La ecuación era muy simple: si Argentina ganaba, quedaba puntera en las Eliminatorias; si Argentina perdía, quedaba afuera de los clasificados para el Mundial. Nada menos que eso significaban los tres puntos contra Uruguay. Nada menos que eso se jugaba Edgardo Bauza en su debut.
¿Se pudo ver la mano del Patón? En el primer tiempo, poco y nada, más allá de las novedades de Pratto y Dybala. La Selección, a grandes rasgos, se movió como se movía la de Martino. Y es lógico. Porque, ¿cuánto puede hacer un entrenador en dos prácticas? Sin embargo, en la segunda parte se vio a pleno, quizás ayudado por la expulsión de Dybala. Nunca se sabrá si la decisión de cuidar la victoria tan atrás, y sobre todo sin la pelota, fue del técnico o de los jugadores. Aunque se puede sospechar que el Patón tuvo algo que ver cuando metió a Alario por Pratto para que el 9 de River jugara de 4 bis. Finalmente Argentina aguantó el 1 a 0 y es líder. Todos contentos.
Pero los verdaderos motivos para estar contentos son dos futbolistas: Lionel Messi y Luis Suárez. ¡Cuánta jerarquía! Compañeros y amigos en Barcelona, llenaron de impronta la noche de Mendoza. Cada uno a su manera. Cada uno con su estilo. Y con el debido respeto de los compañeros de uno y otro.
Empecemos por el “humilde”: Suárez. Después de ver a lo que jugó Uruguay en el primer tiempo, sólo cabe una exclamación: ¡Hay que ser un crack para jugar solo contra el mundo y aun así generar una sensación de peligro cada vez que la pelota anda cerca de él! Porque Suárez ni siquiera necesita tener la pelota. Con que la tenga más o menos a tiro, cuidate, porque el tipo te va a inventar algo. Argentina dominó la primera media hora a placer pero sin patear al arco. ¿Quién fue el primero en patear al arco? Sí, Suárez. Desde donde lo hicieron jugar, desde la mitad de cancha. ¿Estuvo cerca de ser gol? No, pero la pelota fue al arco y Romero necesitó embolsarla. Después se inventó un enganche que, si hubiera jugado con la camiseta invertida, habría generado un grito de ole tan grande como el estadio. Y después una chilena. !Y siempre les quemó la cabeza a todos!
¡Y Messi! ¿Qué decir? No fue ni por cerca uno de sus mejores partidos. Fue, por mucho, uno de sus goles menos bellos. Sucio, con un rebote que descolocó al arquero, cuando el encargado de descolocar a los arqueros es él con sus amagues. Pero fue él el que definió el partido, fue él el que le coló un caño majestuoso a Corujo, fue él el que levantó a la gente y, sencillamente, fue él: Messi. El que nunca se fue, el que nunca se iría. Porque, ¿qué sería Messi sin el futbol? Ni pensar en el viceversa.