¿Medio vaso lleno o medio vaso vacío? Ese el quid de la cuestión. ¿Dónde ponemos el acento? En el balance de los Juego Panamericanos hay hechos para destacar pero también están los otros, los que dejan un interrogante. En Un Caño preferimos destacar lo bueno, más allá de que no hay que olvidarse ni esquivar algunas cosas que ocurrieron. Vamos a tratar de contar todo, pero antes que nada, destacamos que nos quedamos con el medio vaso de lleno.

Si nos detenemos en lo negativo, podemos decir que no se consiguió el objetivo de llegar a la marca de 83 medallas de México 55, es decir la mejor actuación de Argentina en el exterior. Las expectativas de obtenerlas estaban. Había material humano y recursos. Las medallas fueron 75, exactamente las mismas que en Guadalajara 2011, aunque en aquella oportunidad se ganaron 21 doradas y en Toronto se llegó a 15.

Hay explicaciones para entender por qué no se llegó al número mágico y la merma de doradas respecto de Guadalajara. A primera vista, la más evidente, es que quedaron en el camino 7 medallas de frontón (4 doradas y 3 de bronce), ya que este deporte no participó en Toronto. Tampoco fue eficaz el remo, ya que si bien en ambos juegos se obtuvieron 8 medallas, cambiaron los colores. En Guadalajara se alcanzaron 5 doradas, 2 plateadas y una de bronce, mientras que en Toronto se consiguieron una dorada, 2 plateadas y 5 de bronce.

Se perdieron también las dos medallas de aguas abiertas (dorada para Cecilia Biagioli y bronce para Guillermo Bertola en Guadalajara, mientras que Biagioli fue 9° y Bertola 8° en Toronto).

Podemos enumerar otros retrocesos comparando Guadalajara y Toronto: se dejaron en el camino 2 medallas en las diferentes especialidades de ciclismo, 3 (ó 4, depende de lo que pase con Luz Vázquez por su doping positivo) en lucha y 4 en patinaje pista y artístico.

Si bien no se puede ganar siempre, las 18 medallas factibles que se dejaron pasar (sumadas a las 7 de frontón) hubieran servido para arrimarse y hasta superar largamente la marca de 83 que se buscaba. Sólo faltaron 8.

Otro de los puntos negativos, que sí es un retroceso respecto de Guadalajara, fue ese saltito de calidad que debe dar cualquier deportista para llegar a la medalla dorada en lugar de conformarse con la plateada. Se pueden repasar una buena cantidad de deportes en donde los argentinos se quedaron ahí, muy cerquita del escalón más alto del podio.

En canotaje, equitación, Las Leonas, judo, remo, rugby y tiro se perdió por muy poco la medalla dorada. Esto no quiere decir que se haga un culto al éxito, simplemente se describe que en estos deportes había razones para pensar en el triunfo y que, por distintas razones, en las instancias finales, faltó esa cuota de suerte, actitud, aptitud y entereza para sobreponerse a la adversidad. No fueron fracasos pero tampoco quedaron sensaciones agradables. Sí, en cambio, se pueden destacar las caídas en las finales del handball masculino y femenino, boxeo, esgrima, natación o racquetball.

Ser el primero, por supuesto, conlleva un montón de particularidades. No es lo mismo colgarse la medalla dorada o la plateada. Los emblemas de esta situación son tres: el hockey femenino, el rugby y el básquet. En estos casos se tenía todo para ocupar un puesto mejor del que se obtuvo. Y en todos, lo que falló, fue actitud ante el desafío. Las Leonas perdieron ante Estados Unidos sin la rebeldía necesaria. El rugby otra vez se quedó en la puerta de la medalla dorada por no saber cómo cerrar su partido final. Y el básquet pareció estar en otra cosa. Hasta su entrenador, Sergio Hernández, después de la derrota ante México en el debut dijo, insólitamente, que el equipo no iba a Toronto a buscar medallas y que el objetivo era el preolímpico. Uno entiende que el gran plan es llegar a Río en año que viene. Pero es inadmisible que se sostenga que uno va a un Panamericano a perder o a no ganar. Y peor aún es que esa profecía se cumpla con dos derrotas increíbles ante México y Canadá (tuvieron todo para quedarse con el triunfo ambos partidos) y con un insuficiente éxito ante Dominicana (debían ganar por 14 puntos para clasificar y se impusieron por 10). A un Panamericano, siempre, se va a competir al máximo, contra quién sea. Regular parece un absurdo y una ofensa a la rica historia del deporte que representan, tanto los jugadores como los entrenadores. Perder es una circunstancia, no dar todo para impedirlo es un problema.

