La fecha de los clásicos dejó varias situaciones para comentar. Es cierto que, en mayor o menor medida, situaciones similares se repiten cada fin de semana. Sin embargo, una jornada especial (no se jugaba una fecha de clásicos desde 1982), ameritaba una nota sobre algunas particularidades, sobre algunas cuestiones.
Esa costumbre de los arqueros. En el partido entre Rafaela y Belgrano, Chiqui Pérez intentó salir jugando desde el borde del su área con un caño sobre Pussetto. Fracasó. La pelota le quedó a Jominy, quien remató forzando una tapada de Olave. El arquero de Belgrano se levantó como un demonio y fue a insultar a su compañero, dejando en evidencia el error que había cometido. Pérez, casi aceptando la situación, ni lo miró y apenas le hizo un gesto con la mano para que se callara. ¿Se imaginan lo que ocurriría si un jugador de campo se pusiera a gritarle a un arquero después de cometer un error? ¿Sería posible que los defensores recriminasen a los arqueros después de haberse comido un gol? Las cosas deberían ser parejas, ¿no? Se entiende la adrenalina del arquero, pero eso no justifica que cada vez que un compañero se equivoca salgan a mandarlo en cana.
Los planteos de San Lorenzo. Hace una semana, San Lorenzo le ganó a Boca con un gol de Matos de casualidad. La crítica admitió que el triunfo había sido injusto pero se destacó el orden defensivo de San Lorenzo y, básicamente, la inteligencia del entrenador, Edgardo Bauza, para anular las virtudes de Boca, para jugar “un partido serio”. O sea que la vara que se utilizó para medir la actuación de San Lorenzo, para citar una sola jugada, fue de 5 centímetros, es decir la distancia que separó a un Calleri del gol. Si aquella pelota de Calleri hubiera entrado, el periodismo habría destrozado el planteo de San Lorenzo. Pero se fue por arriba del travesaño. Una semana después San Lorenzo repitió el planteo contra Huracán y, como en este caso perdió, se le cayó al entrenador por la forma en que disputó el partido. ¿Es posible que la opinión sobre el desempeño de un equipo sea tan diferente sólo porque en un partido tuvo suerte y en otro no?
El planteo de Newell’s. Aquí tenemos otro ejemplo de lo antedicho. Bernardi dejó de lado todas las banderas del fútbol que pregonaba Newell’s para rapiñar un empate ante Rosario Central. Consiguió el 0-0 buscado pero hay que decir que lo de NOB fue horrible. Pero como al resultado gobierna los conceptos, resulta que “el planteo de Newell’s fue el correcto”, “que no podía hacer otra cosa”, “que el momento del club ameritaba esta decisión” y no sabemos cuántas otras paparruchadas. ¿Qué hubiera pasado si Newell’s, como pudo haber ocurrido, perdía 1-0? Inmediatamente, sin escalas, Bernardi hubiera sido un desastre y seguramente ya lo hubieran echado.
Y el planteo de Boca. Los que Passarella llamaba los invictos, es decir los periodistas, practicaron canibalismo la semana pasada con Arruabarrena. La derrota con San Lorenzo lo había convertido en un papa frita. Boca había jugado bastante mejor que San Lorenzo pero había perdido. Y ese es un pecado que no se le perdona a ningún entrenador. Podés perder jugando mal, porque es lógico. Pero si perdés jugando bien, sos un pelotudo que juega sin arcos. Rara la vara de algunos colegas y de algunos hinchas para valorar las actuaciones de los equipos. Parece que en el fútbol es mejor ser un inepto que un tipo con buenas intenciones que, ocasionalmente, puede perder uno que otro partido pese a acertar en sus planteos. Ahora bien: Boca jugó contra River bastante peor que contra San Lorenzo. Pero ganó. Y entonces, como “los clásicos no se analizan, solo se ganan”, el entrenador de una día para otro pasó a ser un líder sin mácula.
Salir jugando. Cuando iba hacia la TV Pública para hacer Fútbol Permitido, puse radio La Red para escuchar los primeros minutos del partido entre Lanús y Banfield. El relator (desconozco su nombre ya que escuché el partido apenas 10 minutos) en un momento se puso a gritar: “Basta con esta estupidez de salir jugando. Me tienen podrido”, al calificar una salida desde la defensa de Banfield. Parece ser que ya no hay una grieta entre menottistas y bilardistas o bielsistas y antibielsistas. Hoy el debate está dado entre los que salen jugando o los que la tiran de punta para arriba. Parece ser que los que eligen la primera opción son unos giles y que los que van por el despeje son los piolas. Sin ponerse en fundamentalista, ya que efectivamente algunas veces hay que reventarla: ¿alguien puede estar en desacuerdo con tratar bien la pelota en lugar de dividirla? ¿Es tan complejo comprender las bondades que tiene para un equipo ejercer el control del balón en lugar de dividirlo? ¿Se puede ser tan necio de no entender que el fútbol es un juego que aspira a la excelencia, a la belleza, al juego asociado? Está más que claro que todos quieren ganar, ¿pero realmente es necesario enojarse tanto porque un equipo sale jugando? ¿Cuál es el pecado? Bajemos un cambio, muchachos. Todos los extremos son inconducentes.
El tiro libre del Ruso Rodríguez. Ya en Fútbol Permitido se generó una polémica con mis compañeros, ya que ellos sostenían que el tiro libre que había ido a patear el Ruso Rodríguez al área de Racing “era una locura”. Yo los miraba atónito. Parecía que me estaban cargando. Hasta que uno me dijo: “Vos querés justificar lo injustificable. Rodríguez no puede hacer eso”. Cuando salí de mi asombro le respondí que me parecía increíble que todos calificaran de locura que un arquero cruzara hasta el otro lado de la cancha para patear un tiro libre. Que en la historia del fútbol decenas de arqueros lo habían hecho y que eran muy pocas las ocasiones (yo no recuerdo ninguna, en verdad) en que el adversario había podido aplicar el contraataque para culminar en gol. Es decir, no sólo no me parecía una locura, sino que además era un recurso interesante. Sin embargo, mis colegas coincidían en lo contrario, en que era mejor mantener el 1-0 que arriesgar mínimamente. Me parece increíble que se piense de esa manera. Muchas veces siento que el fútbol debería durar hasta que un equipo hace un gol y ahí terminar el juego. Parece ser que a pocos nos interesa el juego (los boludos, claro) y que la mayoría sólo valora el resultado (los genios, los que ganan campeonatos).
Un detalle más. Otra cosa ocurrió en ese tiro libre: la pelota rebotó en la barrera y le cayó otra vez a Rodríguez, quien con absoluta serenidad la paró y tocó de la derecha para Pisano, dándose el tiempo necesario para regresar a su arco. Mientras tanto, Rodolfo De Paoli, quien relataba el partido para la TV Pública, decía: “Tirala afuera que se arma un lío bárbaro acá”. Fue mejor, sin dudas, lo que decidió y realizó Rodríguez. No la reventó y se la dio a un compañero. Fue audaz, dio espectáculo, generó una situación atípica, de esas que enriquecen e hicieron grande al fútbol como el deporte que es. ¿Se imaginan que hubieran dicho de Rodríguez si hubiera sufrido la fatalidad de recibir un gol en contra tras esa acción? Prefiero no pensarlo. No pasó nada. Pero celebro todo lo que hizo Rodríguez, más allá de que no haya ocurrido nada extraordinario.