Entre 1974 y 2004, la Selección Argentina tuvo cinco directores técnicos. Entre 2004 y 2016 serán siete. La salida de Gerardo Martino no sorprende porque en los últimos cuatro procesos mundialistas fue imposible mantener un proyecto y el flagelo se profundizó aún más en el peor momento de la AFA en la historia. Esto obedece al descalabro dirigencial de los últimos años pero también a un grupo de futbolista que no logra identificarse con una figura de autoridad.

Javier Mascherano y Lionel Messi debutaron en la Selección después de la Copa del Mundo de Corea y Japón 2002. El mediocampista lo hizo con Marcelo Bielsa en el banco de suplentes y el delantero con José Pekerman. Ambos disputaron su primer Mundial en Alemania 2006. Luego, fueron dirigidos por Diego Maradona, Sergio Batista, Alejandro Sabella y Martino. Ellos, tan disímiles en su juego, son los indiscutibles símbolos de la última década en el fútbol argentino. Y, como tales, protagonistas de estas rupturas precoces de ciclos.

Al término de los 120 minutos de la final contra Chile, llegó el momento de decidir quiénes patearían los penales en la definición. Entonces, los referentes dijeron: “esta es nuestra última oportunidad de ganar un título. Pateamos nosotros”. Y allí fueron Messi, Mascherano, Agüero y Biglia con los resultados que todos sabemos. El hecho sirve para describir cómo se vive en la Selección en los últimos años. Messi, Mascherano y tres o cuatro nombres más manejan todo.

Es fácil decir que esto es un error, que el entrenador debe tener una autoridad superior a la de cualquier futbolista y refunfuñar por la actitud de los referentes. O sea, echarle la culpa a los “díscolos”. Sin embargo, desde hace tiempo el Seleccionado dejó de ser un equipo con sentido colectivo y se transformó en un conjunto de individualidades sin conciencia grupal si de juego estamos hablando. Entonces, no debe sorprender que sean esas mismas individualidades las que decidan todo. Desde cuándo se viaja hasta quién juega.

Al término de los 120 minutos de la final contra Chile, llegó el momento de decidir quiénes patearían los penales en la definición. Entonces, los referentes dijeron: “esta es nuestra última oportunidad de ganar un título. Pateamos nosotros”. Y allí fueron Messi, Mascherano, Agüero y Biglia con los resultados que todos sabemos.

La salida de Marcelo Bielsa marcó un antes y después. Se dejaron de lado los proyectos integrales y de largo plazo y se le abrió la puerta a los personalismos absolutistas. Por supuesto que tener al mejor futbolista del planeta no ayudó para evitar esto. Desde la conducción dirigencial se bajó una línea que luego fue imposible cambiar. La manija es de los futbolistas. Los técnicos pasan.

No es momento de hablar de mitos del pasado reciente ni de bailar sobre los cadáveres, sino de buscarle una explicación a esta realidad para intentar mejorarla. Los futbolistas tomaron el poder porque los dirigentes se lo dejaron. Rompieron la estructura sana de un equipo de fútbol y hoy la Selección esta acéfala en todos los ámbitos. Sin presidente, sin DT y sin capitán.

Fueron años en los que los resultados taparon los problemas. Con Messi a la cabeza, el Seleccionado jugaba bien y a veces muy bien. La idea que decía que Messi bajaba el nivel cuando se calzaba la celeste y blanca nunca pasó de ser una idiotez de muchachos con ganas de figurar. Desde su debut internacional, el crack de Barcelona fue el mejor jugador de la Selección. En cada uno de los campeonatos.

Esto ocultó los problemas. El principal es la falta de una idea clara acerca de qué se quiere para la Selección, de un proyecto integral. O por lo menos, la intención de mantener esa idea grondoniana de “respetar los contratos”. Esta es una de las grandes diferencias entre la era de Maradona y la de Messi. Diego sólo tuvo tres entrenadores en sus 17 años como jugador internacional. Messi lleva seis en once.

La Selección de Messi disputó tres finales en dos años con dos entrenadores absolutamente diferentes. Las derrotas en esas finales están más relacionadas con cuestiones mentales que futbolísticas. Este grupo que tiene el carácter y el poder para decidir cuestiones que por lo general superan a los jugadores no dio la talla en situaciones límite. No pudo acompañar a su líder dentro de la cancha. La solución a estas dificultades no llegará hasta que se normalice la situación dirigencial en AFA. Esperemos sentados.