La monotemática esgrima discursiva sobre el dibujo táctico del seleccionado, que el periodismo y Sabella sostuvieron durante la fase de grupos, se centraba en la cantidad de delanteros y volantes ofensivos que deberían acompañar a Lionel Messi para llevar el equipo a la victoria. Después del agónico triunfo sobre Suiza, el entrenador por fin encontró las palabras y el ejemplo para zanjar las diferencias y clarificar su idea de ocupar los espacios: A veces, en vez de poner tres delanteros ponemos un delantero de volante que pueda ayudar en el mediocampo y tener desdoble ofensivo para llegar en ataque. La teoría se constatabacon el gol de Di María, asistido por Messi después de juntar defensores rivales en una jugada muy vertical, iniciada con una recuperación de Rodrigo Palacio sobre la raya central. Antes del partido con Bélgica, Sabella volvió sobre el asunto: La lucha por la ocupación de los espacios permite tener superioridad numérica, llegar antes a la pelota, crear un 2 contra 1, llegar antes a los rebotes. Contra Bélgica no nos podemos equivocar, es un equipo fuerte que sabe ocupar todos los espacios.
El asunto de la ocupación de los espacios, sin ser una novedad, fue una especie de consenso que Sabella logró conciliar con quienes lo cuestionaban. Va de suyo que los triunfos sobre la mesa en partidos de eliminación directa, facilitan cualquier negociación.
Los que caracterizamos como muy positiva la gestión del entrenador argentino no tenemos dudas en apoyar su continuidad, aunque por lo que dejó trascender su representante, Sabella no estaría muy entusiasmado con esa posibilidad. Sería una lástima que dejara su puesto, otra oportunidad para intentar enderezar el rumbo del fútbol argentino, se perdería. Sabella con sus declaraciones durante el último mes, se nos reveló como un rara avis para el parámetro de aquello que el sentido común futbolero oficial de los últimos años considera normal. Bastan unos ejemplos para aclarar la afirmación: El tipo no comulga con el primer mandamiento bilardiano de que lo único que sirve es ganar y pisar al contrario. Se considera un par de sus jugadores, con otra función. Aspira a la ascendencia, antes que a la autoridad para conducir al grupo. No le gusta la palabra venganza. Pide disculpas por llamar guerreros a sus jugadores, ya que el fútbol es sólo un juego. Dice que lo que corresponde al equipo es dar, no recibir. Nos recuerda que con frecuencia solemos pensar que somos mejores de lo que realmente somos y que eso no es bueno para la alta competencia, ni para nada. Hace hincapié en que a Holanda no se le ganó, se le empató 0 a 0.
Sería un nuevo retroceso que con esas convicciones Sabella dejara de ocupar el espacio que se ganó y que le corresponde en la estructura del fútbol argentino. Sobre todo porque ese espacio a ocupar queda nada menos que en la AFA, donde no sobran los tipos como él que puedan ocuparlo. Para aspirar a cambiar la realidad hay que ocupar los espacios. El subcampeonato después de 24 años y ocho entrenadores, califica a Alejandro Sabella para recomendar los cambios que crea conveniente y lo pone en posición de negociar recursos para empezar a cambiar los paradigmas con los que tuvo que venir renegando hasta ahora. Hay que ocupar los espacios para que no los ocupen los rivales, en la cancha y en la vida. Hay que ocupar los espacios donde se toman las decisiones de la conducción de la selección, de los seleccionados juveniles, de los colaboradores, del mánager. De la construcción del sentido común. Hay que ocupar los espacios para que este ciclo tenga continuidad y garantice la vigencia de los valores que Sabella pregona. Hay que ocupar los espacios como hasta ahora, sin dejar las convicciones en la puerta del predio de la AFA.