Quedan dos sensaciones apenas se consuma la derrota de Argentina en el debut en los Juegos Olímpicos. 1) La diferencia de trabajo entre Portugal y el equipo de Olarticoechea fue tristemente evidente. 2) Argentina, con detalles de calidad de algunos futbolistas, fue capaz de generar tanto peligro como su rival.
Si analizamos el fútbol como lo que es, un juego colectivo, Portugal fue un justísimo ganador, sobre todo por lo que hizo en la primera media hora del partido. El cuadro europeo mostró una cantidad de conceptos como para generar envidia. En esos momentos, daban ganas de ser representados por “los de rojo”. Todo lo que hacía Portugal lo hacía en equipo, en bloque. Los movimientos tenían un sentido y la pelota se sentía cómoda entre tantos pies cariñosos.
La muestra más clara del mucho trabajo de un equipo y el poco trabajo del otro fue lo que pasó con los 9. Mientras Paciencia fue una parte más de un circuito general; Calleri, en esos treinta minutos iniciales, no tocó la pelota, básicamente porque nadie se la pasó. Eran tiempos en los que Correa y Espinoza pretendían resolver todo solos y sólo con su habilidad. O sea: potrero mal entendido, habilidad de semáforo que sirve para muy poco en el fútbol profesional. Pero, ¿fue culpa de Correa y Espinoza? Un poco, pero otro poco fue culpa de un entrenador que decidió modificar sobre la hora. Magallán entró para marcar el lateral derecho, Gómez se adelantó para jugar como volante y, con esa movida, se quedó afuera Lo Celso. ¿Habría cambiado mucho la situación con el rosarino en la cancha desde el arranque? No se sabe, claro, pero sí se puede sospechar que la Selección habría manejado la pelota de otra manera. Porque lo de Gómez, que en el rato que la Selección estuvo desorientada fue de los más peligrosos, pasa más por la velocidad que por la tenencia. Por eso, Argentina apenas olió la pelota en el primer tiempo.
Cuando Portugal se puso 1 a 0 y el Vasco metió más gente en ataque (Pavón y Lo Celso, justamente) se confirmó que siempre va a ser mejor jugar pensando primero en el equipo propio que en el ajeno. Olarticoechea puso a Magallán por Lo Celso porque consideró que Portugal lo superaba en altura. Sin embargo, Portugal superó a la Selección con una receta bien Argentina (o de otra época de Argentina): la pelota contra el piso, la circulación, las sociedades, las triangulaciones…
Decíamos entonces que en el momento que la Selección se decidió a atacar; es cierto, obligada por el resultado; llegó. Y llegó claro. Si al principio le había faltado fútbol, al final le faltó contundencia. Con que sume un poquito de cada cosa, se puede ser optimista.