Se jugaba el primer minuto de los cinco adicionados por el árbitro y hacía cuatro que Boca había logrado un 3 a 3 que sonaba a mini hazaña. Con la Bombonera que rugía y el ratito que quedaba por jugar, la moneda tenía más pinta de caer para el lado de la remontada que para una victoria histórica de Unión.

Sin embargo, el equipo que había optado por cuidar lo que tenía, una vez que lo perdió, lo fue a recuperar. Todo lo contrario al dicho popular que habla de que el caballo que alcanza está para ganar. Boca, el caballo que había alcanzado, pensó que lo ganaría por el nombre, por la cancha, por la gente, por la historia… Por decantación. Pero aunque el nombre, la cancha, la gente y la historia pueden ayudar, los que toman decisiones y los que juegan son los futbolistas. Bueno… cuando juegan.

Porque el domingo, Fernando Gago, en un momento decidió dejar de jugar. Desestabilizado desde atrás por un rival cuando se preparaba para saltar, al 5 de Boca (¡el 5 de Boca!) ya no le importó seguir el partido y sólo se preocupó por protestarle la falta a Baliño. Tanto el árbitro como Gago vieron desde el borde del área cómo Unión metía el cuarto y lograba un triunfo que su gente recordará siempre.

En ese momento, Boca llevaba más de una hora jugando con un futbolista menos por la expulsión de Orión (hablando de malos compañeros…) y un buen rato con apenas dos defensores. Al ya no estar Fuenzalida y Colazo, el Cata Díaz y Tobio debieron lidiar con los contraataques de Unión. Se suponía que con la ayuda de todos pero principalmente de los que suelen estar más cerca: Erbes y Gago. Pero Gago prefirió llorar una faltita antes que colaborar con sus compañeros.

Seguramente Arruabarrena conoce muy bien estas actitudes de Gago. Por algo ya no juega de 5. Porque Gago es un 5. Con más criterio para el pase que efectividad para la recuperación, cierto, pero es un 5 al fin. Claro, es un riesgo poner como volante más retrasado a un futbolista que le escapa a la fricción y que en cualquier momento, a cuento de nada, te deja en banda. Por eso, el Vasco ubica a Erbes en ese lugar y lo adelanta a Gago, así potencia lo bueno y minimiza lo malo del mediocampista de la Selección.

La jugada del 3 a 3 de Boca es un gran ejemplo para que Gago entienda lo que es jugar en equipo. Fue bueno su centro para Calleri, pero para que fuera muy bueno y se transformara en una asistencia, Calleri debió jugarse la cara contra el botín de un defensor. En una de las arengas que suele mostrar Fútbol Permitido, algún referente les decía a sus compañeros: “Que cada uno piense en dar un poquito más de lo que puede y así vamos a ser un equipo mejor”. Gago hizo todo lo contrario: dio un poquito menos. Porque después de su capricho en la jugada no sólo no volvió a correr, ni siquiera dio un paso al trote. Eso, en cualquier deporte, es de mal compañero.