El partido contra Nigeria, más que señales de mejoría en el juego dejó una sensación de alivio que se grafica con un par de palabras: por fin.
Porque definitivamente, en el tercer partido del grupo, apareció el equipo de Argentina. Y no es que haya brillado el conjunto, que hayamos encontrado las piezas justas para seguir adelante con el torneo. No. Lo que pasó fue que volvió a verse una versión reconocible de ese conjunto de avasallamiento y endeblez, en ataque y en defensa, con quilombos en el medio pero esperanza de gol.
Aparecimos, con todo lo bueno y lo malo después de un par de intentos, y de pronto sentimos que al fin habíamos podido jugar un partido del Mundial. Ayer se pudo, gol por gol y con Messi definitivamente en cancha, sin cuentagotas ni nada, tirando su categoría en un par de tiros libres, acomodándose con un poco más de espacios para soltar pases y recibir patadas.
Al menos en el primer tiempo, la versión del equipo que ensambló Sabella se pareció mucho a la mejor versión de este equipo que normalmente ensambla Sabella. Con un Mascherano al dente, Di María más normal, y un Rojo que se empecina en ser sorprendentemente regular (¡y que encima hizo un gol de rodilla! Épico). Gago, posicionalmente, hizo una buena primera mitad, aunque estuvo impreciso en los pases que se necesitan de él. Después pareció cansado.
Messi, por sí solo, debería llevarse una enciclopedia de análisis por lo que está haciendo en este campeonato, que evidentemente tiene un valor agregado para él. Ayer tardó tres minutos en clavar ese rebote arriba, un tiro que nos hace pensar un par de cosas.
1) Que los rebotes de pronto le caen en la zurda, cuando en Sudáfrica 2010 le caían a Palermo.
2) Que está con la mira muy calibrada, porque era muy difícil pegarle tan fuerte a la carrera para asegurar el gol evitando cruces y dejando la bola arriba de las cabezas nigerianas. A lo mejor ni apuntó, pero el tiro fue bastante impactante y absolutamente justo.
Pero Messi por ahora no es discutible, menos después de los dos tiros libres que pateó –el gol y el anterior-. El tema es cómo andan los que lo rodean, y ahí aparece algún signo de pregunta. El primero, el más grande, es Agüero. Porque además de que anda mal, se lesionó. O se terminó de lesionar, estrictamente, porque nunca se lo vio entero. Y lo malo de no tenerlo no es estrictamente dejar de lado su aporte en cancha, que no era grande. Sino apartar el potencial de lo que se cree que sí podría llegar a dar. Es matar un poco una ilusión. Con Agüero bien, Argentina es más equipo. Con Agüero mal, está claro, es menos. Pero sin Agüero no hay posibilidad de que Agüero esté bien. No sé si se entiende.
Podría tomar por caso a Higuaín, digamos. Todavía lejos de su pico de rendimiento, está cada día un poquito más fino y un poquito más rápido, como si hubiera tomado los partidos contra Bosnia e Irán como una mini pretemporada. Ayer no lo vimos tan falto de movilidad o de velocidad como de aceleración. Le faltaría ajustar el arranque y la definición (sí, está claro, las dos son clave en un nueve). Puede crecer y aportar. Yo no lo sacaría.
Tampoco hubiera propuesto la salida de Agüero, a decir verdad, pero ahora que se dio, la pregunta que se cae de madura es si podemos aprovecharlo a nuestro favor. Y eso también es posible.
Físicamente muchos jugadores todavía parecen estar poniéndose a tono, algo riesgoso pero valioso en un torneo en el que los minutos suelen ser vistos como desgaste y no como rodaje.
Porque contra Nigeria uno de los grandes problemas volvió a ser el retroceso defensivo en la franja derecha. Con Gago tirado al medio y Zabaleta sin velocidad, nos desbordan siempre por ahí, con el agravante de que nuestro primer central, Fernández, cierra siempre mal. Incluso cuando Garay se mueve a ayudarlo, como en la jugada del segundo gol.
Ayer además se cometieron errores de manejo que terminaron en chances del rival -el primer gol viene de una pelota perdida por el Kun-, hubo desconexiones colectivas en defensa y momentos en los que Mascherano corrió a todos él solito en el medio. ¿Les suena parecido al equipo de Maradona?
La lógica indicaría que Sabella buscará compensar un poco ese mediocampo. Incluso el rumor es que los jugadores, probablemente por un reclamo conjunto de Mascherano y Zabaleta, también quieren a alguien que tape un poco ese costado. ¿Entonces? Las opciones por derecha son Lavezzi retrocediendo para hacer la banda o un ocho. Dado que lo que más tiene este plantel son volantes por derecha –Maxi Rodríguez, Enzo Pérez, Agusto Fernández, Ricky Álvarez, todos con nombre conocido pero apellido anónimo- creemos que Sabella se va a inclinar por esta opción.
No está mal si pensamos en Suiza, un equipo que te copa la parada del medio con Behrami e Inler, que como los futboleros que siguen al Nápoli saben son bastante adeptos al raspado en la franja central.
Suiza es un equipo atrevido, que no se escuda en una defensa populosa y que se propone atacar porque tiene fe en sus armas: laterales que suben, un delantero chiquito y talentoso que sabe mandártela a guardar, como Shaqiri, un nueve tirado a la izquierda y un diez que más o menos juega como Xhaka. Da la sensación de que, sin olvidarse de marcar a Messi -aunque de esto nadie se olvida, nunca-, va a dejar jugar. También tiene buena contra y aprovecha la velocidad de su goleador.
¿Podemos ganar? Podemos. Asegurar que vamos a ganar –algo que por otra parte ya se hizo tres veces en este Mundial con buenos resultados- es un poco más temerario.
¿Entonces, podemos llegar a cuartos, a semis, a la final? ¿El rival de cuartos sería… Bélgica?¿Le podemos ganar? ¿El equipo, jugando así, para qué está? Hay que tener un poco de paciencia futbolera. Cada partido nos enseña cosas acerca de la Selección, y muchos de los problemas se van resolviendo sobre la marcha. Físicamente muchos jugadores todavía parecen estar poniéndose a tono, algo riesgoso pero valioso en un torneo en el que los minutos suelen ser vistos como desgaste y no como rodaje.
No hay que tenerle miedo a octavos. Pero no hay que aventurarse más allá. Diría que todavía estamos para preguntarnos para qué estamos.