Reaparecido en los últimos días gracias a su debut al frente del Leeds, en Inglaterra, Marcelo Bielsa volvió al mundo de los medios por cuestiones que tienen poco que ver con el fútbol, y mucho con su extraña forma de entender la vida y enfrentar su rol de entrenador.

Su equipo ganó, sí. Pero se habló sobre todo de cómo un traductor lo ayudó a contestar preguntas en su flojo inglés y sobre la iniciativa aleccionadora de hacer juntar basura a sus jugadores durante tres horas, tiempo que tiene que trabajar un espectador del equipo para pagar la entrada, según una extraña cuenta hecha pública por el diario Guardian.

Inmediatamente apareció un séquito de amantes del Loco Marcelo a destacar su excentricidad. Quizá exageradamente, es cierto. Quizá, incluso, sin preguntarse cuánto tarda un laburante de Leeds en embolsar 3 millones de libras, sueldo que cobra el DT junto a su cuerpo técnico en su nueva aventura. Porque eso importa poco. Bielsa tiende a caer simpático en su rol de antihéroe batallador de convenciones. Idealista e igualitarista, obsesivo y meticuloso. Genuino.

Sin embargo hay gente que lo odia con militancia, e hizo escuchar esa opinión, sobre todo a través de las redes sociales. Profesan antipatía explícita. Se ofuscan ante la mención de su nombre. Lo tildan de vendehumo.

Esto nos resultó sorpresivo. No porque seamos bielsistas –que no lo somos, pese a la creencia masiva de nuestros lectores- sino porque no entendemos qué puede tener alguien en contra de Bielsa. ¿Qué es lo que puede molestar tanto acerca de su infrecuente personalidad? ¿Su tono de voz? ¿El hecho de que haya quedado afuera en la primera ronda del Mundial con Argentina? ¿Que dé conferencias de prensa en lugar de entrevistas individuales?

¿Qué les hizo Bielsa a los odiadores de Bielsa? ¿Será, acaso, ese resquemor un resabio del niembrismo más rancio? Operador político-económico, Niembro tenía sus razones para hablar mal del DT, que lo dejaba sin exclusivas en sus tiempos de poder ostensible. ¿Cómo puede identificarse con esa postura un hincha de a pie?

Claramente no es el fútbol de presión alta y estilo de ataque vertiginoso lo que están denostando. Tampoco la línea de tres. Más bien se trata de algo que sucede fuera de la cancha. De un fenómeno que excede a la persona y se centra en lo que genera el personaje.

Después de cierto trabajo interpretativo y charlas colectivas, nos parece que el anti Bielsa no es tan enemigo del DT como de sus fanáticos. No le molesta Bielsa sino el bielsismo. Específicamente el bielsismo no futbolero. El que rescata las conferencias y actitudes extravagantes del técnico. El que defiende al ídolo con ideas expresadas en conferencias de prensa, por fuera de la línea de cal, en lugar de esgrimir formaciones o partidos memorables. El circo que se arma alrededor del anecdotario acumulado, eso genera fastidio.

Y un poco de miedo. Miedo a que este hombre ocupe todavía el centro de la atención futbolera aunque no gana particularmente muchos títulos ni dirige en clubes enormes. Aunque se encolumna en cierta medida con su fracaso, tiene una filosofía propia alejada del “ganar como sea”,  rescata el camino por sobre el fin. Aunque no sabe hablar idiomas como Guardiola. Aunque no es ducho en las artes de las relaciones humanas. Sin embargo es un símbolo de algo. Profesionalismo y compromiso inquebrantable. Innegociabilidad. Algo que pelea contra todos los preconceptos del retrógrado futbolero, y que incomoda por oposición.

A nosotros, lejos de inquietarnos, nos fascina esa construcción. De hecho hemos escrito alguna vez que Bielsa nos parece más grande que su obra. Una obra, por otra parte, que viene en degradé, desde el enorme laburo en Newell’s o Vélez, pasando por Argentina y Chile, llegando a su Athletic Bilbao (acá nos tocó el corazón vasco) y aterrizando en Marsella o Lille, aventuras de las que no podríamos rescatar demasiada virtud deportiva (aunque sí buenas anécdotas).

Sin embargo, y como ya dijimos, creemos que todo esto no es culpa del DT, sino de sus seguidores y de las historias que eligen masificar. A veces efectistas, como la última en cuestión. A veces dejando de lado la obsesión por el trabajo bien hecho. Eso también genera odio, una reacción opuesta cuando debería haber respeto.

Volvamos  un poquito a esa muy buena nota del Guardian en la que se hablaba de las tres horas de trabajo para pagar una entrada. Un par de párrafos más abajo, el periodista cuenta la forma en la que los directivos del Leeds se decidieron por el Loco.

Como tenían algunas dudas de que Marcelo conociera la segunda división de Inglaterra, consultaron al entrenador sobre su visión de la categoría. Ante la duda, Bielsa repasó sus numerosas notas y empezó a responder por un partido: Burton vs. Bolton. Citamos:

“Primero, Bielsa detalló la formación de los equipos en ese partido. Entonces analizó cada formación que tanto Burton como Bolton habían usado durante toda la temporada. Después de eso, hizo lo mismo con cada otro club de la división. Bielsa podía responder, por ejemplo, cuántas veces un equipo había jugado 4-3-3 o 4-4-2 o 3-5-2. Incluso había calculado la posibilidad de que una táctica venciera a otra”.

Los directivos del Leeds decidieron que era una buena respuesta.