River debutó en este torneo con un empate ante Gimnasia y la primera conclusión que podemos sacar es que Gallardo está más preocupado por ponerle su marca al equipo campeón que por mejorarlo. No conforme con los retos que le planteó la dirigencia quitándole los mejores jugadores del último semestre, el nuevo DT se impuso también reformar aquello que funcionaba más o menos bien.
Con criterio, en defensa Gallardo dejó todo como estaba. Barovero es el capitán y el arquero titular, aunque habrá que ver si sus lesiones musculares persisten. La línea de fondo, con Mercado, Maidana, Funes Mori -en lugar de un Balanta que tendría todo cerrado para irse a Europa- y Vangioni, es la misma que terminó jugando el Clausura 2014. Hasta ahí, la lógica.
En la delantera, sin refuerzos y sin opciones -ni siquiera tendría a Cavenaghi este semestre-, puso a los pibes Driussi y Boyé para este primer partido. Causó gracia escuchar en la transmisión del partido que Tití Fernández dijera que el presidente D’Onofrio le dijo que Gallardo estaba encantado con darle lugar a los juveniles del club. El entrenador, por el contrario, debe estar bastante caliente con la dirigencia que no sólo no le trajo el delantero que pidió sino que en la última semana le vendió a Lanzini. Y hasta que cierre el mercado de pases europeo, a fin de agosto, puede que le saquen algún jugador más. A Teo, por ejemplo.
Con la excusa de la falta de forma, Gallardo sentó en el banco a Mora y Teo Gutiérrez. El uruguayo, parece que está tan mal física y futbolísticamente como la última vez que pasó por River. Sin embargo, en el rato que entró, metió una diagonal y casi liquida el partido. Lo del colombiano sólo se entiende como un escarmiento por su demorado regreso tras el Mundial y su deseo de irse a Europa. El tema es que teniendo un futbolista tan superior a sus compañeros, que marca diferencia aún cuando juega más desganado de lo habitual, no ponerlo es autoflagelarse.
Pero el problema está en el mediocampo, donde Gallardo planteó una revolución innecesaria. Ya sin Carbonero, sin Ledesma y sin Lanzini, de la mitad de cancha que salió campeón con Ramón Díaz sólo le quedó Rojas. En realidad, podríamos decir Rojas y Kranevitter, porque el colorado entró muchas veces en ese doble cinco. El nuevo DT podría haber hecho la lógica, aferrarse al núcleo que funcionaba, en todas sus combinaciones el par de volantes centrales fue de lo mejor de River en el torneo pasado, y suplir las ausencias por los costados. Sánchez por Carbonero y Pisculichi por Lanzini, por ejemplo. Pero hizo todo lo contrario.
Para imponer su propio estilo y distinguirse de Ramón, para contrariar esa máxima de que lo que no está roto no hay que arreglarlo, Gallardo decidió cambiar. El equipo pasó de jugar con una línea de cuatro en el medio, que se armaba en el retroceso de Lanzini, a formar algo así como con tres volantes y un enganche. De lo poco que le dejaron decidió no usar nada. El domingo, Rojas y Kranevitter estuvieron en el banco y no ingresaron. Los titulares fueron Ferreira, Ponzio, Sánchez, y Pisculichi, suelto para atacar y corriendo a algún lateral rival cuando había que defender.
El ingreso de Ferreira al equipo titular, que con un amigo como DT jugaba poco y mal, es sorprendente. La gente que en el Monumental lo chiflaba cuando era suplente no sé qué hará el domingo cuando lo vea entre los once. En la idea de Gallardo, creemos entender, Ferreira cumple una función importante relevando la subida de Vangioni, lo que muestra que el DT está más preocupado por su propio arco que por el ajeno. En ataque Osmar aporta más bien poco. Contra Gimnasia no desbordó nunca.
Ponzio recupera poco la pelota, suele estar mal posicionado y comete una enorme cantidad de faltas. Se esconde de los defensores en la salida y cuando toca la pelota se la devuelve a los rivales con demasiada frecuencia.
El caso de Ponzio, antes de jugar, podía entenderse. Había pasado casi un semestre entero fuera del equipo, quizás había recuperado su nivel y Gallardo, que lo ve cada día, estaba en todo derecho a darle una chance. Pero después del partido por Copa contra Ferro y la pésima actuación de ayer, es insólito que sea titular. Si hay que buscar justificaciones se puede pensar que Ponzio, que se metió mucho entre los centrales, garantiza un retroceso veloz y relevos defensivos. El tema es que incluso cuando cumple esa función lo hace mal. El mejor ejemplo es el horror táctico que cometió en la última jugada del partido -miren y sigan a Ponzio-, que casi le cuesta la derrota a su equipo.
En el resto de las funciones defensivas Ponzio sigue mostrando los mismos problemas que le hicieron perder el puesto. Recupera poco la pelota, suele estar mal posicionado y comete una enorme cantidad de faltas. En ataque, lejos del primer pase que garantizaba Ledesma, se esconde de los defensores en la salida, en vez de pedirla, y cuando toca la pelota se la devuelve a los rivales con demasiada frecuencia. No tiene panorama y no organiza el juego. Por si fuera poco, cerró el partido perdiendo la marca en el gol de Gimnasia.
El DT tiene un enorme desafío por delante para rearmar a un campeón desmantelado. De la mitad para atrás, porque perdió la solidez que tenía en el juego aéreo. “Gimnasia casi no nos creo situaciones salvo dos o tres y TODAS las pelotas paradas”, admitió Gallardo. Y de la mitad para adelante, porque el equipo mostró poco juego asociado y escasa creatividad para generar situaciones.
Por eso no se explica que el entrenador se haya puesto a cambiar las pocas piezas que le dejaron funcionando. Es cierto, apenas dirigió un par de partidos y todavía no pasó el control de calidad más importante: el Monumental. El domingo, contra Rosario Central, veremos si Gallardo se empieza a ayudar a sí mismo o si se sigue complicando solo.
Gimnasia 1-1 River, completo. Por si alguno se anima a verlo de nuevo.