Gallardo convenció a sus jugadores con una rapidez asombrosa. Ese es su mayor mérito. Y el mérito es más meritorio aún porque los convenció de que jugando al fútbol jugar al fútbol es más divertido. De paso, buen mensaje para los técnicos berretas que piden un tiempo indefinido que en el fútbol no existe. ¿Que con tiempo es más fácil que las cosas salgan? Obvio. Pero el fútbol no tiene tiempo. Y menos lo tiene River.river-campeon-copa_0

Si de algo sabe Gallardo es de River. Y también sabe de sobra de entender el juego. Lo entendió como jugador y ahora lo entiende como entrenador. Y se lo hace entender a sus futbolistas. Porque el mejor elogio para el River de este semestre es que entendió lo que pasaba. Entendió cuando había que jugar, cuando había que florearse, cuando había que hacer lo indispensable… Entendió cómo afrontar una final y, sobre todo, entendió cómo ganarle a Boca.

Porque todo muy lindo pero la semifinal contra Boca era la gran prueba. Así lo demandaban los hinchas y así también lo entendió Gallardo, que no tuvo pruritos en servirle el campeonato en bandeja a Racing a cambio de tener a todos sus muchachos frescos para el gran choque.

imagesVarios de los que hacemos esta revista, sobre todo el que escribe esta nota, creíamos que Gallardo se había equivocado en no poner a un titular ni siquiera en el banco contra Racing. Tal vez Gallardo también lo creyó porque con Banfield, a la mayoría de suplente que puso, la apuntaló con dos o tres titulares en cada tiempo. Pero a lo que vamos: Gallardo sabía perfectamente qué quería el hincha de River. Y con esa sabiduría encaró la recta final del año.

Cuando un técnico viene a reemplazar a otro campeón se suele decir, con bastante razón, que tiene poco para ganar y mucho para perder. Porque a lo sumo podrá igualar la campaña del anterior pero no mejorarla. Gallardo lo hizo. Gallardo mejoró a River. El River de Ramón ganaba. El River de Gallardo ganó y gustó. El River de Gallardo innovó. Y la innovación tuvo premio.

Antes de empezar Gallardo pidió a Pratto. Era para mejorar un buen plantel. No se pudo. Entonces, y acá otro gran mérito del entrenador, agudizó el ingenio y pidió a Pisculichi. Porque pedir a la figura de cualquier equipo es fácil, pero ir a buscar a uno sin tanta chapa porque sabe lo que le va a exigir y sabe que se lo va a dar, eso es de buen técnico. ¿Qué nos falta? ¿Pegada? ¿Una zurda elegante? Pisculichi. ¿Quién? Pisculichi.index

Fue tan bueno lo de River que cuando no apareció uno, apareció otro. Al comienzo, fueron los tiempos de los laterales como wines y Kranevitter de titiritero. Cuando Ponzio no entendía muy bien lo que pretendía Gallardo, le pusieron adelante a un pibe para que despabilara. Y terminamos viendo a un Ponzio a la altura de las circunstancias. Después surgieron los centrales del club, para gritos fundamentales. Siempre con los goles de Teo a mano. Y el trabajo sucio de Mora. Y la energía de Sánchez. Y la sencillez de Rojas. ¡Y Barovero! Que fue mejor arquero de lo que es.

Después de zafar del penal de Gigliotti y del primer tiempo en Medellín, a River ya no le quedaron dudas: el semestre tenía que terminar bien. ¡17 años! después volvió a celebrar un título internacional. Pero más se celebra por la forma. Por el estilo. Por la muñeca del Muñeco.