Los argentinos nos quedamos detenidos en aquel Mundial de Sudáfrica, en 2010, como si nuestro destino fuera, irremediablemente, quedar eliminados por Holanda, Alemania, Italia, Brasil, Bélgica o quien fuera, en el mejor de los casos en los cuartos de final.

Se dice, y convengamos que no sólo Sabella como lo dejó entrever ante Bosnia, que el equipo carece de equilibrio y que salir a jugar con los cuatro delanteros (Di María, Agüero, Messi e Higuain) ante una potencia es un suicidio. Se habla de un equipo desequilibrado y de que poner a esos jugadores en la cancha sería fruto de la improvisación y de la irresponsabilidad.

Se sostiene, además, que la única salida, ante los grandes equipos, es volver al 5-3-2, sin que importe demasiado lo mal que nos fue contra Bosnia en el primer tiempo del debut.

Está instalado entre la mayoría (o al menos gran parte de la población que “entiende” de fútbol) que lo más razonable para ganar es tirar al equipo para atrás, es decir optar por Campagnaro antes que Higuain y, ¿por qué no?, por Biglia antes que Gago.

No importa si Campagnaro no le puede dar un pase a un compañero o si Bosnia (reptimos, Bosnia, no Holanda) con cinco en el fondo nos llegó dos veces (el mano a mano y el cabezazo que salvó Romero) y con cuatro apenas una (el gol). Menos todavía importa que Argentina en el primer tiempo no diera pie con bola y que el mejor jugador del mundo y la gran carta de triunfo (Messi) no se sintiera cómodo. Tampoco interesa si el 4-3-3 le cae mejor a las individualidades, si está más ensayado que el 5-3-2 (hace dos años que se juega con aquel esquema) o si Messi, Agüero, Di María e Higuain tienen una capacidad de gol mortífera.

Los que saben de fútbol entienden que es lógico sacar un delantero y poner un defensor pero no ven igual de lógico poner un delantero y sacar un defensor.diego

Dicen: estamos desequilibrados, vamos a perder. Y ante cada explicación que se les entrega, sacan a relucir aquel 4-0 de Alemania contra Argentina en Sudáfrica 2010. Están perturbados mentalmente por una idea fija que no los deja avanzar, están paralizados por el miedo. Ergo, más que armar equipos de fútbol deberían ir al analista.

Y la respuesta es siempre la misma: “Acordate que jugando así vamos a perder”. Como si no hubiéramos perdido en:
Octavos de final de Estados Unidos 94 ante Rumania 3-2 pese a sacar un volante ofensivo y poner un volante defensivo: Leo Rodríguez le dejó su lugar a José Basualdo, desde el arranque, para perseguir a Hagi.
Cuartos de final de Francia 98 ante Holanda 2-1 con un equipo equilibrado: Roa, Zanetti, Ayala, Chamot, Sensini, Simeone, Almeyda, Verón, Ortega, Batistuta y Claudio López. Passarella a los 21 del segundo tiempo sacó a Almeyda y puso a Mauricio Pineda (volante defensivo por defensor) para cerrar el partido, pero igual perdimos con un gol sobre la hora de Dennis Bergkamp.
Cuartos de final de Alemania 2006 ante el local por penales. Pekerman puso a Maxi Rodríguez, Mascherano, Luis González y Riquelme y sacó a Román para incluir a Cambiasso cuando Argentina ganaba 1-0. También, un minuto antes del empate de Alemania, puso a Cruz por Crespo para cabecear en el área propia y dejó en el banco a Messi. Los ingresos de Cambiasso y Cruz, es decir tirar al equipo para atrás, no impidieron el gol de Klose, el 1-1 y la posterior derrota por penales.

Comparar a este equipo argentino con aquel de Maradona es lo mismo que decir que la década kirchnerista es igual a la menemista. Eso es, básicamente, una estupidez. Se pondrán encontrar cosas buenas y malas en este equipo de Sabella, pero no tiene nada que ver con aquel porque este es fruto de los ensayos y mientras que el de Diego era de la improvisación.

Argentina arrancó aquel Mundial de Sudáfrica ante Nigeria ganando 1-0 con este equipo: Romero, Gutiérrez, Demichelis, Samuel, Heinze, Mascherano, Verón (Maxi Rodríguez), Di María (Burdisso), Messi, Higuain (Milito), Tevez.

En el segundo partido (4-1 a Corea) cambió a Maxi por Verón desde el arranque y mantuvo a los otros 10. Fue con Romero, Gutiérrez, Demichelis, Samuel (Burdisso), Heinze, Mascherano, Maxi Rodríguez, Di María, Messi, Higuain (Bolatti), Tevez (Agüero).lio

Contra Grecia guardó jugadores: Romero, Otamendi, Demichelis, Burdisso, Clemente Rodríguez, Bolatti, Maxi Rodríguez (Di María), Verón, Messi, Milito (Palermo), Agüero (Pastore).

