En mayo de 2012, los periodistas indignados con los hábitos totalitarios del gobierno de Cristina Fernández se reunieron en el programa de Jorge, donde posaron con pancartas y haciendo puchero. El lema que los congregó –y que perduró como un grito libertario en la estepa kirchnerista– fue “Queremos preguntar”.
No les alcanzaba con las conferencias de prensa del jefe de gabinete ni con las largas exposiciones en cadena de la presidenta. Pretendían someter la gestión de gobierno a sus preguntas filosas, a su pulsión patriótica, a sus meridianas investigaciones sobre las matufias del populismo, a sus reclamos en defensa de la institucionalidad y la república, a su propia agenda. Eran un tribunal autoconvocado, qué joder. Custodia última, indispensable, de un pueblo pisoteado por los stiletto de una diva plebeya y arrogante. Una yegua.
Pero la presidenta de entonces desoyó las imposiciones del tribunal y los periodistas se quedaron atragantados de inquietudes democráticas. La apertura del nuevo gobierno dio pie a tertulias variopintas y un tête à tête del primer mandatario con distintos comunicadores, que por fin pudieron preguntar. También a Jorge le llegó la hora de plantarse ante la máxima investidura de la pirámide del poder para lanzarle sus interrogantes por largo tiempo reprimidos. Palpitamos un cuestionario escrupulosamente diseñado, que haría equilibrio entre la agudeza de la pregunta, el respaldo informativo y la solidez argumentativa (sin perder nunca la alegría, claro). Que reflejaría, en suma, los años de macerar la entrevista. Sin embargo, cuando tuvo del otro lado de la mesa a Mauricio, el papá de Tonia, el marido de Juli, no quiso preguntar. Quién lo entiende a Jorge.
“Llegó el segundo semestre”, rompió el hielo el conductor de Periodismo para Todos, temeroso quizá de que su interlocutor hubiera extraviado el calendario. Una vez que Mauricio se aclimató, Jorge soltó una primicia: “La gente cree que los empresarios están de tu lado”. Y enseguida: “Lo tuyo es un cambio cultural”.
Sólo en su octava intervención, el entrevistador acudió a su mejor repertorio, el arma que lo hizo célebre y temible, e inquirió sin miramientos: “¿Vos llamaste al tipo del termotanque?”. Hacía referencia a las recientes instalaciones en la quinta de Olivos. El cariz crítico se mantuvo en la siguiente frase, en la que explicó que “es una fantasía pensar que las inversiones van a llegar en dos meses”.
“La gente quiere que Cristina vaya presa”, retomó Jorge su prédica obsesiva. Se sabe que él encarna como nadie el gentismo, categoría epistemológica que describe un saber vastísimo. Capaz de reconocer lo que desea cada uno de los conciudadanos, mujeres y varones, adultos y niños, vivos y muertos. De modo que, cuando Jorge habla de la gente, no se refiere a la muestra caprichosa de una encuestadora, sino a todos los argentinos. Mayor carácter universal no se puede pedir. De cualquier manera, creo que el hombre pecó de moderado. Porque, en línea con su campaña, con la insistencia en el fomento del odio y la ilegalidad (el linchamiento mediático, los apéndices judiciales de las corporaciones), Jorge debió decir, ya que no se atreve a utilizar la primera persona, que la gente quiere ver a Cristina humillada, de rodillas. Quiere vindicta, sangre derramada.
“¿Está vendiendo Calcaterra la empresa?”, quiso saber luego, como si se tratara del primo de ambos. Como quien pregunta, entre mate y mate, por esa tía a la que el reuma tiene a mal traer. El cierre no desentonó: el fundador y fundidor del diario Crítica instó a Mauricio a auscultar el futuro, apeló al estadista: “¿Qué puede esperar la gente el año que viene?”
En el ámbito futbolero se suele fustigar (y me incluyo) a Miguel Tití Fernández (fuera del funcionariado PRO, las personas conservan el apellido). Sus preguntas serviciales, lisonjeras, a veces irritan. Pero Tití Fernández es fiel a su noción del periodismo. Es un fan respetuoso que celebra a los ídolos, de cuya cercanía se lo nota agradecido. Puede resultar ñoño o pueril; sin embargo, jamás se traiciona. Tití sigue su propia preceptiva, más allá de los patrones. Hace periodismo independiente de verdad, ¿no? Indoloro e independiente.
Para la próxima, creo que Tití Fernández le haría una entrevista mucho más provechosa y digna al presidente Mauricio. Les dejo la inquietud, cráneos de la tele. Ese sí sería un duelo de titanes.