Conocemos la metamorfosis chilena de los últimos años. Bielsa mediante, el equipo nacional ganó en autoestima, abandonó ciertos pudores infundados y lentamente se animó a imponer su juego, a expresar sus talentos.

Hubo otros motivos para esa transformación, pero Bielsa, por sus características, fue un terapeuta exprés. Precisamente porque no acepta medias tintas: o el equipo juega como él quiere o se va.

Pues bien, Chile pasó entonces de la actitud expectante, de ciertas taras históricas, al ritmo frenético y la voracidad ofensiva propias del entrenador rosarino. No le fue mal, nada mal. Tan es así que siguieron los argentinos en el banco de la selección. Antes Borghi, ahora Sampaoli, un digno acólito de Bielsa.

sampaNo se puede decir que Chile haya sorprendido durante el Mundial. Cargarse a España tuvo un efecto bautismal, como un debut en las ligas mayores. Pero ese triunfo siguió la lógica estricta de los méritos. Chile es un equipo sólido, ambicioso y muy bien entrenado. Sin figuras descollantes, apoya sus pretensiones en un funcionamiento de relojito. Los muchachos transpiran solidariamente.

Firme en sus convicciones, dispuesto a compensar tantos años de timidez, el equipo de Sampaoli fue a definir el primer puesto del grupo ante Holanda con la idea de hilvanar su tercera victoria consecutiva.

Tan embalado llegó a San Pablo, tan creído del nuevo discurso que los proclama protagonistas, que no pudieron digerir la derrota. Y se pasaron de rosca a la hora de evaluar lo sucedido.

Con cierta sorpresa escuché al arquero Bravo y al entrenador Sampaoli decir que Holanda no había propuesto nada, que había jugado a no jugar, que se había colgado del travesaño y otras desmesuras.

Holanda ganó bien. Dentro de un partido parejo, resultó más profundo. Marcó con énfasis y, como siempre, procuró espacios para su maquinita Robben. Un libreto simple y contundente, que los chilenos malinterpretaron como conservador.

Mejor dicho, los chilenos sospecharon que el respeto recién ganado llevó a sus adversarios a un gesto temeroso. ¿No será mucho?

Chile, coherente con su vocación vertical, colocó tres delanteros y un enganche de pie sensible. El ademán es loable, pero los resultados no premian los principios sino que traducen la eficacia. Los de Sampaoli, sin jugar mal, se hicieron sentir poco en el área holandesa.

Esperemos que la fuerte personalidad adquirida por Chile y su irrenunciable esmero ofensivo no los haga pensar que todos los demás equipos cuyas defensas no pueden doblegar son una manga de chapuceros que no toman riesgos. No es que no propongan, muchachos. Proponen otra cosa. No hay un solo modo de exhibir una mentalidad ganadora.