Estaba en el horno River.
Había desaprovechado la única jugada colectiva que había podido armar y había terminado en el primer penal que convirtió Alario. Había desaprovechado el envión por el segundo penal de Alario para ponerse 2 a 2 después de que Central mostrara más y mejores recursos. Y de tanto desaprovechar se sumaban las sensaciones del domingo, cuando también tuvo una ventaja en el superclásico y la dejó escapar.
Así estaba River: listo. Porque Central, igual que en el primer tiempo, volvió a hacer bueno otro error del chico Batalla. 3 a 2, otra vez Ruben, un goleador endemoniado cuando está lúcido pero que no se bancó la derrota y dejó la cancha por un codazo.
Pero en aquel momento todo eran flores para Central, flores apropiadas para el entierro de River. Sin embargo, este River de Gallardo no se muere así como así. Hay que matarlo varias veces antes de invitar a los amigos (y a los enemigos, sobre todo) al velorio.
En un campo indigno para un partido del Ascenso (ni hablar para la final más importante del fútbol argentino), el técnico de River tomó una decisión: acá no se puede jugar. Y si no se puede jugar, no juguemos. A partir de ahí, los gritos de Gallardo fueron para los centrales: “Todas a los delanteros”. Y para ayudar en la tarea, el Muñeco mandó a la cancha a dos atacantes más: Alonso y Mora por D’Alessandro y Martínez. Muy lógico: si no queremos jugar, si queremos saltear al mediocampo, ¿para qué vamos a tener volantes? Entonces, afuera los mediocampistas y adentro los delanteros.
¿Y cómo lo dio vuelta River? Con los delanteros que entraron y con los que ya estaban. Primero se la bajó Alonso a Alario y después Alario le devolvió la gentileza al uruguayo. Todo por arriba, sin que un mal pique pudiera traicionar una jugada. De hecho, en el 4 a 3 hubo tres toques y la pelota jamás tocó el piso. Recién después de que la empujara Alonso la pelota picó antes de entrar al arco y provocar el delirio.
El delirio por la resurrección de River, porque el superclásico quedó en el olvido y porque el año que viene jugará la Copa Libertadores. Ah, y sí, porque también fue campeón de la Copa Argentina, que al final pareció lo menor por las urgencias de este fútbol pero que, al cabo, es lo más importante.