Más allá de un par de Supercopas de Alemania que el Borussia Dortmund de Jürgen Klopp le ganó al Bayern Munich de Pep Guardiola, el cruce que quedará en el recuerdo entre los dos mejores entrenadores desde hace mucho, es el de esta Champions. Los 180 minutos y monedas que nos regalaron el Liverpool y el Manchester City fueron una batalla de conceptos, dos tipos de fútbol completamente diferentes aunque, ¡¡¡muchas gracias a los dos!!!, ambos concebidos para el espectáculo.
Guardiola conoció la esencia de Klopp a los golpes apenas pisó suelo alemán. Lo explica el propio Pep: “La primera vez que jugué contra él, en la Supercopa de Alemania, fue una buena lección para mí (4-2 el Dortmund). Yo era nuevo y dije wow.
Después aprendí a contrarrestarlo un poco. Pero no es fácil, no es fácil. Sus equipos son agresivos, no tienen pausa… Entiendo perfectamente porque dice que su fútbol es heavy metal”.
Klopp usó lo de “heavy metal” hace ya un tiempo, para definir el estilo de sus equipos y diferenciarse de Arsene Wenger: “Le gusta tener la pelota, jugar un fútbol de pases. Es como una orquesta, pero con una canción silenciosa. A mí me gusta más el heavy metal.
El fútbol tiene que ser muy emotivo, muy rápido, muy fuerte, no aburrido, no ajedrez. Y táctico, obvio. Pero táctica con un gran corazón. La táctica es importante, no podés ganar sin táctica. Pero la emoción hace la diferencia”.
Eso, emoción, es precisamente lo que generan los equipos de Klopp. Te puede gustar o no, pero jamás te dejará indiferente. Algo parecido sucede con los equipos de Guardiola, pero desde otro lugar. Mientras el alemán genera sensaciones desde el vértigo y la locura, el catalán lo hace desde la prolijidad más prolija posible. Ya que Klopp hizo una comparación musical podríamos decir que lo de Guardiola es jazz: para tocar en su orquesta hay que ser un virtuoso. Y lo de Klopp no es heavy metal, es punk. “One, two, three, four…”. Y ahí van los atacantes de Klopp a romperte la cabeza y a sacudirte las entrañas. Como sea. Pifiando notas y con dos o tres acordes.
¿Alguien lo puede explicar mejor que el tipo que lo viene sufriendo? “Me encantan cómo juegan sus equipos. En tres o cuatro segundos están todos atacándote. Es el mejor entrenador del mundo creando equipos que te atacan. Tienen una intensidad muy alta con y sin balón. No es nada fácil diseñar un equipo así”, explica Guardiola.
No sólo no es nada fácil diseñar equipos así sino que es muy complicado que puedan mantener ese ritmo durante mucho tiempo. Por algo las canciones punkies duran dos minutos. Adrenalina al taco, un par de segundos de descanso y otra vez “one, two, three, four…”. Y cada vez que el Liverpool logró quitarle la pelota al City, así de disparado salió hacia el arco rival. Y siempre con la misma intención: lastimar, herir, machacar hasta dejar exhausto al adversario.
El resultado de un partido de fútbol se define por un conjunto de variables. Jerarquía de los futbolistas, estado físico, estado anímico, táctica, estrategia y circunstancias. Que cada uno le ponga el porcentaje que considere a cada ítem, pero, mientras más parejos sean los primeros items, más en juego entran las circunstancias.
Guardiola, igual que uno de sus referentes, Marcelo Bielsa, pretende reducir las circunstancias a la nada, minimizar el error al cero. Algo absolutamente imposible. Una pequeña anécdota para entender de qué estamos hablando. Cuando Bielsa dirigía a la Selección, en un entrenamiento les pidió a los extremos que llegaran hasta el fondo y tiraran un centro al segundo palo. Fulanito lo intentó dos veces y en ambas el centro fue al primer palo. Bielsa lo llamó: “Fulanito, le dije que los centros al segundo palo”. “Sí, lo escuché y lo entendí, pero el fútbol también es error y me puedo equivocar”, le respondió con argumentos. Tanto a Bielsa como a Guardiola les cuesta entender esa parte. Pretenden hacer de sus equipos máquinas perfectas. Está claro que, con excelentes futbolistas, a la larga van a imponer sus condiciones. Por eso Guardiola ganó caminando las ligas en Alemania y esta Premier. Y tal vez por la misma razón últimamente se le atragante tanto la Champions.
¿Quién mejor que el tipo que le tiene tomada la medida para explicarlo? “Cuando jugamos contra ellos aquí (en Manchester, partido de ida de la Liga) perdimos 5 a 0 y todos vieron la calidad del City. Aunque jugamos con uno menos, su calidad quedó clara. Por cómo prepararon la temporada… los fichajes… Pep es el mejor del mundo. Estaba claro que serían sobresalientes. Pero no existe un equipo en el mundo que sea perfecto. El juego no te da la oportunidad de ser perfecto. Tiene sus momentos, sus situaciones, sus días, sus minutos. Ellos han tenido más consistencia y por eso serán campeones. Pero yo sabía que ellos podían sufrir goles. Y si pueden sufrir goles, pueden perder”. Y eso fue lo que diseñó Klopp para los cruces de la Champions.
El City tuvo la pelota la mayor parte del tiempo, intentó atacar con prolijidad y con excesiva paciencia. Si no encontraba pase seguro hacia adelante, a volver a empezar para no poner la pelota en riesgo. El Liverpool hizo todo lo contrario: decidió aprovecharse del “efecto circunstancias”. Apenas recuperaba la pelota se lanzaban sus flechas hacia adelante con todo el resto del equipo acompañando. A veces con pases limpios y a veces a trompicones. Quizás se pueda explicar la eliminatoria en dos piernas: mientras la zurda de Sané fue un pincel, la zurda de Salah fue un puñal. Si le prestan atención a los cinco goles del Liverpool, en todos juegan las circunstancias. O porque la jugada se ensuciaba en el camino, o porque Otamendi se equivocaba o porque nadie se quedaba pidiendo foul mientras Chamberlain la clavaba junto al palo. El único gol del City, en cambio, llegó después de dos pases bien limpitos. Pero el fútbol, sobre todo en los mano a mano, necesita un poco de mugre (¿acaso no es lo que hace Gallardo con Barros Schelotto?), un poco de punk. De punk Klopp.