Daniel Passarella tenía una frase para referirse a los periodistas: los invictos. Decía que siempre hablábamos desde la comodidad de modificar nuestra opinión con los vaivenes del resultado. Y, por supuesto, que jamás perdíamos. Que nos parábamos en el pulpito a pontificar sin comprometer nada. La verdad, algo de razón tenía.
Lo ocurrido ayer con la Selección Nacional en su debut en la Copa América volvió a poner en evidencia el síndrome del invicto, ese mal que aqueja al periodismo argentino. Ahora resulta que la Selección es un desastre, que hay que revisar todo, que hay que convocar a 23 jugadores nuevos, que Messi es un papafrita, que Martino es un salame y que Ramón Díaz es un estratega de otro mundo.
Es increíble como el resultado maneja la opinión de muchos colegas, incluso de aquellos que dicen gustar de un fútbol más elegante, más clásico, menos estructurado o que se definen a sí mismos como líricos.
Resulta que si uno repasa los diarios de hoy, Argentina es un equipo espantoso, sin carácter, con poca convicción, con individualidades que no están a la altura de las circunstancias y, básicamente, con jugadores perdedores.
Nadie resalta los 60 minutos que Argentina dominó a Paraguay sin despeinarse, que ganaba 2-0 demostrando una manifiesta superioridad sobre su adversario, que a los 15 minutos del segundo tiempo, si el partido estaba 4-0 para Argentina nadie se hubiera sorprendido. Pero no, nada de eso cuenta ya que Paraguay se recuperó, modificó su estructura y salió a matar o morir y, básicamente, porque acertó e igualó 2-2. No se destaca, incluso, que en ese rato en donde los paraguayos decidieron dar la cara, Argentina tuvo no menos de seis oportunidades para ganar el partido 6-2, 5-3 o un resultado más o menos parecido.
¿Esto quiere decir que el equipo hizo todo bien? No. Por supuesto que no. Hay que corregir cosas. Siempre hay que corregirlas:
- Hay problemas en la mitad de la cancha, en donde Mascherano y Banega no fueron respaldados por los laterales ni por los centrales y el equipo perdió muchas pelotas divididas. ¿Acaso Mascherano no perdió sensibilidad para el puesto después de tanto tiempo de jugar como central en el Barcelona? Ayer, por momentos, se lo notó perdido en le medio. ¿No es hora se bajarlo a la defensa?
- Hubo dificultades con los laterales, quienes en la segunda etapa fueron superados por sus adversarios y permitieron que llegaran algunos centros peligrosos. Allí hay que hacer ajustes.
- Otamendi, cuando se venían los paraguayos, cometió varias infracciones estúpidas e innecesarias cerca del área. No fue un jugador sólido.
- El equipo se dejó llevar por su adversario a un terreno que no le convenía. En lugar de controlar la pelota y buscar el tercer gol con tranquilidad y paciencia, entró en una vorágine que no era apropiada.
- Martino, según mi criterio, se equivocó en los cambios. No fue una buena decisión poner a Tevez y a Higuaín por Pastore y Agüero. El mensaje para el equipo fue que había que ir al golpe por golpe, cuando en realidad lo mejor era frenar el desarrollo y hacer algo bastante parecido de lo producido en el primer tiempo, con mucho control con precisión y velocidad.
- No siempre, por el simple hecho de estar sentado en la banco de suplentes, Tevez tiene que saltar a la cancha. El partido pedía otro tipo de cambios, básicamente en la mitad de la cancha. ¿Gago? ¿Pereyra?
- Cierta fragilidad del equipo argentino cuando el adversario decide atacarlo. Es lógico habida cuenta de los jugadores que pone en cancha el entrenador, pero habría que revisar este aspecto ya en algunas alternativas del juego, tal vez, pueda ser ventajoso retrocede diez metros en el campo para darle espacio a los delanteros para contraatacar. El equipo debe estar preparado para este tipo de situaciones.
Pero también pasaron cosas buenas:
- Los encuentros entre Pastore y Messi fueron muy buenos y establecieron la base de una sociedad que hay que profundizar.
- Se recuperó Di María, más allá de que en el segundo tiempo bajó mucho su rendimiento.
- Los primeros 60 minutos de Argentina fueron estupendos, lo mejor de cualquier equipo de la Copa América.
- Messi jugó un gran partido, enganchado, con asistencias, colaborando con sus compañeros, sin aislarse.
- Garay está consolidado como primer marcador central.
- Romero respondió en los momentos importantes, más allá de que el primer gol de Paraguay uno puede decir que estaba demasiado adelantado.
- La actitud del equipo es óptima. Volvió a ser el equipo prepotente en lo futbolístico que tanto nos gusta y nos ilusionó. Se sacó de encima la síndrome de Brasil 2014 (el de equipo conservador y mezquino) y le dio paso a otro que se luce cuando ataca a su rival con jugadores de otra dimensión. Para decirlo en los términos que tantas veces sostuvimos durante el Mundial: dejamos de apostar a los huevos de Mascherano para ir hacia la magia de Messi y compañía.
Argentina, más allá de este contratiempo, sigue siendo la favorita para ganar la Copa América. De este tipo de partidos se aprender mucho más de aquellos que se ganan por goleada. No tenemos dudas de que Martino sabrá capitalizar lo ocurrido. Y tampoco dudamos de que se va por el buen camino. Más allá de los fantasmas que le gusta agitar a los invictos.