Finalmente el Real Madrid cumplió su trámite y le ganó a San Lorenzo por 2-0 en la final del Mundial de clubes. Era previsible, era esperable que el equipo español se quedara con el título. Lo que no se suponía era que San Lorenzo iba a salir a la cancha a perder de la forma en que lo hizo, con el único objetivo de decorar el resultado.
Mucho se va a decir que el equipo de Bauza sufrió una derrota digna. Creemos, modestamente, que la dignidad está bastante alejada de lo que ocurrió en Marruecos. Que un equipo de fútbol se sepa inferior a su adversario ocurrió millones de veces a lo largo de la historia del deporte. Lo que pocas veces se vio en una final, es que un conjunto se entregara a la derrota sin atenuantes, sin vender caro su prestigio, sin entregar lo máximo, atemorizado.
Muchos dirán después de leer estas líneas: ¿Pero qué esperabas que pasara? ¿Por qué pensás que San Lorenzo no dio el máximo? Y la respuesta es que me niego a pensar que un equipo profesional no está capacitado, a ese nivel, a tratar de tener la pelota, a jugar por abajo, a tocar, a darle la pelota a un compañero, a salir a buscar algo más cuando la adversidad se presenta.
Vamos por partes. ¿Era lógico que San Lorenzo saliera a defenderse? Sí. ¿Era esperable que el equipo se replegara para tratar de cerrarle los caminos al Real Madrid y a sus estrellas? Por supuesto. ¿Se podía suponer que, una vez en desventaja, San Lorenzo mantuviera su postura tímida y que desde el banco de suplentes no llegara ninguna respuesta anímica para sacar al equipo de lo que ya se veía venir? No.
San Lorenzo hizo la mitad del trabajo que se esperaba en gran parte del primer tiempo. Se defendió con uñas y dientes y trató de proteger a Torrico. Ahora bien, la otra parte, esa que indicaba que tenía que tener la pelota, que debía salir rápido de contra, que debía preocupar a sus adversarios no la pudo hacer porque, lisa y llanamente, los argentinos no fueron capaces de dar dos pases seguidos sin reventar la pelota contra los carteles o se tropezaban cuando intentaban algún desequilibrio individual. Ahí es donde ponemos el acento en lo que no pasó, en el temor con que el equipo salió a jugar el partido.
Ya en el segundo tiempo, en desventaja por los goles de Ramos y Bale, ¿por qué San Lorenzo no intentó algo más? El ingreso de Romagnoli por Verón era cantado (lo mal que jugó Verón no tiene nombre), la lesión de Yepes obligó al ingreso de Cetto, pero si alguien puede explicar la salida de Cauteruccio para darle el lugar a Matos, se lo agradecería. San Lorenzo, a esa altura, perdía 2-0 y no estaba jugando un partido de campeonato, era una final, necesitaba dar algo más. ¿No era lo lógico salir a buscar algo diferente, atacar con más gente?
Romagnoli hizo algo que el resto de sus compañeros jamás se animaron: encaró adversarios, buscó descargas, jugó en equipo, se la dio a sus compañeros. Y con ese solo recurso, San Lorenzo se arrimó con dos tiros de Kalinski desde afuera y otro de Mercier. Nada más. Es imposible saber qué hubiera pasado si Mattos reemplazaba a Ortigoza o a Mercier (por ejemplo) y San Lorenzo le ponía un poco de picante a la final. Tal vez el Real Madrid hacía un par de goles más. Tal vez San Lorenzo descontaba. No se sabe. Pero lo único que está claro es que lo que ocurrió dejó muy en claro que Bauza (fundamentalmente) y San Lorenzo eligieron el camino de lo que ellos suponían que era una derrota digna.
No me puedo sacar de la cabeza que San Lorenzo fue algo muy parecido a lo que ocurría cuando la Selección Nacional enfrentaba a las europeas allá por la década del 60 ó 70 o lo que hacían algunos clubes argentinos cuando iban a jugar la Copa Intercontinental por esos años. Vamos a tratar de hacer lo que podamos y a perder por poco, era la premisa. Creemos que el fútbol argentino ya superó esa etapa y que perder de esta manera, casi sin oponer resistencia seria, le quita heroísmo, mérito y grandeza a la derrota.
Varios jugadores, también hay que decirlo, jugaron al límite de sus posibilidades. Mas, Kalinski y Romagnoli están el podio de los merecimientos. Ellos sí fueron dignos. El resto, aún los abanderados de la garra y el coraje, no los tuvieron a la hora de jugar al fútbol. Porque justamente de eso se trataba, de jugar al fútbol. Pegar una patada, agarrar o empujar no forma parte del juego. Uno debe ser audaz cuando tiene la pelota y debe arriesgar. El resto es demagogia para la tribuna.
Es difícil discernir la responsabilidad que tienen los jugadores y la que llega desde el banco. Dentro de la cancha muchos futbolistas, la mayoría, fueron guapos para prepear a los rivales pero no lo fueron cuando debieron darle la pelota a los de la misma camiseta. Creemos que Bauza fue responsable de que este equipo no diera un salto de calidad en su juego. La receta de defenderse era razonable, pero la de no cambiar cuando se estaba en desventaja es inexplicable.
Siempre se puede perder un partido o una final. Cuando uno compite debe estar preparado para que eso ocurra. Lo que nunca debe suceder es bajar los brazos antes de tiempo. Saberse inferior está bien, resignarse no. Las derrotas dignas existen, pero son aquellas en donde uno opone sus mejores armas ante el adversario y cae de pie. San Lorenzo no lo hizo. Ya tenía decidido que era inferior y salió a no ser goleado. De ahí la tristeza y la bronca por la oportunidad perdida.
Esperábamos otra cosa. No digo otro resultado, está claro. Otra cosa. Más audacia, más riesgo, más convicción, más ambición. Básicamente en el juego. Por eso, creemos, no fue una derrota digna.