Ya contra México (3-1), y por los cuartos, consolidó el 4-2-4 pero manteniendo a Otamendi y Maxi en el equipo titular: Romero, Otamendi, Demichelis, Burdisso, Heinze, Mascherano, Maxi Rodríguez (Pastore), Di María (Gutiérrez), Messi, Tevez (Verón), Higuain. E insistió en el último partido, ante Alemania, con Romero, Otamendi (Pastore), Demichelis, Burdisso, Heinze, Mascherano, Maxi Rodríguez, Di María (Agüero), Messi, Tevez, Higuain.

Esos fueron los únicos partidos que Maradona jugó con ese sistema. Antes había saltado de un sistema a otro, pero casi siempre había jugado 4-3-1-2.

Sabella, por lo contrario, puso el 4-3-3 que ahora tanto miedo le da a muchos ante:
4-0 Ecuador: jugaron los cuatro y marcó un gol cada uno.
3-1 Alemania: Los cuatro jugaron en el segundo tiempo. Anotaron Messi y Di María.
3-0 Uruguay: jugaron los cuatro. Messi marco dos goles y Agüero, uno.
2-1 Chile: jugaron los cuatro. Goles de Messi e Higuain.
3-2 Suecia: jugaron los cuatro. Goles de Messi e Higuain.
0-0 Colombia: jugaron 20 minutos del segundo tiempo.
0-0 Rumania: jugaron los cuatro.
2-0 Eslovenia: en el complemento ingresaron Messi, Higuain y Di María.
2-1 Bosnia: sólo en el complemento. Gol de Messi.

Obsérvese como dato que en los 9 partidos que estuvieron los cuatro se ganaron 7 y se empataron 2. Uno de los triunfos fue ante Alemania. No hubo más encuentros de este tipo porque siempre alguno de los cuatro titulares estuvo lesionado o suspendido, lo que no quiere decir que el sistema 4-3-3 haya cambiado, ya que casi siempre los reemplazantes fueron Lavezzi o Palacio.

Por una rara alquimia del destino, para muchos argentinos jugar mal o jugar defensivamente es sinónimo de éxito. “Yo quiero ganar el Mundial, no jugar bien”, dicen como si esa fuera una ecuación posible. ¿Hay algún equipo en la historia del fútbol mundial que haya ganado una final jugando mal? No lo recordamos. Pero parece ser que la cosa pasa por ahí.

Las 12 verdades del manual futbolero del siglo XXI dicen que para ser campeón mundial hay que:
1)  Colgarse del travesaño
2)  Jugar de contraataque
3)  No regalarse
4)  Ser equilibrado
5)  Ser práctico
6)  Ser vivo
7)  Defender con 5 y atacar con 2
8)  No jugar con una planteo 4-3-3
9)  Regalarle la pelota al rival
10) No atacar, por supuesto
11) Esperar en el campo propio
12) Apostar al error del adversario

Algo cambió en el gusto de muchos argentinos. Se aplaude a un defensor que va al piso para rechazar la pelota contra el lateral y se insulta a un delantero que hace un caño porque, supuestamente, está sobrando el partido o canchereando.

Los que van al frente son cándidos o románticos en el mejor de los casos o boludos en el peor; mientras que los que especulan son vivos, pragmáticos e inteligentes.

Se escucha que los relatores gritan: “Saque si quiere ganar” o cuando un equipo va en ventaja vociferan: “Llevate la pelota al banderín del córner”.

La gente pide que se ponga huevos en lugar de que se juegue al fútbol.

El culto al éxito ensució todo. Si ganas sos el mejor. Si perdés, no solo sos un derrotado, también sos un pelotudo. No se acepta la posibilidad de la derrota. De que el otro nos gane, simplemente, porque es mejor. Se juega solo paga ganar sin aceptar la posibilidad de los tres resultados.

Los hombres, tan evolucionados en algunos aspectos, a la hora de hablar de fútbol, se convierten en trogloditas que solo ven el resultado sin aceptar el menor análisis. Ganaste 1-0, pulgares arriba. Perdiste 1-0, mereces el peor de los infiernos.

Y en el mundial aparecen estos extremos exacerbados por el nacionalismo y el chauvinismo. Está en juego el ser nacional. La argentinidad al palo. Lo más rancio y repugnante del patrioterismo rastrero. Es una lástima, ¿no? Porque muchos se pierden una oportunidad fantástica. Relativizan el valor del juego y dejan pasar la chance de disfrutar del mejor deporte del mundo y de sus máximos exponentes. Repetimos: una lástima, ¿no?