Nos tocó ver algunos partidos de River que fueron maravillosos. Como para acabar con esa disyuntiva boba de jugar bien o jugar lindo.
Para los que no entienden o para (directamente) los malos intencionados: es lindo ver un caño, una rabona, un pase de taco, una pared y varias cosas más. ¿Eso significa jugar bien? Obvio que no. Primero está la eficacia.
Eficacia: capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera.
Se juega para ganar, pese a que algunos genios de la opinión tergiversan otra gran disyuntiva del fútbol: ¿jugar bien o ganar? Es lo mismo que te pregunten: ¿de postre querés un flan o irte en bondi? Y, sí, aunque parezca mentira hay periodistas que siguen planteando “ganar o jugar bien”. Es ganar o perder. Es jugar de esta manera, de aquella o de otra.
Está claro que jugar lindo no es jugar bien. Y también que se puede jugar bien sin estética. El primer gol de River contra Godoy Cruz, por ejemplo, suma las dos cosas. La cantidad de toques de primera a gran velocidad por un lado para terminar la jugada por el otro. O el primer gol a San Lorenzo, con toque de primera de cabeza más un centro atrás antes de que Pisculichi la guardara en un rincón. Son un par de ejemplos, nomás.
Contra Independiente, en cambio, River no tuvo muchas de esas jugadas electrizantes que supieron deleitarnos. Por supuesto: fue hermoso el pase de Tomás Martínez y mucho más la sutil definición de Mora. Lo mismo vale para el zurdazo de Rojas. Pero no fue una constante como en otros partidos. Sin embargo, la belleza de River el domingo fue entender todo lo que necesitaba este partido y en qué momentos había que hacer una cosa y en qué momentos, otra. River suele ir a buscar lo que necesita (sí, la pelota) bien arriba. Pero el domingo, con Independiente envalentonado por un descuento que ni el propio Independiente imaginaba, prefirió cambiar: retrocedió unos metros para dejar venir un poco al rival y, así, aprovechar los espacios que, indefectiblemente, iban a quedar. Al cabo, el plan salió perfecto.
Entonces, sin deslumbrarnos con el vértigo (precisión en velocidad) de otros partidos, River jugó lindo, bien y mejor todavía. Porque destrozó a Independiente de principio a fin. Porque Sánchez y Rojas mostraron que pueden tener una marcha más y así ayudar a Ponzio para que no se extrañe a Kranevitter. Porque no se escudó en la “mala suerte” del descuento para meterse atrás y cuidar esa mínima ventaja. Porque mostró variantes. Porque manejó los tiempos del partido. Porque los jugadores se sienten cómodos con la causa. Y la causa no es ni más menos que jugar con estilo en busca de la eficacia.