Hay un dato interesante para analizar en este aspecto del color de las medallas. Argentina fue el país de peor coeficiente oro/plata de los primeros siete del medallero. Estados Unidos obtuvo 103 doradas/81 plateadas (1,271), Canadá 78/69 (1,130), Brasil 41/40 (1,025), Cuba 36/27 (1,333), Colombia (1,928, el mejor largamente), México 22/30 (0,733) y Argentina 15/29 (0,517).

Respecto de lo positivo, hay que vislumbrar que se abrieron horizontes más que interesantes pensando en los Juego Olímpicos. El garrochista Germán Chiaraviglio consiguió su mejor marca personal, la equitación se mostró como un equipo sólido, los tiradores Melisa Gil, Amelia Fournel, Fernanda Russo (de 15 años) y Fernando Borrello fueron animadores de sus competencias hasta el final, lo que hicieron los equipos de handball fue conmovedor, los nadadores Federico Grabich y Santiago Grassi fueron grandes revelaciones.

Como se ve, no todo se puede medir con la misma vara. Hay particularidades, situaciones, expectativas, deportistas que se desenvolvieron muy por encima de su nivel habitual y otros que no estuvieron a la altura.

Lo único en lo que todos coinciden, más allá de los éxitos, los empates o las derrotas inesperadas, es que el aporte del ENARD (nació hace seis años y de no mediar nada extraño parecería que se va a quedar por décadas) es básico para que el deporte argentino se desarrolle con posibilidades en todas las disciplinas. Los 352 millones de pesos que aportó ese 1 por ciento de la facturación de los teléfonos celulares al deporte fueron básicos para que los deportistas pudieran pensar sólo en competir. Bien, mal o regular, pero competir sin otras preocupaciones.

La actuación de voleibol masculino y femenino (más allá de 6° puesto final), del handball masculino y femenino y del beach vóley femenino (Ana Gallay y Georgina Klug), tal vez sean los mejores ejemplos a seguir. No interesa el color de la medalla o la ubicación final. Lo importante es el durante y lo que uno entrega para llegar a ese lugar. Se puede ganar o perder; lo importante es entregar todo lo que uno tiene adentro.

Más allá de que Argentina no desplazó a Colombia o México del 6° lugar del medallero, como se esperaba, hay que decir que sí lo consiguió en el global, ya que Colombia sacó un total de 72 medallas y Argentina 75. En Guadalajara, Colombia había ganado 83 medallas contra 75 de Argentina.

También hay que decir que Argentina se metió en el lote de los siete mejores y se distanció de Venezuela, otro de sus rivales de las últimas décadas. Hoy por hoy, la pelea es mano a mano con México y Colombia por el 5° lugar. Todavía falta para arrimarse a Estados Unidos, Canadá, Brasil y Cuba, pero se está en el camino. Siempre y cuando no se modifique el rumbo.

Por último, hay que mencionar y celebrar la cobertura que realizó TyC Sports de los Panamericanos. Ya destacamos la labor de Gonzalo Bonadeo, pero sentimos que nos quedamos cortos con el resto del equipo. Vale la mención para todos aquellos que nos hicieron disfrutar de dos semanas fantásticas de deportes. Y como no queremos olvidarnos de nadie los mencionamos uno por uno.

Periodistas: Gonzalo Bonadeo, Fernando Cicutti, Guido Bercovich, Juan Rinaldi, Norberto García y Pablo Lamedica;
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Ellos también compitieron. Ellos también ganaron.