Ya todos habrán escuchado las críticas de Lautaro Acosta a Raúl Tello en particular y a los árbitros en general. Aunque el Laucha habló en caliente, apenas terminó el Témperley-Lanús, era muy consciente de lo que estaba declarando.

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Recordemos: “Son un desastre. Tello no puede dirigir más. Cada vez más errores arbitrales. Después se quejan de mí, de que me quejo de los arbitrajes. Son un desastre. Tienen que ver más cosas. Tienen que unificar criterios. ¿Un codazo es lo mismo que un agarrón? ¿Un codazo es amarilla y dos agarrones dos amarillas cuando no era jugada de gol? Es increíble. Son un desastre”.

Hasta acá, muy lógicas y puntuales las quejas de Acosta por ese partido. Su compañero Enzo Ortiz fue expulsado por dos agarrones mientras que Boggino, que interrumpió la carrera del propio Laucha con un codazo, recibió también una amarilla. Y tiene razón el Laucha: no son lo mismo un agarrón y un codazo. Cortar directamente una jugada, es amarilla. Si además se corta con violencia, es roja. No hay muchas vueltas. Para rematarla, cuando el partido se moría, Tello vio mano de Denis cuando era pecho. Penal y agónico empate de Témperley. Y la descarga de Acosta…

¿Son un desastre los árbitros? No se puede generalizar. Es como preguntarse: ¿son un desastre los jugadores?, ¿son un desastre los técnicos? A veces se equivocan: los árbitros, los jugadores y los técnicos. ¿Es un desastre Magallán por regalarle un gol a Defensa y Justicia? ¿Es un desastre Navarro por ser responsable de un par de goles de Godoy Cruz? ¿Es un desastre Barros Schelotto cuando juega sin 9 o Gallardo cuando deja en el banco a Scocco? No. Se equivocan, simplemente. Como se equivoca cualquiera que toma decisiones. Y los árbitros, esas decisiones, las tienen que tomar en un segundo. Con 11 tipos que piden una cosa (aunque no sea) y con 11 tipos que reclaman otra (aunque no sea). En Boca-Defensa y Justicia, por ejemplo, el línea sancionó un lateral para Defensa y Buffarini se agarró la cabeza como si hubieran matado a toda su familia… ¡Por un lateral! Eso es el fútbol argentino. Y los árbitros son parte de ese show.

Néstor Pitana será el árbitro argentino en el Mundial. Y Hernán Maidana uno de sus líneas. En el partido que cerró la fecha, Maidana no vio que un pase atrás de Schunke a su arquero que salió por un metro. Era córner pero sin ninguna discusión. Siguió la jugada y pocos segundos después Pitana vio mano penal de Desábato que no era. Dos errores groseros para que Chacarita se pusiera 1 a 0 contra Estudiantes. Es decir que Desábato, o cualquier compañero, podría haber declarado igual que Acosta. O Matheu la fecha pasada, cuando el árbitro de turno vio falta a Bertolo cuando ni siquiera lo había rozado. O Nervo en San Juan, que fue expulsado por una supuesta mano que no fue. Todos, absolutamente todos, están en condiciones de quejarse por los fallos arbitrales.

Sin embargo, sería útil hacer algo con esas quejas, que no queden ahí. Pero, lamentablemente, el gremio de los futbolistas no existe y árbitros y jugadores, por momentos, parecen enemigos. No hay reuniones, no hay sugerencias, no hay nada constructivo. Porque la fecha que viene y la que viene y así hasta el infinito, habrá alguno que pueda quejarse. Y así, las quejas se transforman en llanto.

Recordemos la segunda parte de las declaraciones de Acosta: “Yo espero que de acá al final del campeonato no nos perjudiquen más. Que no nos perjudiquen más porque son un desastre los árbitros. Más vale que el que venga a la cancha de Lanús se ponga las pilas y tenga en cuenta que no nos pueden perjudicar más. Son un desastre. Si el problema es político o si el problema de la AFA, que se haga cargo el que se tenga que hacer cargo. Son un desastre los árbitros”. Lo que había arrancado como un análisis del Laucha terminó en un intento de condicionamiento para el próximo árbitro que dirija a Lanús. Lo mismo que podría haber hecho Desábato. O cualquiera.

¿Cómo se arregla esto? Por ahora, no hay manera. Lo explica el árbitro Germán Delfino muy didácticamente: “El error arbitral existe desde siempre. No tenemos la posibilidad de volver a ver jugadas. La tecnología todavía no está incorporada en el fútbol nuestro. Es lo único que puede achicar un poco la desconfianza y creer que no son errores humanos. Como el jugador se equivoca en salir jugando, como el 9 define abajo del arco y se pierde un gol increíble o como al arquero se le escapa o como los técnicos plantean mal un partido. Nosotros tenemos errores y a veces influyen en el resultado. Trabajamos para estar atentos, para estar concentrados, para estar cerca de la jugada. Pero eso no garantiza el éxito. Y, además, competimos contra 15 cámaras. Es difícil. Nadie se quiere equivocar”.

Totalmente de acuerdo: nadie se quiere equivocar. Pero todos nos vamos a seguir equivocando.