Ya escribió algo parecido nuestro compañero Mariano Hamilton por los dos primeros partidos de octavos de final, pero es que lo de México fue mucho peor aún. Tan malo fue que bien merecida tiene su eliminación. Encima, los tipos contentos. Hay que volar así de bajito…

La periodista (¿hincha?) que abordó a Miguel Herrera tras la derrota arrancó con una felicitación como si México hubiese logrado una epopeya. Y lo único que había conseguido era irse de Brasil por méritos propios. Señor Herrera, y señores entrenadores todos: el gol gana es para el potrero. Y cuando ya no queda tiempo. Pero, ahora, estos tipos, que se creen más importantes que el fútbol mismo, deciden que cuando su equipo metió un gol, ya no se juegue más a la pelota. Ni al fútbol ni a nada. Sólo patearla para arriba (para regocijo del Bambino Pons) para que la pelota vuelva. Y vuelva. Y vuelva. Y vuelva. Y así, con un equipo como el holandés, corrés el riesgo de irte a tu casa. Chau México. Bien despedido está.

MHPor supuesto que no es Herrera el único técnico que manda a su equipo a recular cuando va ganando. Lo hace la mayoría. Ellos dirán que no, que nada que ver, pero los mensajes de los entrenadores son los cambios. Y a nada de que Dos Santos abriera el partido con un estupendo zurdazo, va Herrera y lo cambia para poner a un volante de contención. ¿Qué pueden pensar sus jugadores que tienen que hacer de ahora en más? Eso, lo que hicieron. Salvo una atropellada de Salcido, que se llevó la pelota a los tumbos, México no volvió a merodear el arco holandés. Y eso que hasta el gol había manejado el partido casi a su antojo. Y acá es donde nos indignamos con Herrera. Porque no lo podemos entender. Es algo parecido a lo de Luis Suárez, que mezcla el genio para jugar con los problemas psicológicos para relacionarse con sus rivales.

No podemos entender lo de Herrera porque México fue uno de los equipos que mejor jugó con la pelota en el Mundial. Siempre la quiso. Siempre la trató bien. Y a través de asociaciones buscó el gol. Entonces no podemos entender que un tipo que fomentó ese juego durante tres partidos y medios, tire todo a la basura en el momento cumbre de su participación en el Mundial.

¿Qué pasó? ¿No creyó en lo que estaba haciendo? ¿Pensó que Holanda no lo iba a atacar por todos lados? ¿Imaginó que defenderse sin la pelota era mejor? No hablemos de la derrota que finalmente sucedió. Imaginemos que Holanda sólo llegaba al empate. ¿Cómo hacía México para volver a jugar el partido que estaba jugando? No tenía manera.

Obviamente, los técnicos de casi todas las selecciones seguirán así. Creyendo que el que mete el gol, gana. Y a cerrar los partidos. ¿Qué es cerrar los partidos? Que alguien nos explique la receta. O, mejor, que se la expliquen a los entrenadores. Igual, ingenuos nosotros, creemos que a alguno tal vez le sirva de lección lo que le pasó a México y elija cerrar un partido de la misma forma que lo abrió.