He aquí una afirmación temeraria: España no será el campeón del mundo en Brasil. Es más: posiblemente sea la decepción. Quizá ni siquiera se clasifique a la siguiente fase. Pero hay que tomar un riesgo y decirlo rápido, antes del debut, así nadie tilda al discurso de oportunista. Aunque después la teoría se haga trizas con un baile fenomenal ante Holanda. Porque no sabemos qué pasará, pero podemos imaginar lo que puede pasar.
Siempre es arriesgado afirmar semejante cosa, el fracaso español, sobre todo cuando hablamos de un equipo acostumbrado a levantar trofeos -ganó las últimas dos Eurocopas y el Mundial de Sudáfrica- y que tiene en su plantel al menos a uno de los diez mejores jugadores del mundo: Andrés Iniesta. Sin embargo hay un par de razones que hacen pensar en un cambio de época.
En realidad, hay una razón madre que guía a todas las demás: el paso del tiempo y el cambio de contexto deportivo. Tiene que ver directamente con el pequeño deslizamiento en el paradigma futbolístico, desde el toque y posesión del Barcelona imbatible hacia el vértigo acompañado de velocidad que muestran el Bayern Múnich y el Real Madrid. Junto a eso, la edad, que no es necesariamente un disvalor, pero parece haberse llevado los mejores años de algunas piezas clave del plantel ibérico.
En su gestión, Del Bosque adaptó inteligentemente el estilo que forjó primero Luis Aragonés y que después a su manera mejoró Guardiola en su tiempo en el Barça. Allí se mantuvo durante seis exitosos años, pero parece haber estirado la receta un poco más de lo conveniente. Por haberse quedado prendado de ese pasado reciente, el DT cometió lo que parecen a simple vista un par de errores estratégicos.
El primero es el armado del plantel. No hay ninguna duda de que España tiene a algunos de los mediocampistas más destacados del planeta. Sin embargo, sus delanteros dejan muchísimas dudas. Porque no están Negredo, ni Llorente, en principio, que son sin dudas los goleadores más destacados y de mejor nivel que tuvo la temporada.
Es extraña la decisión de dejarlos afuera para permitir los ingresos de Torres, Villa y Diego Costa. Los dos primeros nombres responden efectivamente a una confianza de Del Bosque que no se rinde, pese a que Torres no le respondió en el último Mundial cuando también le dio un voto de confianza y, pese a que ha convertido algún gol importante en Chelsea, hace rato que no muestra su mejor cara dentro de una cancha.
Villa es otra cosa: hombre fundamental en el esquema pasado, hoy no parece el mismo futbolista que hace cuatro años. Del Bosque parece saberlo, pero no termina de convencerse. Entonces lo llama, presumiblemente para ser suplente de Costa.
Y he aquí el dilema fundamental de la delantera, Costa. La bestia del Atlético Madrid está acostumbrada a jugar con un concepto bien distinto al de España. Es más: posiblemente si vistiera la camiseta de su Brasil natal asustaría mucho más por su buen momento, su talla, su altura y su efectividad. Porque sabe aprovechar el vértigo, los contragolpes, el mano a mano con espacios para ganar por potencia. Pero en una selección de toque, posición y movimiento permanente es al menos una incógnita.
Otra palabra clave: incógnita. Hay varias. ¿Cómo estará Xavi? ¿Pedro jugará de arranque? ¿Y si es así, quién sería su suplente? ¿Iniesta se acomodará de extremo izquierdo como lo viene haciendo en este equipo? ¿Silva no estará entre los once? ¿Jugarán Xabi Alonso y Busquets juntos, como suele gustarle al DT? ¿Cuál será el nivel de Piqué, el mismo –bajo- que vino mostrando en el Barcelona en el último tramo de la temporada? ¿Javi Martínez arrancará sentado en el banco? ¿Cesc será el primer cambio, pese a que hay jugadores como Cazorla, Mata y el ya nombrado Silva que parecen haber hecho más méritos que él para entrar en la rotación?
Dependiendo de la respuesta a una buena parte de esas preguntas, es muy posible que España esté en el horno. Para colmo tiene un grupo con rivales rápidos y complicados.
Además está la cuestión de la previsibilidad. ¿Cuánto se conoce el esquema de España -o del Barcelona- y cuántos antídotos se han diseñado ya para contraponerse a él? Es cierto que es más fácil decirlo que hacerlo, pero está demostrado que neutralizar la posesión es posible cuando falta acompañarla con profundidad. Y eso es lo que puede predecirse para España: demasiado toque horizontal sin daño.
Y si ya en el Mundial pasado le fue difícil convertir, uno apostaría a que esos inconvenientes pueden crecer durante este torneo.
El único aspecto que parece firme en este equipo es la línea de fondo. Porque Casillas tuvo un año fenomenal, igual que Sergio Ramos –tiene la difícil misión de suplantar a Puyol, que abrió con un golazo de cabeza el partido fundamental del último título mundialista, contra Alemania- y porque hay laterales que pueden cumplir con funciones de ataque y defensa como Azpilicueta, Juanfran y Jordi Alba.
Parece poquito como para ilusionarse con tanta cosa como un bicampeonato.