Hablar de Simeone está de moda. Del Atlético de Madrid de Simeone. Y es lógico. Los muchachos del Cholo (tranquilamente el equipo podría llamarse así) se cargaron en fila al Barcelona y al Bayern Munich, posiblemente los dos mejores equipos del mundo, por futbolistas y por gusto popular. Nada menos que en la Champions League, el torneo glamoroso para el que se preparan los clubes poderosos, como el catalán y el alemán.
Quizás ahí esté una de las grandes virtudes de Simeone. Con jugadores de menos jerarquía, no considera que su equipo esté hecho con llegar a cierta instancia de la competencia. No. Simeone prepara y mentaliza a sus muchachos para que se la crean. Sí, ellos son mejores, pero nosotros tenemos con qué. Y los convence. Y ellos se dejan convencer. Después podrá venir la táctica y la estrategia. Otros entrenadores, en el lugar del Cholo, dirían que el objetivo es pasar la fase de grupos y después vemos para qué estamos. Pero sin mayores obligaciones. En ese caso, los futbolistas se conformarían con llegar a Octavos. El Atlético no se conforma nunca.
Otro gran mérito de Simeone es haber armado un conjunto reconocible. Los partidos en el Calderón contra el Barcelona y el Bayern Munich fueron calcados. Había un plan. Y los muchachos del Cholo lo ejecutaron al milímetro. Después, claro, se necesita suerte. Sobre todo cuando el plan es defender tan cerca de tu arquero.
Tras este análisis del Atlético (breve, pero análisis al fin) vamos a los que analizan al equipo de Simeone con una palabra que de analítica no tiene demasiado: aburrido. Escuchamos y leímos que “el Atlético de Simeone me aburre”. ¿Qué significa eso? No sabemos muy bien. Lo que sí sabemos es que estos cuatro partidos de Champions del Atlético de aburrido tuvieron más bien poco. Y si por momentos parecieron aburridos, la culpa fue del ritmo cansino que a veces quisieron imponer tanto el Barcelona como el Bayern. ¿O acaso estos dos poderosos no abusaron de la posesión y del toque de una banda a la otra en los alrededores del área para tratar de entrarle a una defensa bien parada sin ninguna sorpresa, sin ningún cambio de ritmo? En fin, lo de aburrido, como casi todo, es opinable.
Sin embargo, está en cada uno decidir qué equipos y qué partidos mirar para no aburrirse. Esta historia es como la de la cadena nacional de Cristina Kirchner. Mucha gente se indignaba por algo muy fácil de resolver: cambiar de canal, mover el dial, leer, cocinar, cortar el pasto, elegir un disco… Nadie ponía un revólver en la sien de nadie para que viera la cadena nacional y nadie pone un revólver en la sien de nadie para que vea al Atlético de Madrid. No te gusta, no lo veas.
Algo que sí alguien debería hacer para que la gente deje de “aburrirse” con el glamour de la Champions. Uno o dos días después (depende de si el Atlético jugó el martes o el miércoles), en la menos prestigiosa Europa League, juega un equipo que se llama Liverpool. Un equipo que es dirigido por un entrenador que se llama Jürgen Klopp, que llegó con la temporada empezada y no armó el plantel a su gusto (y no le sobra nada). Pero igual les aseguramos que es muy divertido de ver. Es verdad que en cuartos y en semis le tocaron dos equipos, como el Borussia Dortmund y el Villarreal, que también juegan a jugar. Y por eso pudimos ver unos partidazos hermosos. Porque Klopp no quiere la posesión del Barcelona ni de Guardiola ni tampoco apuesta a defenderse como el Atlético cuando ya consiguió el resultado que lo clasifica. Klopp vive de las emociones. Pretende que su equipo transforme cualquier momento en un gran momento, en un momento inolvidable. Y no hay nada más divertido que disfrutar de cómo lo busca. Porque disfrutar del mientras tanto es mucho más divertido que lograr el objetivo final.