Recuerdo aquella época dorada en la que uno leía el título de una noticia deportiva y entendía más o menos lo que esa noticia venía a anunciar. Evidentemente, esa época dorada de comprensión sencilla se terminó. Hoy, en cualquier nota informativa, la búsqueda es otra. No es informar. No. Se diría más bien que es introducir el tema para generar intriga. Y buscar el click. El resto de los datos están fragmentados. Andá, bucealos.
Ni siquiera hablo del no tan reciente pero sí bastante bien ponderado “click bait”. Es decir, el famoso: “Mirá lo que dijo Gallardo” para que uno ingrese a la nota a ver qué demonios dijo Gallardo. Es decir, creo que sí hablo un poco de eso pero no tanto, porque las formas de hacer lo mismo han evolucionado. Ahora la intriga se plantea de manera menos explícita.
Hasta hace poco, en las escuelas de periodismo se enseñó casi como un dogma que el título y el primer párrafo de cualquier artículo debían dejar bien clara la información que se tratara. Las cinco “W” del inglés (quién, qué, cuándo, dónde y por qué) tenían que aparecer sin falta en el primer párrafo de una noticia. Ni hablar del título. Hoy, en cambio, te tiran un par de “W” para que vos descubras el resto.
Es el fin de la pirámide invertida. Lo importante no va arriba de todo, no se dice rápido. Se oculta un poquito para que lo tenga que buscar el lector. Con todo respeto, muchachos: es una nota, no una búsqueda del tesoro.
En esta evolución también llama la atención la indecisión de los títulos. Casi como si hubiera medio título en lugar de uno entero, se plantea información a medias. Y no se elige un foco en particular para tratar: se usa el título como englobador de varias curiosidades acerca de la misma cuestión. Ninguna de las cuales tiene entidad suficiente como para lograr un título sin hacer sonar al autor exageradamente ridículo.
Recuerdo particularmente una nota del diario La Nación que se titulaba “Mourinho: la copa de vino que no pudo tomar con Guardiola, una discusión en el vestuario y una particular publicidad”. ¿Entiendo? Nada, pero qué ganas de leerlo. Claro, cuando uno entra al texto, resulta que lo de la copa de vino es una zoncera de plana mayor; que podrían haberme anticipado en el título cuál era la discusión del vestuario y probablemente también de qué se trataba la publicidad. Para decirlo de manera sencilla: podrían haber sido tres notas diferentes, el detalle es que todas habrían resultado impublicables.
Uno podría pensar que se trata de un tema puntual, pero es una tendencia. Sin ir más lejos, en el momento en que escribo, aparece en el mismo portal el título: “Simeone y la selección: por qué todavía no la quiere dirigir y cómo fue su charla con Bauza”. De nuevo: ¿no me lo podrían contar? Y otra cosa: ¿no podrían elegir un foco? No, tienen dos. Por las dudas. Pero no desarrollan ninguno. En Clarín, en cambio, se lee: “El insólito episodio que involucró a la campeona de Indian Wells y a Roger Federer” (ajá), o bien: “La Selección argentina y un alerta amarilla que no incluye a Messi”. Clarísimo (¿?).
Es un estilo un poco vago por partida doble. Porque no termina de definirse y porque es mucho más fácil lograrlo que trabajar en encontrar un tema relevante. Y si antes elegíamos decir las cosas con todas las letras, para que el lector decida o no si quería más información acerca del tema; ahora lo obligamos a bucear por nuestro laberinto para decidir si el tema vale la pena o no, y en todo caso recién entonces ver si quiere otra información.
Todo el movimiento parece tener que ver con la lógica de las redes sociales, y con la manera en que los grandes dueños del discurso quieren disimular su manera de ser grandes dueños del discurso. Entonces hablan un poco así, fragmentado, poniendo la mayor actividad en el receptor y transfiriendo parte de su supuesta autoridad como medio al público. En vez de elegir una frase, te dicen “mirá lo que dijo”, como si te lo contara un amigo. Y te cuelan un videíto, por las dudas.
Después hacen una encuesta, sobre cualquier tema, en cualquier momento, para juntar una opinión que difícilmente sea autorizada, para que la gente opine. ¿El objetivo? ¿Tomar esa opinión? ¿Tenerla en cuenta para algo posterior? No, qué va, amarrocar los clicks de cada opción, sin importar qué se piense. Cualquiera sea la problemática sobre la que verse la encuesta, posiblemente sería más valioso consultar especialistas del tema y armar una nota especialmente dedicada a analizarlo en profundidad.
En una época de hiperinformación, también sucede que los títulos dan muchísimas cosas por sabidas. Se pide un conocimiento previo al lector que no tiene precedentes. Miren esto, por ejemplo, también de este momento en La Nación: “Las cartas que jugó Lionel Messi para el desembarco en la selección de Marcelo Tinelli”. El título básicamente da por hecho que Tinelli está en la selección y que Messi trabajó para ello; en todo caso se centra en contar qué (una sola “W”) hizo Messi para que eso sucediera.
Está claro que los tiempos cambian y los estilos también. Que hoy se da al click un valor inexplicado (¿alguien sabe a ciencia cierta si un click da dinero?). Hay que correr con la juventud. Hay que entender el nuevo paradigma, seguro. Y según los más extremistas del darwinismo periodístico, hay que adaptarse o morir. Pero siempre se puede elegir.
Si esas son las opciones, nosotros en Un Caño ya elegimos morir.