la fase decisiva por la ventana, tal como fue el caso de Colombia. Como ocurre en el básquet o en otros deportes más evolucionados reglamentariamente que el fútbol, debería haber arrastre de puntos o ventaja deportiva para aquel que ocupa un lugar mejor en la zonas. De esa manera se le daría algún valor a una etapa clasificatoria que apenas dejó eliminados a cuatro equipos de los 12 que iniciaron la competencia.

Pero bueno…. Más allá de todo lo que podamos opinar de los obsoletos reglamentos del fútbol, digamos que Argentina, pese a no ganar durante los 90 minutos, jugó lo mejor que se le vio en este torneo. Tanto en el primer tiempo, donde dominó a voluntad a Colombia, como en el segundo, cuando palió el déficit físico de los últimos partidos y no padeció sofocón alguno en el arco propio más allá de haber perdido consistencia y precisión en su juego de ataque.

argentina-colombia-copa-america-26062015_10m79m6almsd714f29j7ey77p8El tema central es la falta de gol, justamente lo que uno pensaría a priori que no es un problema para Argentina. Evidentemente a Messi, que jugó un muy buen partido, le pesa la camiseta Argentina cuando está frente al arco. Lo que en el Barcelona le sale con naturalidad, en Argentina le cuesta muchísimo. Todo el talento para definir con la camiseta azulgrana, se transforma en angustia con la celeste y blanca.

¿Se puede resolver el tema de acá al martes? Es difícil pensar que jugadores como Messi, Di María, Agüero, Tevez, Higuain o Pastore necesiten trabajar definición en los entrenamientos. Podemos decir también, pensando en positivo, que las oportunidades aparecen y que sólo falta hilvanar esa puntada final. Porque Argentina, en los cuatro partidos que disputó (tal vez contra Jamaica fue lo peor que se le vio) llegó muchísimo hasta el arco rival pero no fue eficaz. Y la eficacia, en el fútbol, es una de las variables más importantes.

Argentina sigue su camino entonces. Tal vez Martino está evaluando seriamente cambiar a Di María por su bajísimo nivel. Tal vez habrá que hacer algunos ajustes para que los marcadores de punta (Zabaleta y Rojo) pasen al ataque sin pelota para desajustar a las defensas rivales. O tal vez Pastore debería imprimirle a su muy buen juego, algo más de vértigo para que los cambios de ritmo desorienten a los adversarios. No siempre hay que dormir la pelota o frenar los avances.

Pese a todo, el equipo está apreciendo en el nivel que esperábamos. Por eso, no tengo dudas y celebro la mitad del vaso lleno.