En la redacción de Un Caño hubo mucho debate futbolero antes y después de la final del Mundial. Que faltó voluntad para atacar o planteamos partidos tácticamente inteligentes, por ejemplo. Que Argentina fue o que no fue superado por Alemania. Que el entrenador llevó al grupo al máximo de su potencial o que le faltó explotar a sus mejores exponentes, que el técnico falló en el armado del plantel o que armó el ensamble ideal.
Básicamente, discutimos.
Sin embargo hubo una cuestión en la que nos pusimos de acuerdo sin que hubiera un debate intermedio: Julio Humberto Grondona, y junto a él la estructura dirigencial del fútbol argentino, no tuvieron nada que ver con el logro del subcampeonato obtenido por la Selección en la Copa del Mundo.
Digámoslo bien claro y con todas las letras. Sabella y sus muchachos llegaron a esa instancia a pesar de la precariedad institucional que los rodea, y no gracias a ella. Que Grondona no se cuelgue esta medalla. No se lo merece. No nos lo merecemos nosotros, tampoco. No merecemos que nos traten de idiotas, ni que nos lancen un hueso de felicidad pintada de resultados cuando hay tanto detrás para corregir y progresar.
Y por favor, no lo dejemos que nos hable de proyecto, de identidad nacional ni de plan prestablecido. El equipo Argentino apareció de manera casi fortuita, gracias a la personalidad y la lectura de su DT, durante el Mundial. Y jugó, en su forma definitiva, tres partidos: de cuartos en adelante. ¿Sabía que iba a jugar a lo que jugó antes de comenzar el torneo? ¿Los 23 convocados fueron llamados porque se planeaba terminar dónde y cómo se terminó?
Un conjunto que cierra un campeonato con una formación y una actitud tan distinta de aquella con las que lo comenzó, no es un conjunto que tenga bien claro a qué quiere jugar. Al menos no desde el comienzo. Al menos no desde antes del Mundial. No estaba claro a qué iba a jugar el equipo. Si lo fue descifrando con el correr de los partidos, no se puede hablar de un mérito estructural, sino de pericia para leer la situación propia y de los rivales.
Esa pericia no es precisamente de Grondona.
Ni hablar, además, del estado de situación de las selecciones juveniles. ¿Se vio en estos años una línea lógica para jugar desde las divisiones menores como juega el equipo de Sabella? Para nada.
Sin ir más lejos, un hijo del presidente de AFA es el DT de las juveniles, lo cual por sí solo es un escándalo. Pero, dejando de lado su origen, es el encargado de comandar adolescentes, cuando estuvo involucrado en más de un exabrupto que demuestra con creces que no está capacitado para formar grupos de jóvenes futbolistas dentro de los valores que pregona el seleccionador mayor.
Además valdría la pena plantear una cuestión que resulta bastante interesante. ¿Cómo va a seguir adelante este proceso? ¿Cómo se va a dar el siguiente paso después de un éxito valioso? ¿Se quedará Sabella? Y si se queda, ¿qué facultades le darán? Si Sabella se va, ¿vendrá alguien completamente distinto a reemplazarlo? Y ese entrenador, ¿qué línea futbolística seguirá? ¿Y cuánto poder tendrá dentro de la estructura general de las Selecciones?
No existió, ni existe, una planificación de largo plazo. Ni integradora, ni en el primer nivel. No existe ahora, tampoco. Por eso ni siquiera la continuidad de Sabella es una garantía de que su trabajo pueda seguir una postura determinada, aunque sería un primer paso.
No, Grondona. No te engañes ni nos engañes. Vos no hiciste nada. El sucampeonato no es tu logro. Estos jugadores no te deben nada. Todo lo que hicieron, lo hicieron pese a vos.
Recordemos que el actual Director de Selecciones Nacionales es Carlos Bilardo, un hombre que parece más preocupado por no contrariar a su empleador que por cualquier otra cuestión desde que lo recostaron en ese misterioso cargo. ¿Qué hace? ¿Comunica al DT de la mayor con los de las selecciones juveniles? ¿Establece el estilo general de juego? ¿Coordina, planifica, elige los lugares de concentración? ¿Para elegir los lugares de concentración es necesario un director técnico?
Estaría muy bien que hubiera un marco para orientar a los que toman el timón de la Selección. Que sepamos cuál es el molde de gente que queremos para dirigirnos. Que si no hay continuidad de hombres haya continuidad de ideas. Que un jugador, también, sepa qué implica jugar para Argentina. Qué se le pedirá y cuál será la búsqueda, más allá del hombre que circunstancialmente ocupe el banco de suplentes.
¿Hablamos de la salud del fútbol nacional, de las ligas domésticas, de la economía de los clubes, de la violencia que no se termina ni se pena, de AFA rica clubes pobres, de las sanciones disciplinarias o su ausencia según conveniencia, de la designación de árbitros a dedo, de las incontables denuncias de corrupción, de las amistades y enemistades beneficiadas y perjudicadas por un hombre con poder en la FIFA? No, no hablamos. No decimos nada de eso. Nada.
Nos quedamos con la Selección. Con el Mundial. Con las entradas revendidas que llevaban el nombre de Humbertito y el papelón televisivo posterior (“¿A vos te parece que yo me voy a manchar por 200 dólares?” No, nos parece que tenés tanta impunidad que pensaste que no te ibas a manchar. Y 200 multiplicado por muchas entradas da varios miles de dólares, ni hablar de pesos). Con un Grondona que se aferra al poder –ya van más de tres décadas- en base a favores políticos, listas únicas, aprietes y logros de otros.
Con bastante lucidez, en su programa de TyC Sports posterior a la derrota ante Alemania, Gonzalo Bonadeo aseguró que el segundo puesto sólo servirá para que Don Julio nos mee desde un poquito más abajo a todos sus detractores. Nos parece una lectura precisa hasta el detalle. ¿Por qué? Porque sin dudas se va a sentir con derecho de mearnos desde arriba. Desde un poquito menos arriba, es cierto. Pero desde arriba al fin. Es un dirigente que no se pone a pensar en los procesos o en el hilván de trabajo que lleva como consecuencia un resultado. Se trata, en cambio, de un malandra personalista con códigos de empirista: acá está la final del mundo, llegamos bajo mi mandato, así que yo lo hice.
No, Grondona. No te engañes ni nos engañes. Vos no hiciste nada. El sucampeonato no es tu logro. Estos jugadores no te deben nada. Todo lo que hicieron, lo hicieron pese a vos.
Miren si Argentina le ganaba a Alemania. Miren si se sacaba una foto con la Copa. Miren si le regalábamos al viejo el orgullo de señalarse el pecho y de afirmar -como seguramente dirá que personalmente inventó a Sabella y a la final del Maracaná- que él, junto a Passarella, es el hombre con más títulos del mundo en el fútbol argentino. En ese punto, y solamente en ese punto, fue un alivio no salir campeones.